“Desquiciado país esté donde la maledicencia, el chisme y la insidia constituyen la sal de la vida. Donde nadie escapa al ácido de la murmuración y donde todo el mundo se solaza con el mal ajeno.”
Ramón Díaz Sánchez
Medios como Globovisión siempre han existido. Durante la guerra de Independencia el personaje que encarna un asco como Globovisión fue el periodista mulato y médico llamado José Domingo Díaz. Más tarde este papel lo asumirá Leocadio Guzmán quien a fuerza de injurias, infamias, calumnias e inventos a través de sus periódicos tratará de amedrentar al dragón del militarismo, para cogerse él el poder y acabar implantando (con su hijo) peores injusticias y robos de todo tipo. En su famoso libro “Guzmán –Elipse de una ambición de Poder”, de Ramón Díaz Sánchez, vemos s este personaje pretender convertirse en el San Jorge que pretende redimir con su pluma el poder de los civiles, pero desde un ángulo tan pérfido y degenerado como el de los propios generales desalmados.
En noviembre de 1824 comienza este mozalbete a desafiar al poder militar con sus artículos que publica en “El Constitucional Caraqueño” y arma con su pluma tal revuelo que la gente comienza a preguntarse quién es el audaz ya tanto se atreve. Desde ese día Guzmán descubre su destino, y como dice Díaz Sánchez, “advierte la expectación, la palpa, se nutre de ella. Al fin ha triunfado en la calle, los caraqueños le miran y sus ojos parecen preguntarle, “¿pero estás en vivo todavía?”
De ahora en adelante navegará de escándalo en escándalo. Por un escrito suyo en “El Vigilante”, hizo movilizar a Páez desde Maracay a Caracas. Páez ordenó a su ayudante el coronel Marturell, prender al escritor. A Guzmán, el Intendente Escalona lo encierra en el Cuartel General. Hubo entonces protestas públicas firmadas por varios ciudadanos. El periódico “El Vigilante” comenzó con los argumentos leguleyéricos diciendo que no siendo el Cuartel General lugar para destierro ni de pena, no se explicaba por qué había sido conducido allí.
Con este escándalo Guzmán ya tenía creada la fama que buscaba. “Así se forja, por un golpe de audacia espectacular, en medio de los albores de la República, la fama de un hombre llamado fatigar la publicidad Caracas, enamorada de la saña, novelera y sentimental, rodea a ese hombre como una aureola de popularidad. Y Guzmán, embriagado por su primer triunfo, no vacila en llevar su empresa al último extremo seguido desde el propio Cuartel del caudillo recurre a la Corte Suprema del Norte, calificando su pretensión como un atropello. La sociedad se estremece es seguido la municipalidad protesta de seguido el colombiano también Felipe Fermín Paul, abogado de los Bolívar, asume la defensa del reo, y Francisco Javier Yanes, presidente de la Corte, falla en favor de éste porqué la Constitución garantiza la libertad de imprenta y ningún ciudadano puede ser juzgado sino por sus jueces naturales. [1]“
El 24 marzo 1825 Guzmán en sus manos el arma más poderosa destrozar a sus enemigos y para desintegrar a la Gran Colombia: “El Argos”.
Seguimos al libro de Díaz Sánchez en el que señala que este es un periódico que en sus primeros números no excede las dimensiones de un pañuelo, que corresponde al formato que en el lenguaje tipográfico se llama octavo menor y su lectura se distribuye en cuatro páginas impresas en tipo claro y elegante. Cada página se divide, a su vez, en dos columnas. Sus impresores, los franceses hermanos Devisme, acababan de instalar su taller entre las esquinas de Pajaritos y Mercaderes.
Santander a su vez estaba preparando su Globovisión en Bogotá, que reunía en realidad un conglomerado mediático bestial de más de veinte periódicos, incluida la “Gaceta de Colombia, “El Constitucional”, “El Astrónomo”, “El Noticiozote”, “El Traquitraque”, etc., entre muchos otros.
Nos dice Díaz Sánchez: “Los hombres, sedientos de libertad, dispuestos a morir por la más ideal de las deidades, esgrimen sus plumas como lanzas de luz. “El Argos” utiliza un pensamiento del Abate Raynal: la columna del poder no tiene otra base que la opinión.
Leocadio Guzmán se empata en el debate sobre el tema de la Monarquía que acabará destruyendo a la Gran Colombia, por cierto que era un asunto introducido en la opinión pública por el mulato realista José Domingo Díaz El Gazetero. Es un tema plagado de intrigas con el que se procura comprometer el prestigio del Libertador y el desbordante personalismo de Páez. El asunto también lo recogen los periódicos de nueva Granada con habilidad, principalmente por el propio vicepresidente de la República.
Corren bolas, en el periódico “El Noticiozote”, de Bogotá, difunde que un francés había invitado Libertador a que se coronase. Salta Guzmán y condena el rumor “porque aún cuando Páez manifieste cierta simpatía por las ideas napoleónicas, el pueblo se muestra furiosamente republicano.”
En realidad “El Argos” obedece a una línea preconcebida y simple de apoyo a Páez y guerra a Santander.
Dice Díaz Sánchez: “El nuevo periódico es solicitado por los burócratas y los militares, los artesanos y los escritores. Penetra en las sacristías, en los colegios y en las casonas mantuanas. Pronto invadirá las bodegas y las guarderías, mentideros por excelencia adonde van los hombres más por comentar las noticias que por hacerse rapar las barbas o extraer las muelas. La barbería, en esta Caracas auroral, es la antesala de la gloria. Los holgazanes, los cómicos, los calentadores de serenatas parten de allí hacia todos los rincones de la ciudad su sabrosa carga de chistes y de bolas. Guzmán lo sabe y sueña conquistar este reducto que su intuición le anuncia ya como la tierra donde se apoyarán las plantas del Aquiles futuro.”
En su segundo número y largos comenta de nuevo los rumores de monarquía.
En su número cuatro, correspondiente al 8 abril 1825, expresa su satisfacción por presentarse al público en doble tamaño a los 15 días de haber nacido, merced al favor que le han dispensado los buenos patriotas suscribiéndose.
“Comienza la guerra contra Santander y la defensa de Páez de manera disimulada. Cada semana los papeles bogotanos llevan hacia el sur oleadas de prosa destinada a impresionar a Bolívar. Mientras Santander escribía Caracas cartas melifluas para inmovilizar a Páez y mantenerle en una especie de letargo… En el número seis El Argos ataca la reelección de Santander en la vicepresidencia: “Santander otra vez-exclama Guzmán-. De ninguna manera. Serían una placa para Colombia otros cuatro años de su pésima administración".
José de Lima y Abreu
“El caso de José de Lima y Abreu, oriundo de Brasil y miembro de una de las mejores familia de de ese país habíase distinguido por su valor y su pundonor. Dueño de una esmerada educación, llegó a conquistarla unos académicos con sus trabajos históricos. En su patria alcanzó el grado de capitán de artillería, y si tuvo que huir a Colombia ello debióse a la parte que tomara en la primera revolución brasileña en favor de la independencia, lo que hizo después de ver morir a su padre frente al pelotón de fusileros. Ya incorporado al ejército colombiano, Abreu participó en acciones tan importantes como las de queseras del medio, hará buscar, pantano de Vargas y Boyacá. El propio país, de quien fue oficial, llegó a calificarle de guapo, adjetivo, quien labios del centauro equivalía al mejor de los elogios.”
Exigía Guzmán que de Lima no debía ejercer el cargo de Jefe de Estado Mayor por su incapacidad, por sus escasos méritos, por carecer de la confianza del general en jefe, por no tener tampoco la del ejército, porque a largo tiempo que el ojo perspicaz del general Bolívar lo anuló para con sus compañeros de armas, porque su valor no está acreditado, porque su opinión está perdida, porque siempre se ha ocupado en inclinar a los jefes actos arbitrarios que desacreditan la autoridad militar y la indisponen con el pueblo, y por 1000 razones más, que veremos a su tiempo, si este señor nos obligare de hacerlo”.
“El 8 septiembre 1825, día consagrado por los caraqueños del siglo XIX a las brujas y a las ánimas del purgatorio, Guzmán sale de su vivienda entre 8:09 de la noche. De improviso, surgiendo de las tinieblas y del silencio, una sombra corta el paso Guzmán y los pliegues de una capa militar borran el halo amarillo de la esquina. Ante las pupilas del periodista brilla el trazo de un sable su rostro recibe la mordedura de la sigo piernas se niegan a sostenerle. Es la agresión, la represalia violenta,... Su cuerpo rueda entre el lobo y el sable de Abreu y Lima desgarra sus carnes y sus ropas con reiterados golpes. Las lecciones de esgrima tomadas en la academia de los hermanos René de nada sirven a nuestro héroe en esta oportunidad.”
Quince días permanecerá el Argos en suspenso. Cuando reaparece el 23 septiembre 1825 el periodista quiere convertir la sangre vertida por el símbolo de las ideas: "el ojo de la historia -dice en su editorial de ese día-, el de nosotros mismos, cuando recorra complacer la marcha del pueblo que uniforma a Colombia, lo verá como arado para arrancar la libertad a sus tiranos las espadas de ese ejército libertador brillarán a la luz del sol teñidas en la negra sangre enemiga, y la de Lima se presentará manchada con la de un inocente ciudadano, con la de un escritor público. Cuando se considere el cuidado con que este mismo pueblo ha levantado el nuevo edificio social y dotádolo de todo el gusto del siglo en que nació, entonces a Lima se le verá no ya bajando los más bellas flores, si no queriendo en su pie barro cuando el arte divino de Apeles retrate al vivo las hazañas de Colombia, aquí se verá una joven heroica resistir con serenidad al espectro aterrador de la muerte para salvar la libertad sus hermanas, más allá un noble guerrero se verá atacar a las masas enemigas, acullá y en todas partes se verá arrostrar los peligros, olvidarse de la vida y de la muerte y sólo pensar en la libertad entre tanto, el crimen merece ser pintado, aparecerá la empresa del teniente coronel Lima. ¡¡¡Qué triste cuadro!!! Rodeado de las sombras de la noche, embutido en una puerta, con la espada de la muerte en la mano lo presenta del artista con los ojos ávidos aguardando un compatriota indefenso; en otra parte, consumada su obra, un escritor que defiende el pueblo se verá bañado en su sangre, y Lima con su espada homicida, presentará al vivo la imagen de la desesperación y de los remordimientos, huyendo de la justicia y de la razón”.
Concluye Díaz Sánchez: “No era Abreu y Lima quien mereciese ser retratado por el divino Apeles para ejemplo de una humanidad hambrienta de justicia. Por otra parte, en un sentido estrictamente filosófico, lo justo es recibir lo mismo queramos, y consumaron no recibí aquí si no lo que había dado: violencia. Con la vara que midas serás medido, lo que siembres cosecharás. No sólo la agresión material implica barbarie. También la agresión moral, la difamación y la incuria, que exponen a los hombres al desprecio público y levantan en su corazón el sentimiento de la venganza.”
[1]“Guzmán –Elipse de una ambición de Poder”, de Ramón Díaz Sánchez, Editorial Mediterráneo, Madrid, 1968, pág. 35.
jsantroz@gmail.com