Por bienintencionada que sea la costosísima propaganda oficial sobre las propiedades nutricionales alimenticias y medicinales de algunas frutas, yerbas, carnes y afines, aquella resulta contraproducente en nuestra sociedad que sigue siendo burguesa hasta el tuétano y el cuello.
La contraproducción de este tipo de propaganda en contra del consumidor, inocentemente (?) divulgada por la TVN y otros medios oficiales, responde a que hasta el más ignaro de los vendedores de frutas, toda la cadena de intermediarios y los fabricantes o cultivadores de mayor rango económico, en seguida, en el acto, como movidos por un resorte cargado, suben los precios de esos bienes tanto los que se hallen en su estado natural como los de sus enlatados y demás mercancías derivadas de tales alimentos y medicinas. Téngase en cuenta que la estructura de costos sirve para determinar el valor, pero no para el cálculo de la ganancia en cuya formación intervienen otros factores que concomitan en la compraventa de una mercancía ya preñada de plusvalor, como son las condiciones de oferta, de demanda y de la intervención del Estado.
La tremenda pendejada cometida por el Estado es tal que, en ese orden de ideas, les ahorra a los aprovechadores los elevados costos publicitarios correspondientes porque el pendejo Estado la ha cogido por asumirlos. Hay intereses infiltrados en esos medios oficiales, y de esto no tenemos la menor duda. (Algo parecido a ese nuevo y capcioso interés por gente no afecta al gobierno para que el gobierno suba el precio de la gasolina).
Como sábese, la publicidad comercial capitalista busca vender hasta las mercancías más innecesarias y hasta dañinas a la salud, y se acogen al libre criterio de los consumidores para que estos se dejen atrapar con ese engaño mediático, como lo hacen en Política y en cuestiones ideológicas, porque cualesquiera acciones del Estado en contra de semejante publicidad las consideran violatoria de los “supremos” derechos del fabricante y de sus intermediarios para estafar de lo lindo a esos ingenuos y ya alienados y pendejos consumidores, o sea, el Estado, según estos empresarios de la publicidad o propaganda comercial, debe mirar para otro lado, porque sólo así esos empresarios privados le darían el visto bueno y dejarían gobernar “en paz” a quienes se hallen al frente de responsabilidades administrativas burocráticas.