Menos mal, dice uno. La vieja discusión acerca de la objetividad en la información, el ejercicio del periodismo y los medios, siempre la ha ganado la subjetividad. Demostrando así que los medios no están en el medio, por mucho que lo pregonen.
Y, aunque las categorías objetividad y subjetividad me parecen unas de las trampas del pensamiento positivista para seguir escindiendo la vida y toda realidad, a fin de impedir el acceso a la totalidad, a lo múltiple, a lo diverso y uno, en esta reflexión de hoy, hecho mano de ellas para reafirmar que el periodismo, ayer, ahora y, probablemente siempre, es también -y fundamentalmente- emoción o subjetividad, si se prefiere así.
Cabe entonces la pregunta: ¿qué cosa en los seres vivos y, especialmente, en los humanos no está movido, primordialmente, por las emociones?
Pero regresemos al planteamiento inicial, pese a la disgresión necesariamente contextualizadora, referida al periodismo, a la comunicación y a su ejercicio en una realidad social que está caracterizada por las divisiones de clases y a la lucha entre éstas.
En la sociedad donde la burguesía, los explotadores, conforman la clase dominante, son sus ideas las que dominan y se hacen del dominio colectivo, conformando una especie de sentido común programado. Una subjetividad programada o subjetividad de clase, que suele colocar en desventaja a los dominados, a los explotados, a la clase trabajadora y pobre que, pese a su condición de tal, reproducirá la subjetividad dominante y tratará de parecerse a sus dominadores.
Ésta, al menos hasta tanto esos dominados accedan -por una determinada práctica y ser social- a la conciencia de tales, a la conciencia proletaria.
De allí que el periodismo -entre muchísimas otras cosas, por no absolutizar diciendo: todas- en la sociedad capitalista, sea el periodismo de los explotadores y, bajo su égida, nazca también el periodismo que combate esas ideas (que propaga, agita, organiza y forma, para decirlo con V. I. Lenin).
Y, como lo hice al comienzo de esta nota, digo: menos mal. Menos mal porque nuestro periodismo, en Venezuela y en Nuestramérica en revolución, está comenzando a asumir la subjetividad de clase del proletariado. Es decir, se está comenzando a hacer un periodismo emocionalmente revolucionario, junto al pueblo y, por lo tanto, más próximo a la verdad y a la construcción de la sociedad de las y los iguales.
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