Esta poderosa asociación de Sapos y Putas (a la que le besa los pies el Pedro León Zapata de la metra) va por el mundo chantajeando gobiernos y diciéndoles que si no le dan pautas a sus medios, negocios y contratos, los sancionaran en la próxima conferencia; y como la mayoría de los gobiernos en Latinoamérica son producto del consenso de Washington, pues se dejan. Nada les cuesta dejarse.
Nos recuerda el escritor chileno Hernán Uribe que Agustín Edwards fue a la vez vicepresidente de la SIP y de la Coca Cola, y que su periódico “El Mercurio” se autoclausuró por un día (no fue editado ni circuló) so pretexto de que estaba siendo amenazado por el gobierno de Allende y con el objetivo de armar un escándalo desinformativo que clamara por su cierre. Idéntico a las bombas que se autocolocaron Globovisión y “Así es la noticia” para que luego en el mundo se culpara a Chávez. “Las falacias –añadía Uribe- fueron de tal carácter que la campaña denunciaba que se agrediría a la prensa cortándole el suministro de papel. La verdad: el gobierno no tenía arte ni parte en el negocio del papel, ya que el productor monopólico de ese elemento era una empresa privada”, idéntico a lo que “El Nacional” ha dicho contra Chávez.
Sin embargo, cuando la dictadura de Pinochet liquidó la libertad de expresión, los únicos diarios permitidos, “El Mercurio” y “La Tercera”, como asimismo la SIP, permanecieron mudos de protesta durante 17 años. ¡Lo mismo que ocurrió aquí cuando el Carmonazo, dígase entonces si son o no putas y sapos!
Cualquiera que vea los titulares de “El Nacional” sabe que están rediseñados por la CIA, con el único objetivo de desestabilizar, de promover caos y angustia en los débiles mentales de los escuálidos que hoy por ejemplo salen otra vez con la estupidez de: “no se metan con mis hijos”, “no queremos que los cubanicen”, etc. “The New York Times” citó el 26 de diciembre de 1977 a un alto funcionario de la CIA quien declaró que la SIP era “una fuente de acciones encubiertas”. Una de las tareas primordiales de la SIP es colocar en la picota al país que se salga de sus viles patrones dictatoriales, impositivos y explotadores. Es por ello por lo que desde hace seis años los titulares de “El Nacional” son siempre negativos, simplistas, miserables, culpando al gobierno de todo lo malo que pasa en el país.
¿Pero qué tal esa foto de esos tres abnegados luchadores venezolanos, por la libertad de prensa, que aparecen al lado del presidente de Panamá Martín Torrijos: Asdrúbal Aguiar, Miguel Henrique Otero y Rafael Poleo? Los tres perversos cochinitos de la CIA, sudando la gota gorda para que Bush, el tal Roger Noriega y la draculeana negrita Condolezza dirijan sus portaaviones contra Venezuela. Tres tristes cerdos, digo, que ya perdieron toda credibilidad entre nosotros, implorando que de una vez por todas se saque de circulación a Chávez. El tal Asdrúbal Aguiar, ex ministro de Caldera y quien fue el portentoso abogado defensor de Vinicio Carrera, aquel ministro de Transporte y Comunicaciones que cargó con una camionada de dólares y que con ellos hasta se compró un título nobiliario en Londres. Este repugnante y cacafónico leguleyo de protuberante rabo de paja que vive en cuatro manos ansiando que lo adopte cualquier macanudo marine jubilado. El pobrecito Rafael Poleo o Pujafeo (véase el libro “Las Jineteras”), quien trabajó para Miguel Ángel Capriles en los negros años de Cadena ultra-anticomunista, y quien desde mozo trabaja para la CIA. Y finalmente, el verde verde que naciste verde (copeyano) del Bobolongo Miguel Henrique, cogiendo titulares a ocho columnas, para pedir que se condene al régimen de Venezuela. ¿Se acuerdan cuando Rafael Pujafeo fundó “El Nuevo País” de la mano de su pana Jaime Lusinchi con el único objeto de que defendiera a su amante Blanca Ibáñez, y el día que se celebró con champaña la apertura de este diario aparecía el Presidente de la República con un “Nuevo País” en el bolsillo de su paltó? Pues bien, este Pujafeo es otro de los portentosos de la libertad de expresión en Venezuela.
¿Quién carajo elige en el mundo a los sapos de la SIP, que todos trabajan al servicio de las grandes transnacionales de la comunicación, para venir a declarar que se les está castrando (unos tipos que nacieron si huevos), de que se les está amordazando (unos tipos sin agallas) y se les está torturando (unos rubicundos cerdos a los que jamás se les ha tocado un pelo) en Venezuela y en Argentina?.
La declaración contra Argentina se produce por el boicot que se le declaró a las estaciones de servicio de la Shell.
Pero claro, reciben jugosos cheques en dólares del Departamento de Estado, jugosos negocios y tienen que salir a partir lanzas contra el “tirano Chávez”.
Todo el mundo sabe que para pertenecer a la SIP hay que ser multimillonario, hay que tener grandes conexiones con los negocios de la multimedia en el Norte. Ningún pobre periodista puede pertenecer a la SIP.
Más aún, ni Bobolongo Otero, ni Pujafeo ni el cacafónico Aguiar son realmente periodistas, sino dueños de medios. Bobolongo Otero, por ejemplo, es licenciado en Matemáticas graduado en la UCV e hijo de un escritor venezolano. Más nada.
No hay que olvidar que la CIA manejó en Chile a la gran prensa a través de los afiliados de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en una criminal y abominable campaña de propaganda negra contra Allende. Pues, esos son los mismos que chillan diciendo que los quieren castrar, cuando si se les ausculta sólo por encima todo el mundo caerá en la cuenta de que esto es imposible porque nunca han tenido gónadas.
A la SIP pertenece el Bloque de Prensa Venezolano (BPV) que se apoya en la Asociación Mundial de Diarios (WAN), y un montón de puticas reunidas en ONG’s que se dicen periodistas "independientes", defensores de la libertad de prensa, metidas en esa lacra llamada “Reporteros Sin Fronteras” (RSF).
La SIP, por ejemplo, a través del Bobolongo Otero, le ha ordenado a Zapata (Zapatazos) que todas sus caricaturas tengan que estar referidas al “tirano”, y como ellos (los de la SIP) son los supremos sapos del planeta, el Zapata debe mostrar sólo sapos con trajes militares para que subliminalmente la atención no se dirija a ellos. Un peo que tienen bien enterrado entre ceja y ceja. Y el Leoncito cumple al pie de la letra lo que le ordenan. Y es tal la fijación, que como él se guinda desmedidamente de los escuálidos nísperos de Bobolongo, también incluye en sus caricaturas lo relativo a los “jala mecates”, cuando nadie en el mundo puede ser más jala-jala que él.