Cierto que el poder establecido en EEUU no tiene calidad para calificar el nivel de narco-contaminación de los demás Estados, dado que ese país es el principal receptáculos de las drogas que se producen en el planeta y que sus gobiernos nunca han combatido los cárteles que dominan la enorme demanda de drogas en su sociedad.
La CIA en época de Bush-padre introdujo el consumo de crack EEUU, se asoció con cárteles de la droga para financiar “la contra” nicaragüense, durante la intervención de 1965 las tropas yanquis infectaron de drogas nuestro país y hoy en Afganistán sus fuerzas invasoras dominan la ruta del opio, potenciando el comercio mundial de esa droga.
El principal aliado del Pentágono, la CIA y las elites de EEUU en nuestra región es el narco-estado colombiano, administrado por Álvaro Uribe, conectado con las mafias de las drogas y convertido en plataforma de 7 de sus bases militares destinadas a sustentarlo y a agredir países como Venezuela, Ecuador y Bolivia.
No es porque lo diga EEUU que nuestro país se encuentra entre las seis primeras naciones cuyos Estados están altamente contaminados por el narco. Es porque esa es una realidad más dramática que como la expresa el propio Departamento de Estado.
El Estado dominicano ha devenido progresivamente en un narco-estado, denunciada su fase inicial en los libros que publicamos hace más de diez años bajo los títulos: “Confesiones Amordazadas”, “Más Confesiones Amordazadas” (1996 y 1997) y “Rearmando la Utopía” (1999).
Ahora al correr el 2009 el cuadro es más grave y más evidente: no hay institución que no esté contaminada por los cárteles y sus sicariatos, especialmente aquellas encargadas de combatirlos: Poder Ejecutivo, Fuerzas Armadas, Policía Nacional (PN), Dirección Nacional Contra Drogas (DNCD), Poder Legislativo, Poder Judicial…
En ellas no pocos funcionarios de alta jerarquía actúan como agentes de esas complicidades y garantes de la impunidad que las protege hasta el punto de contar con capacidad para reventar a los que excepcionalmente se atreven a hacerle resistencia.
No se si ese será el destino del general Roberto Rosado (PN) como nuevo presidente de la DNCD o si sucumbirá a las tentaciones del soborno, dado que según me dicen todavía no tiene marchas de ese tipo. Pero ilusiones no hay que hacerse en cuanto a revertir desde este gobierno ese proceso, ahora acelerado por los fuertes vínculos entre gobiernos, fuerzas militares-policiales y empresarios de Colombia y Dominicana.
No valdrán Súper-Tucanos, ni radares, ni unidades antidrogas de la PN y la DNCD. El mal se ubica mas arriba y está muy claro que al ratón no se le debe asignar la misión de cuidar el queso.
Este Estado se pudrió y hay que cambiarlo de raíz.
narcisoisaconde@gmail.com