Las alharacas de los economistas burgueses sobre el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) de Estados Unidos en el tercer cuatrimestre de 2009, no pueden ocultar que ese crecimiento responde exclusivamente a que las empresas hicieron menos recortes de inventarios en ese periodo. Es decir, a que llenaron de nuevo los almacenes tras las ventas extraordinarias, engrasadas con el dinero de los estímulos públicos. Si retiramos del cómputo la reposición de inventarios, que suponen los dos tercios del crecimiento, éste se queda en un 2,2% anual, idéntica tasa a la del anterior cuatrimestre y que, sin llegar a ser negativa, es propia de una recesión.
Obama entregó el día primero el proyecto de presupuesto del gobierno federal para el año fiscal de 2010 por el monto de 3,83 billones de dólares, de los cuales el déficit alcanza a 1,3 billones de dólares. Las previsiones del déficit de EEUU en 2010 se elevan a la cifra récord de 1,56 billones de dólares (10,6% del PIB), siete décimas más que en 2009. De esta forma, la deuda se mantendría por encima del billón de dólares en 2011, a pesar de que Barack Obama ha propuesto la congelación de parte del gasto de los programas del gobierno durante tres años.
En paralelo, una nueva burbuja especulativa ha hecho aparición impulsada por los fondos de dinero que los estados han proporcionado gratis al sistema bancario. La liquidez monetaria, que además se beneficia de unos tipos de interés fronterizos con el 0%, no se ha orientado a los créditos para la producción, ni al consumo de las familias. Por el contrario, se ha utilizado enormes cantidades de capital público para sanear los números rojos de los bancos privados, para que estos mismos bancos cosechen beneficios fabulosos en el mercado de la deuda pública y para desviar una parte de estos fondos a operaciones especulativas en bolsa y en los mercados de materias primas.
Las cifras de las propias agencias oficiales estadounidenses son demoledoras: las ganancias de las grandes corporaciones financieras el año pasado habrían superado el récord registrado hace tres años, antes del comienzo de la recesión. Las cuatro firmas financieras más grandes de los EEUU (Goldman Sachs, Merrill Lynch, Morgan Stanley y JPMorgan Chase) habían reconocido unas ganancias de 22.500 millones de dólares en los ocho primeros meses de 2009. Estas ganancias no provienen del negocio crediticio, ni de la actividad productiva, sino de operaciones de inversión especulativa.
La otra cara de esta moneda es que el mercado bancario dedicado a financiar la compra de casas, la creación de pequeños negocios y los créditos al consumo, sigue en una crisis sin perspectivas de solución. Según The New York Times, hasta septiembre de 2009, 7.000 entidades financieras de este tipo han registrado pérdidas conjuntas de 2.700 millones de dólares.
Aún más: la supuesta “recuperación” norteamericana se sustenta en dos pies de barro. Por un lado, el paro sigue creciendo. De hecho, la tasa de desempleo en Estados Unidos subió al 10,6%, la más alta en los últimos 25 años. Hay que señalar que en ese dato no se contabilizan los parados que ya han agotado los subsidios por desempleo, de forma que la cifra real de parados en EEUU puede estar superando ya el 17% real. No es de extrañar cuando la fórmula ha sido recortar costes de producción despidiendo a los trabajadores mejor pagados, y disminuyendo los salarios y aumentando los ritmos de trabajo y la jornada para el resto.
La dificultad radica en que, mientras siga existiendo ese enorme número de parados, lo que a su vez hace disminuir los salarios, es imposible reactivar el consumo (aproximadamente un 70% del PIB estadounidense), que es el problema de fondo de la actual crisis. El gasto familiar disminuyó un 0,6% en 2009, la mayor caída desde hace 35 años. El crédito está cerrado para las empresas y demasiado caro para las familias de los asalariados norteamericanos, endeudadas hasta las cejas.
Por otro lado, el aumento acelerado del déficit público acerca el horizonte de una auténtica quiebra del Estado. The New York Times abría sus ediciones del pasado 16 de enero con un alarmante análisis en el que se preguntaba qué posibilidades tiene EEUU de seguir siendo una gran potencia con semejante déficit. Por su parte, en un editorial titulado Las duras decisiones pendientes, The Washington Post advertía que EEUU está abocado a “un futuro insostenible”. El propio Obama, al anunciar sus cuentas, admitió: “Son unos presupuestos que reflejan la gravedad de los problemas a los que hacemos frente: estamos en guerra, nuestra economía ha perdido siete millones de puestos de trabajo y el Estado está sumergido en una profunda deuda”.
La cosa tiene difícil solución desde entro de la lógica del sistema capitalista. Si se inyecta capital para aumentar el empleo y no se logra un efecto apreciable a corto plazo, se habrá incrementado aún más el déficit para nada. Si, por el contrario, se recorta el gasto público para controlar el déficit, se dificulta la recuperación de la economía. Obama parece haber cogido por la calle de en medio, con lo que el peligro radica en que ni se cree empleo ni se reduzca el déficit.
Pero todavía hay una bomba de relojería en el corazón mismo del sistema: el “apalancamiento financiero” (crecimiento de los negocios mediante el endeudamiento financiero sin respaldo) ha dejado una montaña de “activos tóxicos” en poder de los bancos y las grandes corporaciones que aún está lejos de aflorar y que siguen inflando artificialmente los balances al estar sobrevalorados. A corto plazo, esa sobrevaloración es la única forma para que contablemente sigan habiendo beneficios que repartir. A medio y no tan largo plazo, es la garantía de un nuevo crash económico.
La diferencia es que, entonces, ya no habrán recursos públicos suficientes para nuevos “rescates”.
(*) Teodoro Santana es miembro del Comité Central del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
independenciaysocialismo@hotmail.com