Hay que reconocer que la política comunicacional de nuestro Gobierno ha tenido innegables aciertos; si no, no hubiese sido posible enfrentar con algún éxito las andanadas intensas e incesantes de la canalla mediática nacional e internacional. Algunos de esos aciertos son notables, como la creación de Telesur y del Sistema Nacional de Medios Públicos, que intenta darle coherencia al mensaje oficial de la Revolución.
También es acertada la creación de medios impresos como el Correo del Orinoco y Ciudad Caracas, para mencionar los más importantes y populares. Sumemos a esto el estímulo y apoyo a los medios alternativos y comunitarios, que se ha dado como no lo ha hecho ningún otro gobierno en el mundo.
En los tiempos recientes, se ha hecho un esfuerzo loable para adaptarse a las nuevas plataformas tecnológicas e informáticas. Igualmente hay buenos programas informativos y de opinión, con algunos conductores y comunicadores bien preparados (y otros no tanto, hay que decirlo, tanto en el sentido de los programas como en el de los moderadores).
Citemos al presidente Chávez, quien en la juramentación de los nuevos ministros dijo:
"No hemos sido capaces de darle un viraje a la política comunicacional, hacerla más eficiente, en función de los logros. No es que sea mala nuestra política, no es que sean malos nuestros programas de televisión, pero nos concentramos en un tema y no salimos de ahí."
Y también al nuevo titular del MINCI, Ernesto Villegas, quien habló igualmente del asunto:
"Es probable que estemos hablándole demasiado a los convencidos, tenemos que ir más allá, tenemos que hablarle a toda Venezuela y además: Nos ocupamos de lo urgente y dejamos lo importante a un lado. Perdemos mucho tiempo peleando con la derecha, si no nos defendemos cómo hacer para no callar y otorgar, y eso también es una dinámica que hay que atender."
Hablemos, pues, de este tema
crucial.
Villegas es un muy buen periodista, un hombre inteligente y bien preparado para las lides de la comunicación. Ostenta una mentalidad abierta, es incisivo e inconforme, no se da por satisfecho con la apariencia de los hechos y trata de ir más allá de las capas superficiales de la realidad. Ha hecho un excelente trabajo al frente del diario Ciudad Caracas. Tiene las credenciales para ser un buen ministro.
El ministerio se ha ido conformando como un ente relativamente bien estructurado desde el punto de vista formal para las tareas que debe acometer.
Es decir, las condiciones generales parecen estar dadas como para que se haga un buen trabajo. Sin embargo, un aspecto fundamental ha sido descuidado desde siempre en el Gobierno revolucionario, sin el cual nada de lo dicho puede dar el rendimiento que se necesita. Pero no aterricemos todavía en esa pista, y apuntemos primero a lo que demuestra que nuestro trabajo comunicacional presenta lagunas que hay que superar para alcanzar nuevas cotas en la implantación del proyecto revolucionario.
Tenemos que hacernos un par de preguntas infaltables que ameritan respuestas, algunas inmediatas y otras en el mediano plazo. Una de ellas es ¿por qué el apoyo a la Revolución no crece porcentualmente, sobre todo en sectores sociales medios susceptibles de ser ganados para el proyecto revolucionario? Y otra: ¿Acaso no sigue clavado en buena parte del proletariado un concepto economicista, clientelar en la base de su apoyo a la Revolución? Otra más: ¿Es suficiente el amor por Chávez para garantizar el destino del proceso revolucionario? No son temas para nada menores.
En Venezuela hay sectores de las clases medias altas que jamás comulgarán con esta Revolución. Son subsidiarios económicos y culturales de la burguesía, y comparten sus intereses generales y su visión del mundo. Son conscientemente contrarrevolucionarios. En una revolución verdadera, no se puede esperar el respaldo de esos segmentos. Sin embargo, en estratos más bajos de las clases medias que aun votan por la derecha, es posible incidir para convencerlos de las bondades de nuestro proceso y liberarlos del yugo mental que les impone la burguesía y, sobre todo, sus medios serviles.
También es claro que muchos votantes pobres del chavismo no tienen el grado de conciencia que los convierta en apoyos duros de la Revolución. Buena parte de ellos son chavistas, aman al Presidente, en parte porque Chávez es un líder popular carismático y en parte porque son beneficiarios concretos de la Revolución, de las misiones y otras obras de justicia adelantadas por nuestro Gobierno, pero no tienen verdadera conciencia de clase. Eso explica en buena medida por qué no logramos la mayoría calificada en las más recientes elecciones parlamentarias. Una importante tajada del voto chavista se abstuvo y eso impidió, en aquella oportunidad, la victoria perfecta. Ese es un segmento del chavismo popular aun muy débil en su conciencia política y en su definición ideológica. La diferencia entra la votación chavista de 2010 (parlamentarias) y la de 2012 (presidenciales) es de alrededor de tres millones de votos, no es cualquier cosa.
No podemos caer en el autoengaño. Porcentualmente, nuestra votación presidencial sufrió una caída desde el 2006, cuando ganamos con el 62.8 de los sufragios, contra 55.2 en 2012, siete puntos menos. Esto es un problema, sin duda. Ganamos bien, contundentemente, es verdad, y la comparación no puede ser meramente matemática. Pero no subió el apoyo popular a la Revolución. Ocho millones de votos es bastante, pero la diferencia con 2006 (7 millones 300 mil por Chávez) se debe al aumento del padrón electoral y a la disminución de la abstención en 6 puntos (esta disminución parece haber favorecido más a la oposición, que aumentó casi 8 puntos porcentuales en comparación con 2006).
Ahora bien, en ese contexto, las mencionadas declaraciones de Chávez y Villegas son solo parcialmente correctas. Es verdad que debemos hacer nuestra política comunicacional más eficiente en función de los logros, pero eso debe hacerse apuntando más a lo cualitativo que a lo cuantitativo. Nuestros medios oficiales lo que más hacen es propaganda del Gobierno, diríamos que en demasía y en detrimento de otras necesidades estratégicamente más importantes, como las de índole ideológica. De manera que hacer más eficiente la propaganda de los logros no es hacer más propaganda, sino hacerla mejor. Hacen falta soplos de juventud, de modernidad, de creatividad, de poder convocatorio en nuestra propaganda, despojarla de oficialismo, popularizarla, y además segmentarla. Esto último tiene que ver con el asunto fundamental que aun no abordamos, por lo que pedimos un poco de paciencia.
En cuanto a lo dicho por Chávez de que nos concentramos en un tema y no salimos de ahí, hay ejemplos concretos. Fíjese el lector en el tema de las encuestas en la campaña electoral. Vimos un programa de opinión en VTV donde el moderador pasó una hora hablando de las encuestas. Las encuestas estaban bien como tema de propaganda electoral, ya que las más confiables nos favorecían. En un programa de opinión se las puede mencionar, en el marco de las elecciones al estilo burgués que aun nos caracterizan en varios sentidos. Pero eso no puede ser un tema de opinión que ocupe una hora de programación, eso es una banalidad, una superficialidad, un encumbramiento de valores burgueses del mercadeo electoral. También eso tiene que ver con temas que debemos aun resolver.
En referencia a lo que dice Villegas, en el sentido de que Es probable que estemos hablándole demasiado a los convencidos, tenemos que ir más allá, tenemos que hablarle a toda Venezuela, también es cierto solo en parte. Hay que seguir hablándole a los convencidos, para reforzarlos, y a los no convencidos para convencerlos. Es el tema, ya mencionado, de la segmentación de las audiencias, lo cual abordaremos más adelante. Comunicacionalmente, no existe toda Venezuela. Venezuela está dividida en clases y, desde el punto de vista técnico comunicacional, en segmentos. Claro, entendemos lo que dice Villegas cuando se refiere a toda Venezuela, pero debemos acotar que en la comunicación, el cómo es un tema de primera línea.
Otra cosa que debemos ver con cuidado es un asunto que abordó el nuevo ministro cuando asomó que Nos ocupamos de lo urgente y dejamos lo importante a un lado. Perdemos mucho tiempo peleando con la derecha, si no nos defendemos, cómo hacer para no callar y otorgar, y eso también es una dinámica que hay que atender. Lo de ocuparnos demasiado de lo urgente y dejar lo importante a un lado es una observación brillante, solo que ahora toca desmenuzarla. En cuanto a lo otro mucho cuidado. Villegas está claro en que no podemos dejar el campo mediático libre para que la canalla haga lo que quiera. Por eso son tan importantes los programas duros de combate, como La Hojilla, Cayendo y Corriendo, La Talanquera, por mencionar algunos. Han dado y están dando una batalla fundamental, en un terreno donde se usa armas de alto calibre y no se trata de juegos florales. Es una batalla recia, radical, y no puede ser de otra manera. Mucho cuidado, pues, con convalidar los frecuentes ataques de la burguesía contra estos programas. En nuestro caso, hubo un momento en que la burguesía, a través de Internet, utilizó fragmentos de La Talanquera, no para atacarnos realmente a nosotros, sino para cargar contra ANTV. Estos programas son muy apreciados por el pueblo, ya que constituyen una égida, un escudo contra los embates inclementes de la canalla mediática. Ahora bien, claro que pueden ser mejorados, porque en Revolución todo puede ser mejorado. Pero deben ser juzgados positivamente, y preservar su estilo combativo y descarnado, aun introduciendo cambios que los hagan más precisos, más efectivos y quizá menos sectarios en cierto sentido. Eso debe formar parte de las revisiones.
En lo que se refiere a poner de lado lo importante en función de lo urgente, es una frase de alto calibre. A dejar comunicacionalmente lo importante frecuentemente de lado, quizá se deba en buena parte que el avance de la conciencia de clase del proletariado aun no tenga el ritmo de crecimiento deseado. Mucha propaganda, poca formación ideológica, he allí un problema. Deberíamos comenzar por formar mejor a nuestros comunicadores, armarlos más férreamente con conceptos de la teoría social, apertrecharlos con la conciencia de clase que ellos deben transmitir, dotarlos de un más amplio conocimiento de la historia de las luchas sociales, y del pensamiento social y económico, incentivarlos a ser más analíticos y menos esquemáticos o repetitivos. Que sean comunicadores y no propagandistas, ya que en tanto mejor comunicadores sean, mejor podrán propagar las ideas revolucionarias. En fin, otro tema para debatir.
Y así, llegamos al llegadero de este análisis. No basta con tener un buen ministro y una relativamente adecuada estructura formal, si nos falta la columna vertebral de las comunicaciones, el alma de la fiesta comunicacional: la estrategia. No hemos definido nunca una estrategia de largo aliento para nuestras comunicaciones, actuamos al voleo, de manera reactiva, en el día a día, sin norte ni destino, o con estrategias puntuales de alcance limitado.
¿Qué es una estrategia? Se trata de un término que proviene del lenguaje militar., y su definición enciclopédica es básicamente suficiente: se trata de un conjunto de acciones planificadas sistemáticamente en el tiempo que se lleva a cabo para lograr un determinado fin o misión. Los principios de la estrategia militar pueden ser aplicados como un calco, de manera general, a lo comunicacional: la estrategia militar parte de un análisis de las condiciones del enemigo, tiempo, terreno y medios de combate, a fin de establecer el uso más eficiente de las potencialidades de las propias tropas, dirigidas a lograr la derrota del adversario al menor costo material, humano, político y económico posible.
Extendámonos y a la vez simplifiquemos. Los pasos de una estrategia comunicacional podemos definirlos respondiendo a las siguientes preguntas:
1.- ¿Dónde estamos? En qué momento de las comunicaciones revolucionarias nos encontramos en relación con las metas de la Revolución Bolivariana y en qué situación están las fuerzas del enemigo.
2.- ¿Con qué contamos? Cuáles son nuestros medios y herramientas concretas en la actualidad.
3.- ¿Cuál es nuestro objetivo general o estratégico? Definición sucinta de una gran meta, del tipo Alcanzar en los próximos seis años un respaldo popular a la Revolución no menor del 75% de los venezolanos (todos los ejemplos aquí dados son hipotéticos, a manera didáctica) Es lo que en estrategia militar se traduciría, por ejemplo, en liberar un amplio territorio dado que está en manos del enemigo.
4.- ¿Cuáles son nuestros objetivos parciales o tácticos? En lo militar equivaldría a tomar tal colina, tal puente, tal población, tal cuartel, etc. En lo posible, los objetivos parciales o tácticos deben ser mensurables en el tiempo. Por ejemplo: cuántos comités de comunicación con las clases medias constituimos en un año, o cuántos comunicadores del SNMP recibieron cursos de formación complementaria en teoría social, historia de las luchas sociales, fundamentos programáticos de la Revolución Bolivariana en un lapso similar, etc.
5.- ¿Cuáles son nuestras audiencias? Es lo que se llama segmentación. No tenemos un solo público, sino varios públicos diferenciados. Esto no solo se refiere a gente, sino también a instituciones, organismos, empresas, interlocutores internacionales, etc.
6.- ¿Cómo debemos hablar? Cada público requiere de unos contenidos, lenguaje, tono y medios diferenciados, según sus características particulares.
7.- ¿Qué medios utilizar? Tiene mucho que ver con los públicos-objetivo. Se trata de seleccionar los medios a utilizar para cada caso, analizando su posible rendimiento en todos los sentidos, incluido el económico. Medios audiovisuales masivos o no, impresos, electrónicos, alternativos, etc.
8.- ¿Qué aspectos organizacionales se necesita resolver para cumplir la estrategia? Imaginemos una flota que debe navegar unas aguas para arribar a una isla o un territorio predeterminado. La flota necesita barcos, capitanes, oficiales, tripulaciones, aparejos, insumos de mantenimiento, disposición general para ese viaje determinado. No es lo mismo navegar de La Guaira a Curazao que de Puerto La Cruz a Tenerife. La organización es la flota para nuestro viaje comunicacional que nos llevara al territorio del objetivo general.
9.- ¿Quién debe asumir la estrategia? La respuesta es sencilla: todos los involucrados. La estrategia, una vez formulada, consultada y aprobada, debe ser asumida a plenitud y en su totalidad por todos los capitanes, oficiales y tripulantes. Debe ser la brújula que nos guié a todos hacia nuestro destino.
Cómo podemos ver, no estamos dando recetas específicas ni pontificando sobre acciones concretas a emprender. Eso es parte del debate. Solo estamos recordando, no estamos inventando nada, asuntos de Perogrullo que aun así a veces se olvidan. Solo queremos aportar, pues es nuestro deber.
francia41@gmail.com