Al mismo tiempo,
en el Sur, mientras los países latinoamericanos se encontraban en una
fase de rápida industrialización, se proclamaba —al menos oficialmente—
la independencia de la mayor parte de los países africanos y asiáticos.
Algunos de ellos trataron de conseguir una autonomía política y económica
real (unos, como la India, Indonesia y Egipto, respetando el sistema
capitalista, mientras otros, como China, Vietnam y Cuba, rompiendo con
éste), pero la gran mayoría de los nuevos países independientes estaban,
y siguen estando, sometidos a la autoridad de una gran potencia, a menudo
la antigua metrópoli.
La deuda es
uno de los factores más poderosos de este sometimiento, pues en el
momento en que la administración y el ejército de los países colonizadores
abandonaban físicamente el país que conquistaba su independencia,
los gobiernos de los nuevos Estados eran incitados a endeudarse masivamente.
Los acreedores aparentaban ignorar la malversación —aunque incluso
la alentaban—que las clases dirigentes locales hacían de los fondos
recibidos. Los países del Sur, cada vez más endeudados, debían aumentar
continuamente su producción para la exportación, y obtener así las
divisas necesarias para el reembolso de la deuda. Actuando de este modo,
comenzó entre ellos una competencia para poner en el mercado bienes
primarios (algodón, café, cacao, bananas, azúcar, cacahuete y otras
oleaginosas, minerales...) que la economía de los países del Norte
necesitaba. Esta superproducción sería dramática para la evolución
del precio de estos bienes, tanto más cuando los países del Norte
sufrieron, a partir de 1973, la primer gran recesión después de la
segunda guerra mundial.
Los años ochenta del siglo pasado estuvieron marcados por un cambio en las relaciones de fuerza, tanto entre los países industrializados y los de la Periferia como entre los capitalistas y los asalariados. Fue el resultado de la combinación de varios factores:
1.- La decisión de Paul Volcker, actual consejero económico de Barack Obama, por la que aumentó brutalmente el tipo de interés a partir de fines del año 1979, cuando era director de la Reserva Federal de Estados Unidos.
2.- El «contragolpe petrolero» de 1981 que puso fin a una política de precios elevados de los bienes primarios favorable a los países exportadores de la Periferia. (Todos los precios de las materias primas y de los productos del agro sufrieron una continuada tendencia a la baja desde 1981 hasta comienzos del año 2000.)
3.- La ofensiva
general de los gobiernos de Margaret Thatcher y de Ronald Reagan contra
los asalariados, en el marco de la crisis económica generalizada entre
1980 y 1982. Las relaciones de fuerza se deterioraron ostensiblemente,
tanto para los países de la Periferia como para los asalariados.
México (seguido
más tarde por otros países de Latinoamérica) al sentirse acorralado
por tener que desembolsar el servicio de la deuda con unos ingresos
fiscales menguantes, paró momentáneamente el pago de su deuda en agosto
de 19822: era la «crisis de la deuda», que afectaría a
todos los países del Sur con el paso de los años. El nudo corredizo
se cerraba sobre el cuello de los pueblos del Tercer Mundo. A continuación,
el stock de la deuda exterior pública de los PED aumentó rápidamente.
Se produjeron transferencias masivas de fondos desde los países de la Periferia hacia los países más industrializados, principalmente por medio de los pagos de la deuda externa. A mediados de la década de los ochenta, la transferencia neta sobre la deuda pasó de positiva a negativa, ya que los gobiernos de los países en desarrollo (PED) debieron desembolsar, cada año, una cantidad mayor que la que recibían como nuevos préstamos de parte de los acreedores, sin conseguir, sin embargo, acabar con la deuda. Por el contrario, el stock de la deuda continuó creciendo.
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