Son tiempos de revisión, reflexión y recomposición. Impera la incertidumbre, lo que ayer era cierto, hoy no lo es y mañana ¿quién sabe? Movimientos y reacomodos en el ámbito mediático, anuncian cambios de orientación político-partidista, que a su vez incidirán en los términos en los cuales está planteada la “batalla” mediática.
Un tsunami sacude el espectro televisivo. La venta del canal emblemático de la oposición, concita dudas sobre compradores y sus razones “…nadie compraría… un canal si no tuviera la garantía gubernamental de que va a seguir al aire: "La estrategia oficial fue exitosa". Desaparición de programas claves y de conductores emblemáticos, involucrados en la confrontación y en el uso de la información con fines políticos. Audiencias adictas, ahora en situación de orfandad mediática, con síntomas del síndrome de abstinencia informativa. Conductores y anclas especialistas en la desinformación, “virtuosos mediáticos”, devotos de las reglas político-partidistas emanadas de la línea editorial del medio en cuestión. Adiestrados para observar e informar desde una trinchera política, suerte de deformación profesional que se traduce en una incapacidad entrenada para registrar con equilibrio la realidad. “Psicosis ocupacional” que les dificultará, en el corto y mediano plazo, cumplir con cualquier política editorial que demande un mayor equilibrio informativo. Entrenados para la guerra y desentrenados para la convivencia y tolerancia con el adversario.
¿Han claudicado entonces los medios televisivos? ¿Recrudecerá la guerra mediática desde los impresos? Curiosamente el nuevo editor adjunto de El Nacional, feroz adversario del gobierno, afirma que "El periodismo no es para tumbar gobiernos". Sin embargo, continúa la implacable crítica a la gestión de gobierno y la línea de desconocimiento de logros; la deslegitimación de las elecciones y del CNE (“árbitro vendido”). Ello en combinación con la promoción de Capriles en tanto líder nacional e internacional de la oposición”. Se agudiza el cerco mediático internacional, en combinación con protestas concertadas en diferentes países y con el apoyo de organizaciones internacionales (SIP, AIR HRW), supuestamente preocupadas porque el Gobierno fomenta la polarización y “silencia las voces disidentes”. Mientras tanto el SIBCI reactiva y lentamente procura su ajuste al nuevo panorama mediático.