La integración en Suramérica tiene sus orígenes desde el mismo momento en que ocurrió el nacimiento del Estado Nacional en nuestro Continente siendo su primer intento formal el impulsado por el Padre Libertador, Simón Bolívar, quien en el marco del Congreso Anfictiónico de Panamá tenía previsto (una vez concretada la independencia de Puerto Rico), a lo cual giró instrucciones al Gral. Santander para que reuniera una flota naval y recursos militares que permitieran apoyar su independencia incorporando a esta nueva Nación, al conjunto de las existentes de cara a las acciones programadas y estimadas por el Libertador. Como conocemos, dicha iniciativa instruida al prócer colombiano fue abortada por injerencistas norteamericanos quienes por una parte torpedeaban al imperio español bloqueando también, las pretensiones solapadas del imperio británico de mantener su posicionamiento en la Región y en paralelo, desarticulaban cualquier iniciativa contraria a los designios plasmados en Tesis Doctrinaria Monroe “América para los Americanos”…
Para ello, involucraron en sus iniciativas a sectores de los denominados “blancos de orilla” (ciudadanos de origen español pero nacidos en “Tierra de Gracia”), que se oponían en cierta medida a la Corona como también a la propuesta emancipadora que encarnaba Simón Bolívar. Desde las nóveles repúblicas como la naciente Venezuela y la Patria de Santander surgían grupos a tales fines. En el caso Colombia, Santander pese a ser instruido para concertar una poderosa fuerza militar para liberar a Puerto Rico y continuar la gesta libertaria en Cuba, dilató las acciones –que nunca finalmente llegaron a concretarse- a instancia del representante norteamericano con quien se había reunido para sabotear la propuesta Gran Colombiana de Integración. Más adelante, el Gral. Páez haría lo propio. Tras suyo, actuaba la ‘Cosiata’ organización política valenciana a cuyo mando se encontraba lo más granado de la rancia oligarquía carabobeña.
De allí en adelante y con posterioridad al asesinato del “Abel de América”, Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre; el repliegue táctico de otros próceres acá y allá; el fallecimiento del Padre Libertador, la dispersión sumada a la traición política y económica (dentro y fuera de Venezuela), se posesionó del territorio nacional y Continental ocasionando una virtual desintegración –en términos del Proyecto Bolivariano- haciendo que las clases dominantes en cada uno de los países emergentes y la burguesías criollas, comenzaran a impulsar sus propias iniciativas apegadas a intereses neo coloniales –primero europeos luego norteamericanos- que mantuvieron por mucho tiempo subsumidos los Pueblos y gobiernos de la Región a planes asociados a intereses extranjeros de dominación. “Patio Trasero” o “Repúblicas Bananeras”, son preceptos nacidos producto de la usurpación que como tal es negadora de libertad e independencia.
Visto lo anterior, en el siglo pasado surgieron en consecuencia, modalidades de integración (en toda Suramérica, Centro América y el Caribe), que permitió apuntalar proyectos inscritos dentro de la “Tesis de las Relaciones Centro Periferia” (valga decir de dependencia), que asociados fundamentalmente a la actividad económica, se encontraban subordinados a principios foráneos de corte imperialista, siendo ellos realmente los que determinaban por medio de sus lacayos internos, el devenir histórico de la Patria Grande.
De allí que sin temor a equívocos, podemos afirmar que todas las formas de integración suramericana ocurridas en el siglo pasado –no obstante que alguien pudiera indicar ingenuamente que se encontraban preñadas de buenas intensiones- ésas hasta la aparición del Alba y Unasur fueron y son, enunciados de un modelo de integración excluyente vinculados básicamente a la tesis económica según la cual, solo el capitalismo en su expresión más radical, el globalismo neoliberal, sería finalmente la vía para remediar los problemas de la humanidad.
No en balde, la vigente crisis financiera que como segundo crack nace nuevamente en USA, con pivote en todas las naciones y países que a nivel planetario se mantenían subordinadas a ésa, nos indica la imperiosa necesidad de revisar y reflexionar en cuanto a lo táctico y estratégico; geoestrategía y geopolítica, para así modificar las estructuras supra nacionales existentes en la Región y por qué no, en todo el Continente, que no obstante los esfuerzos de los distintos dirigentes nacionales para transformar sus realidades al interior de cada país a partir de ésas, las mismas definitivamente no responden a la idea de impulsar propuestas de integración y unidad de los pueblos y sus gobiernos para la emancipación y autonomía total; siendo que por medio o a través de las nuevas estructuras nacientes, no solo poder presentarnos en las mesas de negociación internacionales y así, lograr sentarse a negociar en términos de iguales con sus pares internacionales; sino también, resolver lo interno a partir de los pactos que sobre el particular se acuerden.
La realidad mundial y la geopolítica que se dibuja como consecuencia de las nuevas expresiones sociales y de luchas populares, indica que si realmente queremos forjar una Patria Grande con unidades sólidas a su interior, debemos impulsar voluntariamente preceptos y nuevos constructos politológicos que aparten definitivamente del glosario vigente, visiones egoístas (enmarcadas dentro de las corrientes positivista y funcionalista del pensamiento democrático burgués), que solo permiten afianzar pensamientos infiltrados por quienes controlan el poder mundial, a través de aquellos que como parías, se han convertido en sus enlaces nacionales; el fin último sería no solo asegurarse como proyectos sino fundamentalmente, desarticular toda propuesta e iniciativas que garanticen la liberación plena y la construcción de un modelo societal integrado e integrador y no excluyente como así lo sostienen la proposición capitalista que tanto desde USA como desde la UE, plantean hacia toda América del Sur.
Visto lo anterior y no obstante algunos logros parciales en el pasado reciente, instituciones supra nacionales como: CAN; MERCOSUR; CARICOM; MERCADO COMÚN CENTRO AMERICANO “MCCA”; GRUPO DE LOS TRES “G-3”; PACTO DE SAN JOSÉ; CONTADORA; GRUPO DE RÍO; ALCA O TLC; TIAR; OTAS; OEA; CONVENIO ANDRÉS BELLO entre otros, visto su impacto e implicaciones, necesario es su revisión para evaluar su vigencia según el nuevo derrotero histórico que en lo político-económico pero también desde lo social-cultural, hay por construir.
Finalmente no cabe la menor duda en afirmar que después de la oferta de Integración concebida en el ‘Congreso Anfictiónico de Panamá’, solo con posterioridad y después de un largo transitar de cerca de 100 años, hoy por hoy, podemos afirmar que emergen dos novedosas promesas (el Alba y Unasur), surgidas como iniciativas en cuyos textos –no contemplados en anteriores propuestas- expresan verdaderamente compromisos a objeto de propulsar una tesis de unidad para la liberación y así poder afirmar a futuro que realmente se puede ser democrático con base a la idea de la participación y el protagonismo popular impulsando de manera firme y contundente la tesis de la autodeterminación y la Justicia Social Internacional.
Conclusiones.-
Difícil es, fuera de una perspectiva científica (sin dejar de caer en la subjetividad), realizar un balance sobre el triunfo de los actuales procesos de integración suramericanos y especialmente, respecto del mayor éxito de uno de ellos, pues el análisis responde siempre al basamento o soporte político ideológico que le sustenta, lo construyó o elaboró. En otras palabras, el éxito derivará no solo del balance que se haga de sus pragmáticos resultados sino también, del “cristal” con que se mida u observe el referido mecanismo de integración.
Es preciso decir que en mayor o menor grado cada uno de ellos ha tenido logros y desaciertos siendo que los mismos no pueden ser tabulados aisladamente. Antes por el contrario, deben ser observados a la luz de una perspectiva holística que no deje por fuera las razones reales que conllevaron a su creación; el momento histórico de su instauración; factores de poder vinculados a ellos; a su nacimiento y particularmente, a los sectores sociales y grupos de interés realmente favorecidos (nacional e internacionalmente), de estas instancias supra nacionales.
Visto lo anterior, es beneficioso destacar la importancia del o los procesos de integración que como tales, son un adelanto a una idea cuyo fin, mal que bien, responden a la “tesis correcta” de no seguir actuando de forma aislada frente a la realidad, al entorno más cercano o ante la Comunidad Internacional pues como tales facilitan el desarrollo y éxito, sin lugar a dudas, de los procesos económicos, culturales, políticos, militares y sociales en pleno desarrollo. El problema surge cuando se descubre que quienes realmente los patrocinan y promueven, los direccionan en atención a interés adversos a los pueblos y naciones que los adoptan, pervirtiéndose el fin último de su creación.
El análisis histórico sobre la existencia de actuales mecanismos de integración permite revelar sobre su debilidad cuya frágil existencia –pues no han respondido del todo a lo esperado de ellos- debilita la afirmación de actuales o futuros éxitos. Lo anterior, fortalece la posibilidad de presentar nuevas propuestas, como efectivamente sucede, más acorde con la nueva realidad que se conduce. En otras palabras, se forza obligatoriamente el nacimiento de novedosas estructuras que garanticen la concreción del escenario que nace para que se perpetúe correctamente en el tiempo y en el espacio.
En definitiva, la propuesta de Integración más exitosa a nuestro juicio, será aquella que permita desde su interior, resolver la disyuntiva existencial de los Pueblos a través de sus gobiernos, en tanto éstos son considerados expresión de la voluntad popular y garantía de las futuras generaciones.
(*) Politólogo e Internacionalista Venezolano
Magister en Seguridad y Defensa
monlan2001@yahoo.com