Algunos analistas políticos de nuestro continente han decretado varias veces en los últimos años el “fin del ALBA”, algo que, a juzgar por los recientes encuentros en Guayaquil y Cochabamba, parece más bien ser un deseo que una realidad.
Vargas Llosa, Montaner y compañía, y particularmente algunos medios masivos de comunicación –Globovisión, La Nación, Clarín, ABC, Infobae, entre otros- han emprendido una campaña sistemática de desinformación y demonización, denostando y atacando constantemente al bloque regional liderado por Venezuela, Cuba, Bolivia y Ecuador. El porqué ha sido claro: le adjudican –con razón- ser el motivo principal de la derrota del ALCA en nuestro continente, en conjunto con otros gobiernos que en Mar del Plata en 2005 dieron por tierra con las intenciones de Washington. Y, en la actualidad, le reprochan ser el contrapeso “natural” a la Alianza del Pacífico, el bloque que ellos creen que hay que fortalecer para volver a someter a América Latina y el Caribe a EEUU y la Unión Europea.
Las cumbres de Guayaquil y el caso Snowden
En ese contexto regional se desarrolló, en Guayaquil, la XII reunión de presidentes del ALBA. Durante su instalación, el anfitrión Rafael Correa condenó nuevamente el bloqueo a Cuba y afirmó: “Este es un espacio político. Por supuesto: para tomar decisiones y orientaciones políticas. Con una ideología clara”. Tras ello se manifestó contra la ocupación británica sobre las Islas Malvinas y preguntó, en referencia a EEUU: “¿Qué se está haciendo sobre el mayor caso de espionaje de la historia de la humanidad, denunciado por el ciudadano norteamericano Edward Snowden?”. Las palabras de Correa no fueron ingenuas: han sido precisamente los países del ALBA quienes le ofrecieron asilo humanitario y político a Snowden durante su travesía en el aeropuerto Sheremtievo de Moscú, antes que la propia Rusia le diera permiso –transitorio- para quedarse allí.
Luego de la reunión presidencial, Nicolás Maduro, Evo Morales y el propio Correa participaron de un acto de masas junto a los Movimientos Sociales hacia el ALBA de Ecuador, y a algunas delegaciones que llegaron de otros países de Nuestra América. Antes, los movimientos sociales habían tenido su propio espacio de debate, que se plasmó en la "Declaración de Guayaquil”, donde afirmaron, entre otras cosas, que “alentamos a nuestros gobiernos a profundizar la construcción de una América Latina y un Caribe liberados de todo rezago de patriarcado, de racismo, de colonialismo, de neocolonialismo, del dominio del capital, del control de los emporios financieros y mediáticos y del poder de las transnacionales.”
Cochabamba y la Cumbre Antiimperialista
Días después, en Cochabamba (Bolivia), se realizó la Cumbre Antiimperialista y Anticolonialista, lanzada luego del incidente diplomático que sufrió Evo Morales en Europa. En el documento de cierre se hace una reflexión profunda del momento que vive el continente, y sobre los peligros en curso se destaca que “la llamada Alianza del Pacífico es el instrumento para reeditar los acuerdos regionales de libre comercio, para eliminar nuestra soberanía económica, jurídica y para capturar nuestros recursos naturales a través de las transnacionales”. Hay una certeza inocultable: el relanzamiento de la Alianza del Pacífico, y su dinamismo en los últimos dos años, deben llamarnos a la reflexión. EEUU no se ha quedado con los “brazos cruzados” tras la contundente derrota de Mar del Plata: ha profundizado la política de Tratados de Libre Comercio –principalmente con los países que componen la Alianza del Pacífico- y el despliegue de bases norteamericanas en América Latina y el Caribe, y, tal como quedó demostrado en la reciente visita de John Kerry a Brasil, ha incrementado el espionaje a nuestros países (“Kerry justificó el espionaje en Brasil”, Página/12, 14/08/2013). No reflexionar profundamente sobre esto, y, sobre todo, no actuar en consecuencia, podría ser un grave riesgo para las diversas experiencias de cambio social que transita nuestro continente. El optimismo por el momento que vive el continente en la búsqueda de su segunda y definitiva independencia no debe ocultar el peligro que significaría la posible reversibilidad de estos procesos de cambio.
En el discurso de cierre del evento, Evo Morales destacó que “esta cumbre antiimperialista nos debe permitir relanzar en los pueblos del mundo nuestra ideología, como trabajadores del campo y la ciudad (…). Relanzar el antiimperialismo. Queremos naciones donde no haya oligarquías ni monarquías, sino gobiernos del pueblo, para gobernar desde los movimientos sociales”. Esta concepción, de “mandar obedeciendo”, debe ser la premisa de acción de los gobiernos de la región que se planteen un desarrollo autónomo a futuro.
Momento de definiciones a nivel continental
Por todo lo dicho, es claro que nuestros países viven momentos de definiciones. Las elecciones presidenciales en Honduras en noviembre próximo –con buenas chances, según los primeros sondeos, para Xiomara Castro de Zelaya-, y las elecciones regionales en Venezuela en diciembre serán una importante prueba para los movimientos sociales a escala continental, pero también, particularmente, para Libre (Partido Libertad y Refundación), el Gran Polo Patriótico, y el PSUV. También, claro, las presidenciales del 2014 en Bolivia, donde Evo irá por un nuevo mandato por el Socialismo Comunitario y el Buen Vivir, graficarán el momento que vive el MAS y los movimientos sociales bolivianos.
Las resoluciones que se han tomado, tanto en Guayaquil como en Cochabamba, ilustran las potencialidades que tendría un repotenciamiento de la experiencia del ALBA, al ser el bloque regional con mayor homogeneidad ideológica, política, social, económica y cultural en nuestro continente. La única manera de contrarrestar efectivamente el avance de la Alianza del Pacífico, es fortalecer, solidificar y reimpulsar esta experiencia, vinculando el accionar de sus Estados y sus movimientos sociales.
Juan Manuel Karg
Licenciado en Ciencia Política UBA