El diccionario de la Real Academia define telediario como: "Información de los acontecimientos más sobresalientes del día, transmitida por televisión." Pero esta es la definición teórica.
Para profundizar en la verdadera esencia de los telediarios, sería preciso analizar el concepto en sus distintas dimensiones, lo que sería motivo de un estudio más extenso, pero para este propósito bastará señalar las características más destacables de un telediario.
Desde el punto de vista del contenido, y siendo prácticos y realistas, un telediario podría definirse, entre otras muchas maneras, como un espacio de tiempo que las cadenas de televisión nos roban para llenarlo de elementos generalmente de muy bajo interés y utilidad para el espectador y a los que dan el nombre común y homogeneizador de "información" o noticias.
Pero más importante aún si cabe que el contenido es el "no contenido" de estos espacios informativos. Es decir, aquellos elementos informativos que no llegan a conocimiento del espectador debido a que otros elementos, generalmente de orden inferior, centran y ocupan toda la atención y todo el tiempo por el que se extiende un telediario.
¿Un telediario informa?
Es cierto que no todos los días ocurren hechos informativos de gran relevancia, pero los pocos más de treinta minutos netos que suelen durar estos espacios informativos seguirían siendo insuficientes si se quisiera prestar atención exclusivamente a conflictos humanos de todo tipo que en el último siglo no han encontrado un solo día de pausa, y cuyas consecuencias se extienden en el tiempo y caen en el olvido más inhumano e indignante, pero también en el olvido más interesado. Un par de ejemplos bastarán:
HAITÍ, ¿qué ha pasado en Haití después del lógico interés informativo inicial del terremoto de 2010?, ¿por qué un conflicto humano que no se ha resuelto y que, lejos de resolverse, se agrava día a día, no ocupa actualmente aunque sea un corto espacio de tiempo en los informativos?, ¿por qué los telediarios no han seguido manteniendo vivo el evidente interés informativo de uno de los países más pobres de la tierra, en el que el número de observadores y de contratistas "reconstructores" solo es superado por el número de muertos, de casos de cólera y de casos de aberraciones contra los más débiles y desvalidos?, ¿qué tiene que cambiar en la mente de quienes editan los telediarios para que este ejemplo no sea parte de ellos en lugar, por ejemplo, del último desfile de moda o del último disco de la cantante de moda (y no tan de moda)?
ISLANDIA, ¿qué fue de la revolución social de Islandia?, ¿qué fue de aquel pueblo que puso en busca y captura a los políticos y banqueros que llevaron al país por el camino de la codicia y lo metieron en el callejón de la ruina más absoluta?, ¿qué fue de aquel pueblo que se proveyó a sí mismo de una democracia infinitamente más avanzada que casi ningún otro país? Cualquiera de estos elementos es de mayor interés social y humano que la gran mayoría de las "noticias" que ocupan el lugar que, por derecho, le pertenece dentro de un espacio informativo como es un telediario. Aunque solo fuera por seguir el razonamiento básico de los editores de telediarios, es decir el elemento diferente y llamativo dentro de su entorno.
Tal vez las noticias humanas relacionadas con Islandia o con Haití no cuenten con la aportación económica que cuentan otras "noticias" que si tienen sus sitio en estos espacios informativos.
Pero hay muchos más ejemplos que se podrían citar:
España: 100.000 ciudadanos protestando contra los recortes sociales que son silenciados por los medios
Portugal: 300.000 portugueses protestando contra los recortes sociales, silenciados también en los telediarios
A veces, debido a la gran magnitud de los hechos informativos, todo intento de los editores de los telediarios de evitar su difusión solo alcanza para matizar y suavizar el propio hecho informativo a la medida de los intereses tras las cámaras. En este apartado destaca especialmente el trato anodino y superficial con que la mayoría de telediarios han tratado las graves y trascendentes revueltas acontecidas en Atenas como consecuencia de las medidas de austeridad impuestas por los estamentos financieros europeos y mundiales al pueblo griego. Este trato anodino y superficial es, en ocasiones mucho más dañino que la simple omisión de la noticia, que podría llegar a despertar en el espectador plural interés y recelo a partes iguales. Sin embargo, dar la noticia y tratarla de manera superficial y hasta tergiversada podría satisfacer inicialmente la curiosidad natural del espectador, que no sería jamás consciente de la verdadera gravedad del hecho informativo, finalidad última a la que parecen consagrados la mayoría de los telediarios.
Por deducción hay algo más, mucho más, detrás de los editores de los telediarios. Ellos solos, por sí mismos no pueden ser tan inhábiles, ni pueden sufrir tal deficiencia de objetividad, ni mucho menos simultáneamente. Un barrido de canales de televisión a la hora de los informativos permitirá comprobar la insana sintonía de elementos y tonos "informativos".
A pesar de todo, a pesar de que el espectador medio es cada vez más consciente de la relatividad de cualquier "noticia" de un telediario, la televisión sigue gozando de una credibilidad inusitada y absolutamente desmesurada y cada vez más inmerecida. Tal vez buena parte de culpa la tenga el propio espectador, que no es consciente plenamente de su absoluta libertad de elegir la vía por la que informarse o, si se quiere, de no elegir ninguna vía por la que desinformarse.
Puede que solo sean impresiones mías, pero estoy convencido de que sería muy conveniente, por absolutamente positivo, liquidar, eliminar la influencia nociva de los medios; pero para matar a los medios, el primer paso es morir como espectador.
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