Este sábado 15 de febrero y como de costumbre, salí con mi compañera de toda la vida a dar una paseo. Ella entre las diligencias o asuntos que debía tratar este sábado, estaba el de hacerse arreglos en las uñas en un centro de mucho renombre en la zona norte del estado Anzoátegui: Plaza Mayor. Yo generalmente la dejo en esos menesteres, camino y regreso cuando creo que todo está listo.
Llegué y aún no estaba lista. Lo que presencie y oí, por supuesto uno no lo oye en ningún medio ni audiovisual ni escrito, pero lo que oí, me llevó, por las apariencias de las mujeres que ahí estaban, que eran más o menos 15 mujeres entre 20 y 30 años a preguntarme: ¿De dónde sale tal cosa? ¿No es posible que esto sea producto de una lluvia y la gente tenga este tipo de sentimiento, así por así? Sin dudas estas mujeres son parte del grupo de venezolanas y venezolanos que dicen sentirse muy mal con el problema de la delincuencia y la violencia.
Después de haber oído un ojala mate a ese P de Maduro, Concluí que no hay otra explicación. Ese sentimiento asesino y matón viene de los medios que los filtran subliminalmente y el consumidor se lo traga no muy subliminalmente.
¿Qué oí en al esperar a mi compañera sentado?
Entré al salón donde prestan servicio de maniqiur y peluquería, mucho antes de que mi compañera estuviera lista. Observé antes de sentarme a esperar, que en el salón habían mujeres, lindas, tal vez y por la dimensiones de algunas partes de su cuerpos, muchas de ellas eran chica plásticas física y mentalmente. Ninguna tenía apariencia de malandra o de chusma. Muy finas, hasta en el detalle de las uñas. Me dije: con unas uñas así, es imposible que puedan hacer una arepa.
A excepción del el puesto donde estaba mi compañera y la persona que le prestaba el servicio, aquello era un concierto de asesinas y matonas. Sentado veía ese grupo de mujeres, jóvenes, lindas y muy finas hablando de política y del momento actual. Por momento vi una pandilla de malandras drogadas. Mi señora estaba ahí porque la persona que le prestaba ese servicio siempre ha sido ella y se comunican cuando ella se muda de un sitio a otro, que es muy frecuente en este tipo de trabajo.
Las mujeres con sus respectivas trabajadoras que las atendían trataban el asunto de estos días en Caracas y otros estados del país. Ya era mucho oír las demostraciones de afectos que mostraban hacia las personas que estaban al frente de estas acciones vandálicas. Pero el tema giraba sobre ese asunto. En momento de la conversación, una de las jovencitas colocó la guinda a la temática al expresar con su cara muy alegre: Ojala mate a ese p de Maduro. Supongo que un malandro que apuesta por la muerte de alguien, su cara debe ser un drama. Aquí observé mucha naturalidad en su cara, pero tal vez mucho odio sembrado al interior de su humanidad, que se siente muy bien al querer y desear la muerte de alguien.
Recordé la anécdota que relató Maduro sobre el joven que deseaba matarlo. Me dije; tal vez ese joven, había sido sistemáticamente preparado para querer y desear esto, pero esta joven no la creí en eso y lo peor, lo dijo y todas con excepción de mi compañera y la persona que le hacía el trabajo, hicieron una demostración con su cara muy sonreída para confirmar el deseo de una muerte al p. de Maduro.
Salimos del salón y mi compañera no soltó una palabra en el trayecto hacia el sitio donde habíamos dejado el carro. Al sentarse y asegurarse el cinturón, dijo: viéndolo bien, unos malandros son más educaditos. Estas cosas de matar o querer matar alguien no la discuten a viva voz en salón de juegos de billar. Dijo después y con mucho sentido: No es tanta la diferencia entre matar a una persona y desear matarla.