Globovisión inauguró transmisiones en 1994, en el canal 33 de la banda UHF (Ultra High Frequency/ Frecuencia Ultra Alta), para el Área Metropolitana de Caracas. Por lo anterior, si Globovisión empezó a emitir en 1994, según nuestros cálculos, su concesión de 20 años debería caducar en 2014. Al inicio, la estación de la Alta Florida era una mera “repetidora” del fenecido Telenoticias (posterior CBS Telenoticias), competencia de ECO (Televisa) y más tarde de CNN en Español, en la TV por suscripción. A través de los años, la parrilla de programación del 33 fue llenándose, de manera tímida, con contenido propio y se fue desplazando a CBS Telenoticias, hasta que la filial latina de la segunda cadena de televisión estadounidense fue cerrada en 2000.
El alcance de Globovisión en señal abierta estuvo limitado a Caracas y Valencia, por lo tanto su impacto mediático era muy bajo. Sin embargo, en 1999 varios sistemas satelitales y de cable comenzaron a retransmitir Globovisión y fue allí que sus niveles de audiencia se dispararon. Desde un principio, ante el arribo del Comandante Hugo Chávez a la Presidencia de la República, en 1999, el canal adoptó una postura de “wait and see” (esperar y ver), e incluso “coqueteó” con el novel mandatario y sus primeras medidas gubernamentales. Fue lo que se denominó “la luna de miel” de la plutocracia con la Revolución Bolivariana. Todavía recordamos cómo Globovisión se empalmaba en vivo con Cubavisión para aparentar “objetividad” e “imparcialidad”. También “encadenarse” a los “Aló Presidente” era un acto casi religioso en el 33, cada semana, para congraciarse con Chávez e intentar engatusarlo. En la génesis de su gestión, el Comandante solía tildar a la estación con el remoquete de “Plomovisión” y en consecuencia, en la Alta Florida procedieron a identificar un programa de la planta con dicho apelativo. Eran los tiempos en los que Chávez era algo “pintoresco” y “novedoso” para la burguesía: el objetivo era domesticar a “la bestia” con las lisonjas del discurso tramposo y complaciente. Pero con la Habilitante de 2001, la oligarquía cayó en cuenta de que el hijo de Sabaneta iba en serio y se acabaron las alabanzas de la reacción. La guerra se había desatado.
El papel de Globovisión como elemento desestabilizador ha sido más que manifiesto: el llamamiento descarado a desconocer las leyes fue una constante en programas y noticieros de la estación por más de 14 años. De hecho, la CIA implementó su manual de operaciones psicológicas a través de las pantallas de los medios privados de comunicación y Globovisión era el que ostentaba la batuta de tan macabra hazaña: el Golpe de Estado de 2002 y el Sabotaje Petrolero de 2002-2003, fueron el clímax de la avasallante estrategia imperial. El objetivo era provocar una guerra civil en Venezuela y tener la ocasión propicia para una intervención militar directa de Estados Unidos en nuestra nación. De hecho, la concesión de Globovisión pudo haber sido revocada hace varios años por violación flagrante de la Ley Orgánica de Telecomunicaciones (2000) que en su artículo 171, apartado sexto, establece lo siguiente: “Sin perjuicio de las multas que corresponda aplicar de conformidad con lo previsto en esta Ley, será sancionado con la REVOCATORIA de la habilitación administrativa o concesión, según el caso (...) El que utilice o permita el uso de los servicios de telecomunicaciones para los cuales está habilitado, como medios para coadyuvar en la comisión de delitos (...)”.
El daño psicológico que ha ocasionado Globovisión a cientos de miles de venezolanos es imperdonable y los principales culpables son sus antiguos accionistas mayoritarios: Nelson Mezerhane y Guillermo Zuloaga (*). Ni siquiera la tramoya de lo que se perfila como una venta ficticia, puede evadir la responsabilidad de un canal de televisión que ha sido utilizado como una vil arma de destrucción masiva.
CAMERO SIMULÓ LA VENTA DE TELEVEN Y LUEGO REGRESÓ: ¿EN GLOBOVISIÓN SE REPITE LA HISTORIA?
Televen salió al aire en julio de 1988 y se convertía en el tercer canal de señal abierta en Caracas, lo cual devino en un dolor de cabeza para el duopolio RCTV-Venevisión. La repartición de la “torta” publicitaria había sido sacralizada por la dupla Phelps-Cisneros y no había lugar para un tercer competidor. La “ira de los dioses” se enfiló contra Televen y el pugilato entre las estaciones no se hizo esperar: desde el famoso desalojo de Mecedores hasta el ataque despiadado en espacios humorísticos como Radio Rochela, donde bautizaron al canal de Omar Camero como “Roboven”. Sin duda, el dueño de Televen había sido beneficiado con esa codiciada concesión en el Valle de Caracas, debido a sus estrechos vínculos con Jaime Lusinchi, Presidente de la República para entonces, y la amante de éste, la “secretaria privada” Blanca Ibáñez.
Pero la victoria de Carlos Andrés Pérez en diciembre de 1988 y su posterior toma de posesión en 1989, trajeron consigo el ocaso del “lusinchismo” y su persecución en todos los ámbitos de la vida pública. La cacería no sólo estaba justificada por los innumerables casos de corrupción de la administración saliente, sino también por añejas rencillas entre facciones del mismo partido Acción Democrática. Por lo tanto, al ser Camero un aliado de Lusinchi e Ibáñez, también cayó en desgracia: tuvo que irse del país y más tarde hizo una extraña transacción en la que Venevisión adquirió buena parte del paquete accionario de Televen. Años después, al “enfriarse” la situación, Omar Camero regresó y retomó el control del canal 10.
Con tal precedente, es muy probable que Guillermo Zuloaga haya obrado en ídem dirección con el “affaire” Globovisión: simular una venta y después, en un momento crítico determinado, volver y hacerse del timón en la Alta Florida. La actual reingeniería en el 33 ha buscado borrar un pasado colmado de injurias y desaciertos, no obstante, el peligro está latente. Las operaciones psicológicas persisten aunque ahora sean más sutiles y con caras nuevas. ¿Daremos una segunda oportunidad a Globovisión? Pues ya sabemos lo que acontece cuando se ofrece la otra mejilla al enemigo.
(*) Desde luego, no podemos omitir a personajes funestos como Alberto Federico Ravell, director de Globovisión hasta 2010; y Leopoldo Castillo, conductor de “Aló Ciudadano”, espacio emitido hasta 2013.