Arrecho con Mario Silva: “Se metieron con mi amá”, dijo el miserable Bobolongo, el que más ha ofendido al pueblo venezolano

 

Nunca toquéis ni con el pétalo de una rosa a una poderosa puta mediática, reza en el frontispicio de todos los burdeles que administra la SIP. Sobre todo si esa puta tiene elevado pedigrí familiar (y de seguro que debe tenerlo para ser tan descomedida y lanzada). La putilla se ha ofendido terriblemente porque le han tocado a su amá. “Con mi amá no se metan”, ha gritado ardorosamente la más bellaca de las insignes perras mediáticas que no hay madre chavista que él no haya despreciado de la manera más vil y degradante.

Pero vean esta pequeña ristra de inmundas bazofias que esta suprema bellaca de los medios ha lanzado contra el pueblo venezolano, sobre todo aquel año terrible de 2002, él mister Bobolongo que pretende, insistimos, que no lo toquen ni con el pétalo de una rosa.

Sobre todo, cuando mister Bobolongo escribió el 14 de octubre de 2002, contra todos los simpatizantes del Presidente Chávez, entre los cuales sin duda se encuentran todos los padres y todas las madres chavistas de este país, nos encontramos Mario Silva y yo: “al mismo lumpen de siempre, convertidos en sempiternos pasajeros de autobuses, con un bollo de pan y una carterita de ron, para que vengan a dar vivas al gran embaucador de la comarca.”)

Y ahora viene a hablarnos de respeto, de dignidad y que su periódico nunca ofende a nadie.

¡Monsergas!

Y uno todo tenemos que tragárnoslo, ¿pero en nombre de qué?; pues, de la misma impunidad que aquí ha imperado desde siempre con estos pertinaces profesionales de la mentira y del escarnio. Él, Bobolongo, que debería estar desde hace años tras las rejas, por calumniador de millones de venezolanos, ahora salta ofendido por las verdades que se le destapan.

Veamos esta ristra de inmundos editoriales de Bobolongo, en aquella época del 2002, él quien sale a decir que su ética es impoluta, que es el hombre que más respeta la dignidad de las personas:

Retos y cómplices

La renuncia de Hugo Chávez a la Presidencia de la República ha sido un episodio de significación histórica, no sólo por las circunstancias en que se llevó a cabo sino por las posibilidades que se le abren a todos los venezolanos. Chávez tuvo el infortunio de malinterpretar sus funciones como jefe del Estado, y en lugar de actuar como representante de todos los sectores de la sociedad, se obstinó en dividir a los venezolanos. No tuvo éxito en sus prédicas, como fue demostrado el 11 de abril, cuando un gran río humano recorrió las grandes avenidas de la ciudad, desde el Parque del Este hasta el centro.

Sin embargo, tal vez sea prudente no desechar las posibilidades de que esa siembra de odios no haya dejado semillas que conviene prudentemente considerar. No para discriminar, sino para identificar los problemas que pudieran estimular los antagonismos sociales. En el país existe una situación de pobreza y de enormes dificultades de empleo, sanidad y educación, y atenderla es un compromiso ético y político de primera prioridad. Esto no se plantea sólo como consecuencia de la renuncia de Chávez a la Presidencia: como debe recordarse, ese fue el asunto central del acuerdo de gobernabilidad presentado al país por la CTV y Fedecámaras unas semanas atrás.

Afortunadamente, no se tiene que partir de cero. Varias instituciones se han venido preparando con seriedad y persistencia, a través de métodos multidisciplinarios, y existen proyectos y estudios que permiten ponerlos en práctica con la urgencia que todos compartimos. Esos proyectos pueden ser base o punto de partida para una acción del Estado, enriquecidos si fuere preciso por quienes a su vez han venido trabajando en el acuerdo de gobernabilidad.

Esta es una de las tareas que nos espera. Fue entendido así por la CTV y por Fedecámaras, y por todos los sectores que concurrieron en el gran acuerdo que se presentó al país y que fue descalificado por los chavistas, ocupados exclusivamente en robar el erario público y de disfrutar de las ventajas del poder de una manera grosera y ostentosa. No pocos de ellos salieron de la pobreza de la noche a la mañana, y se mudaron a lujosas viviendas en el este de la ciudad, compradas en dólares.

Desde luego que no habrían podido actuar con tal impunidad si los poderes públicos no hubieran sido reducidos a la sumisión y complicidad más abyectas. Nunca la Fiscalía o la Contraloría se habían arrodillado no sólo frente a un mediocre Presidente de la República como Chávez, sino ante cualquiera de sus empleados más cercanos, de la manera como hicieron estos dos funcionarios, indignos de la confianza que los venezolanos depositaron en ellos.

Ni qué decir, por supuesto, del Poder Electoral, verdadero mercado persa donde se compraban y vendían elecciones al mejor postor; ni del “defensor del puesto”, que así ha terminado por ser calificado sarcásticamente el representante de esta nueva institución que tantas esperanzas, en su momento, levantó entre la población. De estas iniciativas apenas ha quedado el engaño y la frustración.

Ha hecho bien el nuevo presidente Pedro Carmona Estanga en prescindir, de un plumazo, de estos esperpentos institucionales, devaluados ética y moralmente por la escasa gallardía con que sus representantes ejercieron el cargo. Mención especial merece el fiscal, quien horas antes de caer Chávez, ya se proponía ante las cámaras de la televisión como su posible sucesor. Valga decir, no se había muerto el esposo y ya le quería proponer matrimonio a la viuda en ciernes.

A excepción de los chavistas, que son los únicos que justifican (o tratan de acusar cobardemente a otros) de la masacre del 11 de abril y que no les duele para nada la muerte de un reportero gráfico, a quien se le disparó sólo porque cargaba una cámara en sus manos y eso lo identificaba como periodista, el resto de Venezuela sabe qué clases de pillos ejercía el poder en este país.

Ahora vienen con el cuento cínico, tal como lo dijo ayer el fiscal, del “golpe militar” para ocultar la responsabilidad de Hugo Chávez, al ordenar a sus colaboradores que se disparara a mansalva contra mujeres, niños y jóvenes desarmados.

Los criminales son, según el representante del Ministerio Público, quienes marcharon pacíficamente por las calles de Caracas y no los francotiradores del gobierno que desde los edificios públicos, como lo demuestran los videos de la televisión, mataron con saña y alevosía a gente inocente. Esos asesinos tienen hoy sus cómplices entre nosotros. Eso es intolerable.

HE AQUÍ OTRO EDITORIAL DE BOBOLONGO:

Editorial

Jornada de rebeldías

Los venezolanos vivieron ayer una jornada particularmente significativa para un pueblo acostumbrado, durante toda su historia, a luchar por la democracia y la libertad. Tanto la oposición civil como el sector militar dieron muestras claras de su vocación de cambio y de su firme voluntad de continuar adelante hasta que se logre un acuerdo general que ponga fin a las causas de los conflictos, y se devuelva a toda la sociedad la estabilidad que tanto anhela. Venezuela no había vivido, sin justificación política o ideológica valedera, una situación tan revuelta como la actual, que parece alimentarse de su propio caos y que sólo tiene alguna explicación en la demencia del propio Presidente y de la mediocridad del equipo que lo acompaña.

Nunca Venezuela había sido gobernada, aún en los peores tiempos, por una manga de incapaces que apenas hablan o intentan comunicar una idea, de inmediato la convierten en un disparate dirigido a causarle daño a los intereses de la república. Los venezolanos no habíamos padecido un Gobierno así y, desde luego, nos sorprende que alguien ponga tanto empeño en llegar a gobernar sólo para hundir a este país y de paso, regresarlo al pasado. La pregunta que nos hacemos todos es qué hizo que pudiéramos ser engañados de esa manera y qué, en algún momento, pudo provocar que un sector de la población aceptara que la idea de cambio social estaba encarnada en los bolivarianos. La respuesta a esa pregunta nos “vacunará” para no volver a cometer los mismos errores.

Para rescatar el país de estos esperpentos que nos gobiernan ahora hay que salir y tomar la calle. Grande fue el impacto que en los venezolanos tuvo la movilización de la sociedad civil para defender a la gente de Pdvsa que estaba siendo víctima de un plan siniestro para acallarlos, aislarlos y desprestigiarlos ante la opinión pública. No pocos fueron los argumentos que los voceros del Gobierno y el propio Presidente de la República utilizaron, minuto a minuto, para tratar de destruir la imagen de quienes sólo estaban presentando sus razones contrarias a una decisión del Ejecutivo, que afectaba, según su criterio, a la principal industria de Venezuela. Ese fue su delito: decirle al Presidente que fuese cuidadoso al elegir, para conducir a Pdvsa, a unas personas que no estaban a la altura de las exigencias que estos altos cargos imponen.

Basto y sobró: de inmediato los voceros oficiales y el propio mandatario se lanzaron como lobos enfurecidos contra los trabajadores de Pdvsa. “Perderán sus cargos; serán despedidos, todos están botados, las instalaciones serán militarizadas...”. Entre insultos y amenazas fueron pasando los días, y los trabajadores de Petróleos de Venezuela mantuvieron sus demandas, no perdieron la calma y conmovieron a los venezolanos con la justicia de sus peticiones. El cariño, la calidez y la solidaridad se inclinaron mayoritariamente hacia ellos. Hoy el Gobierno está contra la pared, sus acciones lucen represivas y despreciables, y son condenadas y repudiadas no sólo en el ámbito nacional sino también en el internacional. Cada vez que los apadrinados por Chávez aparecen en pantalla la gente los odia más y nota en ellos cada día más defectos y ruindades: ya no son sino marionetas burocráticas, pillos que quieren aparecer en nómina para acumular unos “realitos extras”.

Lo verdaderamente hermoso de todo esto es que la sociedad entera, al incorporarse a la lucha de los trabajadores de Pdvsa, se ha encontrado a sí misma frente a sus propios deberes democráticos y con la necesidad urgente de salir a la calle a movilizar a este país contra el autoritarismo y la mediocridad. Sólo por este aspecto ya estamos en deuda con la gente de Petróleos de Venezuela. Al salir a la calle a darle nuestro respaldo estamos recobrando un país que había sido secuestrado por un grupo de matones, sin ideología alguna, sin proyectos ni visión para conducirnos hacia la modernidad, ni ayudar a la derrota conjunta de la pobreza y el desempleo. Eso jamás estuvo en sus planes, sino el disfrute y la apropiación de los recursos del poder.

Esta batalla está llegando a su final. Altos integrantes de las Fuerzas Armadas se han dirigido ayer a la opinión pública para decirle la verdad al país no sólo sobre los planes de destruir progresivamente a la FAN, tal como se hizo en Cuba durante los primeros años de la revolución, sino sobre la complicidad mantenida a la sombra con los grupos guerrilleros colombianos. ¿Hasta cuándo tanta traición a Venezuela?

HE AQUÍ OTRO EDITORIAL DE BOBOLONGO:

EDITORIAL 

Los muertos de Hugo

Ya sabíamos de sus problemas mentales, también conocíamos que no era un hombre precisamente valiente y tendía a acobardarse en los momentos de combate, pero lo que en verdad ignorábamos, aunque lo presentíamos, era su falta de escrúpulos a la hora de ordenar a sus partidarios disparar contra gente indefensa, que marchaba en forma tranquila y pacífica por las calles de Caracas, y acribillarla sin compasión desde las azoteas cercanas a Miraflores, a manos de sus francotiradores bolivarianos muy bien entrenados en tierras extranjeras.

Con ese acto miserable y cruel usted cometió el peor de sus errores políticos y la mayor traición contra su patria, que le dio una oportunidad de dignificarla democráticamente y que, por el contrario, ha preferido mancillarla con esta masacre de gente inocente, cometida a la luz pública y que intentó esconder tras una cadena oficial, y luego con la suspensión de la señal de varias plantas de televisión.

Usted, que intentó hacer una carrera militar sin mayores resultados, porque nunca fue un oficial brillante ni talentoso, ha terminado por enlodar el uniforme y la institución que le dio una oportunidad en la vida: sin la Fuerza Armada usted no sería nadie, y ahora le paga esa oportunidad que le dieron desprestigiándola de la peor manera posible: cobijando a generales corruptos sólo porque son sus amigos, y ahora haciéndola cómplice de una masacre contra civiles desarmados. Con razón usted quería hace dos meses celebrar el 27 de febrero, esa fecha oscura y siniestra de nuestra vida democrática. Ya tiene usted su matanza, si es eso lo que le hacía falta a su currículum, la del 11 de abril (el 11-A), y puede festejarla en conjunto con Carlos Andrés Pérez, quien le entregó el sable que usted acaba de desenvainar cobardemente, sin dar la cara, desde las azoteas oficiales.

Dicen que la historia eleva o entierra a los hombres: a usted le ha reservado una fosa al lado de los mandatarios de Venezuela a los cuales se les menciona por sus atrocidades: bastó un día para que se le recuerde para siempre como el responsable de la masacre del 11 de abril. No es nada agradable pasar a la historia recordado no sólo por los familiares de las víctimas que usted mandó a matar, sino como el Presidente que resultó ser un vulgar matón de personas inocentes.

Mientras usted, Presidente, pretendía secuestrar la libertad de información, con una cadena inexplicable, en la cual trató de disimular inútilmente lo que ocurría a pocos metros de donde estaba hablando sin coordinación mental, el pueblo pacífico de Caracas era masacrado sin piedad, con decenas de muertos y heridos. A las víctimas del 4 de febrero, usted sumó la tarde de ayer otro balance trágico. Fueron los manifestantes que en disfrute de un derecho constitucional, se hicieron presentes para velar por la democracia y por la libertad de su país.

En la historia de las tortuosidades más primitivas de poder quedará registrada esa cadena, en la que usted permanecía impávido e indiferente, mientras un asistente le pasaba pequeñas notas informándolo de lo que sucedía en la calle. Quedará como un testimonio de su desprecio a la gente y al país. Usted pensó, erróneamente, que nadie se enteraría del episodio, pero una vez más cayó en sus propias redes. No sabía que, simultáneamente, la televisión trasmitía en la otra media pantalla las escenas más trágicas del desenlace de la marcha más impresionante y más multitudinaria que se vio nunca en Caracas.

Sus desmanes dictatoriales no se detuvieron allí. Ayer se le cayó su última máscara: decidió sacar del aire a los canales de televisión, Venevisión, Radio Caracas, Televen, CMT y Globovisión. Los amenazó con suspenderles sus licencias como si fuera el propietario del Estado, y como si Venezuela fuera una jungla. Usted no sólo ha violado las leyes venezolanas, sino que además viola (y no será impunemente) convenios internacionales del sistema hemisférico: se ha puesto al margen de la ley venezolana y al margen de la ley internacional.

La gigantesca marcha de ayer jueves tuvo como propósito reivindicar los derechos de la democracia venezolana, puesta en peligro por un régimen autocrático. Quienes marcharon de manera tan ejemplarmente pacífica, abogaban por el respeto a la gente de Petróleos de Venezuela, por el respeto a sus gerentes y trabajadores, y contra la politización de la gran corporación. Poseído por la soberbia y la inconsciencia, usted retó a todos los venezolanos, amenazó a toda la gente de Pdvsa y se obstinó, hasta los últimos minutos, en mantener a la junta de incapaces que envió allá para tomar el ente petrolero.

Su obsesión le cuesta a Venezuela incalculables pérdidas morales y materiales; ha desacreditado a nuestro país como proveedor confiable y ha perturbado toda una industria vital para nuestro pueblo. Nunca se había visto en esta tierra tanta demencia.

La soberbia suya ha ensangrentado la ciudad de Caracas. En la cadena se mostró indiferente. Formulando promesas desordenadas, sin ton ni son, con el único propósito de engañar y ganar tiempo, mostró una vez más su total alejamiento de la realidad. Masacre como la de ayer tarde no se había visto jamás en esta ciudad. Nuestro pueblo está malherido. Nuestro pueblo exige que sus derechos sean respetados y que los culpables sean duramente castigados. La sangre de tantas víctimas clamará por siempre.

Y ESTE OTRO:

Editorial 

Venezuela herida

Quizás no se haya registrado en la memoria de los venezolanos de los últimos cincuenta años mayores traumas que los vividos desde el 9 de abril hasta el amanecer del domingo 14, cuando el Presidente de la República fue liberado de su detención, regresó a Miraflores y le habló a los venezolanos. Fueron días en que el país fue puesto a prueba como nunca antes. Días, sin duda, que expresaron la etapa trágica de inestabilidad, enfrentamientos y divisiones de una sociedad que fue democrática, confió en el orden jurídico durante medio siglo, y cayó fatalmente en el azar de la violencia.

El 11 de abril una marcha ciudadana admirablemente pacífica, ordenada, multitudinaria y alegre, terminó en una horrenda masacre. A partir de entonces estallaron las fuerzas represadas, los antagonismos cultivados durante los últimos tres años, la división y anarquía de los militares que los condujo al arresto del presidente Chávez. No cabe duda de que el episodio fue exclusivamente militar, y fue resuelto entre militares. De modo que el dominio y la influencia absoluta sobre la Fuerza Armada que el Presidente pregonaba, no resultaron ciertas. Están seria y gravemente divididas, y restaurar su orden, su cohesión y su disciplina es una tarea apremiante, y eso no será logrado a través de los métodos utilizados hasta ahora por su comandante en jefe.

Son innumerables los análisis y las consideraciones que deben hacerse sobre los sucesos de esta semana de abril que pasará a la historia como una pesadilla. Sin ceder a su discurso tradicional, aunque confesó haber rezado con el cardenal Velasco en las playas profanas de La Orchila, el presidente Chávez hizo unas discretas promesas de rectificación, pidió una “oposición inteligente”, y, en última instancia que se le critique “leal y honestamente”. ¿Acaso la sociedad civil le ha criticado de otra manera, que no sea limpia y públicamente? Desde la oposición podría reclamarse también un “gobierno inteligente”, es decir, que no demore más de un mes para rectificar una decisión tan catastrófica como la designación de la directiva de Petróleos de Venezuela, encabezada por Gastón Parra Luzardo.

No hubo, ni pudo haber crítica más leal y más honesta que la formulada al Presidente de la República desde estas páginas, durante largas y tensas semanas, señalándole sus errores, y las consecuencias y daños irreversibles que su actitud le causaba nacional e internacionalmente, a Pdvsa. Fueron altas las pérdidas materiales. Pues, bien, señor Presidente, esa crítica nuestra fue justamente eso: una crítica leal y honestamente formulada. Tan verídica, tan angustiosamente compartida por los venezolanos, que usted mismo quiso terminar sus primeras palabras del regreso dándole al país la noticia de que esa junta directiva, nacida de sus caprichos, había dejado de existir.

La crisis de Pdvsa no fue una “conspiración mediática”: fue un conflicto que sacudió profundamente al país de un extremo al otro. La actitud presidencial contribuyó a enrarecer el clima que tuvo tan graves desenlaces. No se puede gobernar contra viento y marea, y no se puede enfrentar de modo sistemático el criterio de sectores claves de la sociedad.

Esta dura semana de abril nos dejó un país fracturado, espiritualmente desconcertado, y lleno se temores y aprensiones. La ciudad estuvo abandonada al azar de hordas desalmadas que ocupaban televisoras, amenazaban a los periódicos y sembraban el pánico. Dejaron un saldo devastador. La sensación de desamparo que reinó en Caracas fue terrible.

Esta vez, a diferencia del 27 de febrero, se extendió por todo el país. Esto tenemos que analizarlo con sensatez y voluntad de rectificación. Los militares dejaron la ciudad a merced de las turbas mientras luchaban entre ellos, en Fuerte Tiuna, por el poder. Es preciso dejar registrado este hecho para la historia, para que de alguna manera esto no vuelva a ocurrir.

El Presidente hizo un llamado a la rectificación. Debe traducirse en hechos. La peor noche de su vida, al encontrar a monseñor Baltazar Porras lo abrazó y le pidió perdón. El arzobispo lo bendijo y lo confortó en momentos tan difíciles. De los trágicos sucesos ojalá haya emergido un Presidente que no sólo pida una crítica “leal y honestamente” formulada, sino que se disponga a iniciar una etapa diferente de su Gobierno y de su estilo. O, sea, la democratización de su régimen, la búsqueda de un amplio diálogo no para perder el tiempo sino para lograr consensos de fondo. Venezuela sigue herida: no hay que dejarla morir.  

Sin duda ninguna que diario El Nacional ha esto metido hasta los calcañales en el asunto de los pranes en El Rodeo, y que con sus titulares y editoriales ha tratado de convertir esa reyerta en el símbolo más grandioso de la guerra mediática contra revolución bolivariana. Bobolongo, que utiliza las más bellacas y degeneradas manchetas contra el pueblo como cuando dijo que Chávez tenía el motor fundido cuando habló la última vez desde el Balcón del Pueblo.

Ahora, profundamente herido anuncia el inicio de una querella por difamación e injuria contra el conductor del programa de televisión La Hojilla, Mario Silva. Vamos Mario, alégrate de ese juicio para que le demuestres con creces toda la sentina que día a día ha lanzado contra el pueblo.

Y este guiñapo habla de dignidad. Dice: "No estoy pensando únicamente en la dignidad de mi madre, sino también en que no es posible que en los medios de comunicación, ni privados ni del Estado, puedan tener lugar, en un ambiente de total impunidad, expresiones tan grotescas de odio y de incitación a la violencia".  Él que se la pasa en eso precisamente lanzando encharcando a medio mundo con sus inmundicias periodísticas, con sus bajezas de nena herida y convulsa por cuanto la revolución hace en beneficio del pueblo.
¿Quién le va a rebajar la dignidad de la supuesta profesión de informar a quien cuya única profesión ha sido toda la vida la de difamar, mentir y denigrar de nuestros valores de nuestro pueblo? ¡Él, una de las supremas putas manipuladoras del país!
Ahora pretende venir como una ovejita Asimismo, exhortando “a los periodistas a hacer una mejor labor profesional para que los ciudadanos desechen los programas sustentados en el vilipendio y escojan los mensajes elaborados con sentido profesional y una base de respeto a los demás". Él que nunca ha respetado nada.

Y exclama: "Estamos en la obligación de oponernos a los profesionales del vilipendio", cuando el vilipendio es el arma diaria de su boca. Y como un cobarde pretende escudarse diciendo que “con la defensa del honor de mi madre se resguarda el honor y la dignidad de las madres venezolanas.” Él que en verdad se ha cansado de escupir sobre la dignidad de millones de madres chavistas.

Entonces Bobolongo interrogó al presidente Chávez: “quisiera preguntarle ¿cómo se sentiría si en un canal de televisión se ofendiera a su madre de una manera tan grave y grosera?”, Miserable, cuando se sabe que él se ha reído una mil veces cuando al presidente le mientan la madre, cuando él ha promovido desde sus páginas esa conducta, cuando incluso ha propiciado el mismo magnicidio. Cuando publicaba muertes de ciudadanos, como aniquilados por el gobierno cuando nunca habían existido.  Cuando promovió un golpe de estado y habló de Batalla Final.  Y viene con la mariquera de que él no desea que la demanda contra Mario se convierta en un tema político, cuando todo lo que Bobolongo está marcado por la injuria contra todo lo que tiene que ver chavismo.

y lo peor es cuando este tipejo señala el editor de El Nacional no se presta a insultos ni ofensas por el respeto a la dignidad de las personas y porque este tipo de mensajes no están permitidos por su Manual de estilo. !!!!!!!!!!!!!MISERABLE EMBUSTERO!!!!!!!!!!!!!!

Y habla de impunidad que lo lleva a proferir ofensas sin censura, cuando eso es lo que El Nacional ha hecho toda la vida.


jsantroz@gmail.com



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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