El juego de medias palabras del FMI para la estafa con apodo de crisis

Durante un año entero, entre agosto de 2007 y septiembre 2008, una mentira sistemática circuló de forma paralela en el mundo de la información, de los negocios y en el dialecto de los supuestos expertos que no consiguen explicar los fenómenos económicos. Se trata de la falsa afirmación de que el mundo capitalista vivía una crisis. Todo es mentira. Lo que hubo fue la consecuencia de un fraude millonario, una estafa promovida por los corsarios del sistema financiero.

Cuando un operador económico, administrador, alto ejecutivo, detentor de un cargo de 1er nivel en un Estado o una autoridad monetaria, tiene Información Perfecta, él o ella no pueden incurrir en errores. Es absurdo pensar que gente entrenada pueda equivocarse en una operación de riesgo sin saber las probabilidades de sus consecuencias. Cuando eso ocurre, entonces es fraude, cosa de estafadores y mentirosos que hacen negociaciones a millones de bytes por hora. He ahí “la tal crisis” del sub-prime. El resultado de esa barbarie, produce un robo sistemático y lleva a un keynesiano convicto (Barack Obama) a ocupar la silla de presidente del Imperio.

Antes que digan que se trata de exageraciones, la fuente de mis datos es el propio Fondo Monetario Internacional (FMI), cuyos números fueron divulgados por la emisora estatal británica BBC. Según uno de los brazos financieros del sistema mundo (el otro es el Grupo Banco Mundial), es lo que yo y la inteligencia francesa llamamos estafa y que ha robado más de US$ 10 trillones (norteamericanos) de dólares yankees. La fuente, el FMI, afirma que los gobiernos de los países del capitalismo central (G-8, más Comunidad Europea, más Japón), sacaron de sus tesoros nacionales, en conjunto, el total de US$ 9,2 trillones (norteamericanos). Ese recurso, oriundo de la sobre tasa de la población trabajadora y del endeudamiento público, fue aportado al sistema financiero (¡el mismo buitre que realizó el fraude recibió el dinero!). Ya las economías de los países emergentes, como los que integran el G-20, teniendo a Brasil, India, China y Rusia al frente, quemaron cerca de US$ 1,6 trillones (norteamericanos) socorriendo a los respectivos estafadores que operan las finanzas y el capital simbólico en sus países o bajo su jurisdicción.

Aún según el FMI, alrededor de US$ 1,9 trillones (norteamericanos) salieron de los recursos estatales en formato de adelantos (cubriendo las posiciones futuras), y el restante fue usado para salvar la zafra, cubriendo el área de las empresas de seguros (como la AIG) y prestando a fondo perdido (salvando los bancos con el dinero del hombre de abajo). Como todo hecho contable no fraudulento, ese déficit (o sea, el perjuicio en el cofre de los Estados) va a permanecer. Y, lo que sea pagado de vuelta por los bancos del capitalismo central, volverá sin los debidos intereses que pagamos todos nosotros, meros mortales cuentacorrentistas.

El agujero empobrece a la población de los países más ricos. Y quien paga la deuda son los trabajadores del G-20

La “tal crisis” fue la mayor transferencia de renta directa de la historia de la humanidad. Para el FMI, el estimado del costo del robo –a través de la acción fraudulenta mediante Información Perfecta y garantías en las relaciones entre el Estado Capitalista y sus mandantes– equivale al mayor resultado negativo en los Estados ricos desde el final de la 2ª Guerra Mundial. Pero, como inversión de valores, ahora en vez de un Plan Marshall para salvar a la Europa destruida de los avances de las izquierdas sindicales (enemigo interno) y del Bloque Soviético (enemigo externo), tenemos un PROER globalizado, sangrando el presupuesto de los países-llave en la economía integrada.

El déficit previsto en los presupuestos ya en 2009 es de la orden del 10,2% del PIB –en una media estimada– para el conjunto de los Estados que gobiernan el planeta. País por país, las cuentas aumentan el siniestro del seguro fraudulento que todos estamos pagando. Esto porque las mayores proyecciones de déficit están en los Estados Unidos, con 13,5% del PIB; en Gran Bretaña, con 11,6%, y en el Japón, con 10,3%. O sea, todos vamos a comprar más títulos de la deuda pública del Imperio, generando más interdependencia de la China (en la relación de 7 a 1) y del Brasil, como adquirentes de la deuda que debería ser pagada con la expropiación del 80% de la plaza financiera estadounidense.

Para 2010, la cosa se invierte, estando previsto un déficit del 13,3% del PIB de Gran Bretaña y del 9,7% de los EUA. Estos serían los dos mayores déficit del total de los miembros del G-20, cuya recaudación tributaria cayó –con la caída del sector sobre el movimiento económico empresa-empresa– y también con el siempre esperado socorro del Estado Capitalista a sus agentes económicos en posición clave para la concertación local de poder. La exención fiscal más la transferencia de renta directa para los detentores de capital va a recibir el nombre de siempre, “planes de estímulo”. Tales estímulos van a estar en el orden del 2% del PIB en 2009, y 1,6% en 2010, para el total de los miembros del G-20. Pero, hasta el FMI reconoce que será difícil medir la eficiencia de esa iniciativa. El juego de palabras de siempre, matiza el las recetas “técnicas” (o sea, de la política económica subordinada al capital financiero y sin la dimensión explícita de la economía política), afirmando que las medidas salva bancos y Cía. del 2008, sumadas a las políticas de “incentivo” (transferencia de renta indirecta) ya habrá incentivado la reanudación del “crecimiento” del G-20 en torno a 1,2% y 4,7% aplicables a este año corriente.

La estupidez continúa y el endeudamiento de largo plazo también

Es preciso recordar que este conjunto de absurdos comenzó a acelerarse en la llamada Era Reagan en los EUA (1981-1988 y después en la secuencia con Bush padre), cuando se aplicaba el principio del Reagan Hood, quitando a los más pobres y transfiriendo con total cara dura esa plata a los más ricos. Este fenómeno aumentó la deuda pública del Imperio y generó una inseguridad social solamente comparada con la vivida en el periodo de la gran Recesión y del New Deal de Franklin Delano Roosevelt, como solución parcial para el abismo social en el Imperio. Las bases de transferencia de renta brutal, liberalización y pérdida de control central de los movimientos financieros ocurridas en la Era Bush Jr. tienen su raíz en la Reaganomics. El diferencial se da en la aceleración transaccional, protegidas las negociaciones fraudulentas a través de la concentración mediática, de la corrupción del 4º poder en el corazón del capitalismo y a través de las Nuevas Tecnologías de Información y Comunicación como plataforma de negocios y transacciones especulativas. El asalto al Estado por los Neo-com fue más virulento de lo que la mayoría de los trabajadores estadounidenses pudieron percibir.



El FMI está operando un recambio de imagen, buscando aparentar mayor independencia de los operadores financieros globales. Sus datos son algo más que asustadores. Se estima que hasta 2014, la deuda de los gobiernos alcance el 239% del PIB en el Japón, 132% en Italia, 112% en los Estados Unidos, y 99,7% en Gran Bretaña. La sorpresa está en Inglaterra y sus Estados-satélite (que conforman el “53º” estado federado de los EUA) cuyo aumento de la deuda pública es proporcionalmente el de mayor crecimiento, más que doblando el índice del 44% de 2007.



La rueda de la gran torta se aprovecha también del momento de elevación de las deudas. Entran en escena, siempre según el FMI, las llamadas agencias de “clasificación de riesgo”, las mismas que armaron el mecanismo de fraude global desde la operación piloto del balance maquillado de la Enron, pasando por la conspiración con las empresas de aseguradoras, los bancos hipotecarios, los bancos de inversión y las empresas de seguros en la burbuja inmobiliaria del Sub-prime a través de los llamados créditos Ninja y de los derivativos en la forma de activos tóxicos. Pues bien, esas mismas fuentes de mentira sistemática anunciaron que podrán rebajar los índices de clasificación de los papeles gubernamentales –aumentando el nivel de riesgo (!)- de los Estados con deuda del 100% del PIB o más elevada. Aunque nada de eso sea novedad para el Brasil, se comprende que ésta es una forma barata de chantaje a la poca regulación estatal, procurando aumentar la transferencia de renta y de circulación de los intereses embutidos en los papeles oficiales negociados.



Por supuesto que la rebaja en los papeles, por lo tanto, en el aumento del “riesgo país” –un mero ataque especulativo tal como el que sufrió el Brasil a lo largo del año de 2002– implica forzar a los gobiernos a aumentar los intereses básicos, intentando financiar el déficit nacional, no a través de ahorro interno -como se hace en sano juicio– ¡sino con la pelota de nieve de la propia deuda! Si aceptan el chantaje sistemático, las autoridades económicas de los Estados del G-20 tendrán que pagar intereses más altos, pasando riquezas a los mismos operadores bancarios que ejecutaron la mayor estafa de la humanidad. ¡No se podría esperar otra cosa de las agencias de riesgo!


Ya el propio Fondo muestra sus garras a través de un doble discurso. Al tiempo que afirma que es necesaria la demostración de vías confiables de recuperación económica a largo plazo, no muestra como eso debería suceder y tampoco exige el cierre de la cloaca global de tráfico financiero sin control. Un Estado solamente reduce su déficit si tiene una matriz económica diversificada y con la masa salarial representando el 50% o más del PIB. De lo contrario, todo es volátil y sin poder de compraventa, no hay consumo que se sostenga sin intereses extorsionadores. Aunque cualquier persona mínimamente informada sabe eso, órganos sospechosos como el FMI y el Banco Mundial insisten en lo contrario. Y, como era de esperar, para el corto plazo la recomendación del Fondo es más exención fiscal y endeudamiento rápido mediante intereses en alza. ¿Cuál la novedad? ¿Cómo curar si el medicamento tiene la misma propiedad de la enfermedad?

Alguna conclusión

En el mundo gobernado de hecho por el sistema financiero, cualquier tentativa de regulación global encuentra resistencia en la piratería financiera. Por eso es que de reunión de cúpula en reunión de cúpula, nada se resuelve. En septiembre próximo (2009), en la ciudad de Pittsburgh, estado de Pennsylvania (costa este del Imperio de las 13 colonias), los discursos de medias palabras y las soluciones por mitad serán retomados en la reunión de los “líderes” del G-20.

Es de suponerse que ninguno de los presentes va a proponer lo obvio y necesario. En otras palabras, deberían cerrar Wall Street, terminar de encarcelar a los CEOs del sistema hipotecario, cortar los bonos de esa gente, cerrar los paraísos fiscales y convocar un Tribunal de Nuremberg financiero para crímenes contra la economía mundial. Pero, como se sabe, no se trata de una necesidad de justicia y sí de una lucha global contra el capital financiero. En todos los frentes posibles.

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Bruno Lima Rocha

Politólogo, periodista y profesor de relaciones internacionales

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