Es indudable que se viven tiempos de mediatización de la sociedad y los medios, convertidos en escenarios privilegiados del debate político, pautan y reseñan las normas de confrontación y de supuesta convivencia. En Venezuela la polarización política se expresa fundamentalmente a través de dos bloques mediáticos: pro gobierno y pro oposición, con algunas excepciones que “milagrosamente” han logrado sobreponerse a las fuerzas socio políticas polarizantes.
Razones de diversa índole han encaminado al país a la procura de nuevas normas de convivencia y el ejecutivo irrumpe contra la dictadura mediática, toma la iniciativa y convoca a su terreno, Miraflores, a dueños y directivos de empresas comunicacionales de oposición, acérrimos enemigos políticos.
Comienza, aparentemente, desde el sector privado, una política de despolitización de los medios, lo cual no necesariamente supone que abandonen su rol de actores políticos y dejen de ser los escenarios primados del debate político y las campañas electorales. No olvidemos la situación de falencia y fragilidad de los partidos, devenidos en simples maquinarias electorales.
La venta del más virulento canal de oposición, Globovisión, inaugura en la política venezolana un melodrama mediático en capítulos, que arranca con nuevos dueños, el cambio de directiva del canal y la primera baja. Continúa con la reestructuración de la programación y los desencuentros con figuras claves que desembocan en despidos y renuncias, novelescamente explicados por las supuestas víctimas. Luego, desde el sector oficial, el caso Mario Silva y la dramática salida de La Hojilla del espectro comunicacional oficial, concitan las más diversas interpretaciones que transitan entre la racionalidad y la afectividad.
La mediatizada política pierde así a sus más beligerantes exponentes, especie de héroes quienes perversamente definen las pautas de la confrontación político-ideológica.
En ausencia de un verdadero líder, dotado de poder y prestigio, para amar y con el cual identificarse, la oposición había desarrollado con Globovisión y determinados comunicadores histriónicos de ese canal, ahora devenido en villano mediático, una suerte de comunión, adoración y deseos de obediencia política. El encuentro con el dolor y el engaño definen la reacción de la traicionada oposición y da pie al próximo capítulo, “se rompió el amor” con el canal/partido, voz de la MUD, operador político y emblema de los sectores más radicales. Continuará.
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