Producto de la larga y pertinaz noche mediática contra el Presidente Chávez, medio país ha enloquecido; podríamos decir que casi todo el país está tocado. Y por esta misma causa, millones de venezolanos han enfermado, muchos han muerto incluso de cáncer en el estómago, en los riñones, en los pulmones, por infartos, ACV,… una lista pasmosa en medio de una guerra desintegradora que poco a poco ha ido minando la salud de todos nosotros. Porque no es posible ver impasible una monstruosa mentira y calumnia por un medio, sin que ella llegue a provocar un terrible mal en cada uno de nosotros.
Y producto de ese vendaval de catastróficas falsedades, día a día, minuto a minuto, también millones de seres en esa oposición asfixiada y secuestrada por esos medios, también están enfermos, delirantes, a tris de adquirir un mal irreversible.
En nuestro bando sólo se conocen los que mueren abaleados por la ultra-derecha, los casi trescientos campesinos asesinados por los latifundistas, los estudiantes revolucionarios acribillados en Mérida por una policía infiltrada, los que cayeron en Puente Llaguno, los que han sido víctima, por ejemplo, del sicariato como el caso Giandominico Puliti o del atentado en contra del Fiscal valiente Danilo Anderson.
Tantos caídos en esta revolución que se inició en 1998. Pero lo que menos nos podíamos imaginar era que esa epidemia bestial producto del acoso incesante de los medios, llegara un día a tocar al Presidente Chávez. Nunca hubiese imaginado, que este hombre que solía decir: “A mí me pueden decir lo que quieran que no yo no les hago caso…” Pero era imposible que eso sucediera porque Chávez es un ser muy humano, muy sensible. Y fue acumulando tanto dolor, tantas injusticias, penas, ahogos, traiciones, inconsecuencias, vilezas, lacayismo… que todo aquello tenía que tomar un cauce, minar horriblemente su salud, hasta que llegó ese momento en La Habana...
Pero ocurrió un hecho pasmoso, parecido al cuento de Rey Desnudo. Repentinamente, a los enfermos antichavistas se les quitó un velo bestial cuando se anunció que nuestro presidente tenía un cáncer. Por un momento el aciago mundo artificial de los medios desapareció, y pusieron los pies sobre la tierra. Fue como si por un instante dejaran de bailar al son que les tocaba Globovisión, y sintieran que ya era hora de dejar de jugar el papel que les imponía el Matacuras y toda su cohorte de terroristas, y se preguntaron: ¿Y ahora qué va a ser de nuestro país sin Chávez? El propio Matacuras se chorreó llegando a decir que Chávez era valiente anunciando en un comunicado el mal que tenía. Ellos llegaron por un instante a darse cuenta de que más les vale que Chávez siga vivo, porque en cierto modo eso representa su seguridad también.
Sin Chávez, ellos no podrán seguir impunemente matando gente en este país. Esa fue la clarividente realidad que les asaltó a todos ellos.
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