María Victoria hizo todo lo posible por no ir a ver Pelo Malo, largometraje venezolano ganador de la Concha de Oro a la Mejor Película del Festival de Cine de San Sebastián, en España. Cuando recogí a mi hija en la casa me dijo “te tengo malas noticias, no vamos a llegar a tiempo”. Mientras rodábamos hacia un centro comercial del Este del Este le pregunté por qué estaba tan renuente a ir al cine, que no llegaríamos a tiempo, y me dijo más o menos esto: “no me gusta el cine venezolano, mami. Cada vez que voy salgo deprimida. Dígame cuando vi Hermano (Marcel Rasquin, 2010). ¡Que película tan triste! Todas son tristes. Siempre hay sangre, muertes, violencia. Malandros matando gente, tiroteos. No entiendo porque es así. Aquí pasan cosas distintas a eso. Somos gente feliz, nos reímos siempre. Aquí hace calor, llueve. Salvo la del beisbol que vi en estos días, las demás son historias de muertes”. No supe que contestarle. Solo balbuceé un “en esta no hay muertes, no te deprimirás”. Más tardecita sabríamos que no era cierto eso. No tiene que haber sangre para deprimirse.
La historia es sencilla. Un niño quiere alisarse el cabello para la foto del colegio y la madre sospecha que es homosexual. Hay muy buenas actuaciones de Samantha Castillo (Marta, madre del niño) y de Samuel Lange Zambrano (Junior, hijo de Marta). La historia transcurre en zonas populares de Caracas. El tema político trasnversaliza los ciento treinta y tres minutos de cinta. Se oyen noticias permanentemente, casi una banda sonora, de distintas situaciones que nos sugieren que vivimos en un país de locos donde la gente se corta el cabello en solidaridad con el Presidente enfermo, donde alguien mata a su madre también por Chávez y donde recomiendan a la gente que se disfrace de teniente coronel. Una especie de hacienda con un caporal militar al frente.
Las locaciones no tienen el más mínimo atisbo de mostrar alguna imagen amable de Caracas, aunque Caracas también es amable. Al contrario buscaron las más feas, sucias, caóticas. La pobreza como estigma. Un hospital donde un médico mal atiende a la madre confundida y homofóbica, un bloque escarapelado, paradas de carritos por puesto con gente triste y de cierre un himno nacional mal cantado con un niño con corte militar. María intento salirse luego de una hora y pico de proyección. “Esto parece no terminar nunca”.
"Yo hice esta película para curarme de la angustia de ver tanta intolerancia. Pensar distinto a los otros, ser diferente, no es un problema, al contrario es lo más hermoso que tiene el ser humano”, dijo la directora Mariana Rondón cuando recibió el premio en España. Celebramos que piense distinto. Esperamos que se haya curado toda la angustia. Concluimos que es una película para sí misma. Y celebramos poder decir que no compartimos la visión catastrófica del país que muestra la película y que ahora entendemos por qué se ganó tan importante premio. Sigamos.