A raíz de los tristemente célebres acontecimientos del lunes 08 de mayo del corriente, en oportunidad de la presentación de los jurados del premio nacional de periodismo 2006 en la mismísima sede del Ministerio de Comunicación e información, nos hacemos varias preguntas.
¿Hasta dónde es válido cuestionar las estructuras heredadas?
¿Quién pone los límites a los cuestionamientos?
¿A nombre de quién una diputada que supuestamente defiende la revolución sale a apuntalar una ley tan anacrónica como la del ejercicio del periodismo?
¿Dónde queda el respaldo y el apoyo recíproco?
¿Cómo defendemos estas actitudes de quienes supuestamente están en el mismo barco construyendo la misma revolución?
Creemos profundamente que las revoluciones no se hacen a medias, o cuestionamos y refundamos todos los elementos del tejido social o poco a poco la contra irá minando (como ya lo hace) los avances.
Vemos con estupefacción cómo se deslindan algunos funcionarios de los intereses de la mayoría, cómo rápidamente se olvidad de que están allí gracias a que la gente organizada o no salió a buscar al presidente el 12 de abril.
Nos parece increíble cómo el MCI le montó el tinglado para que ejerciera semejante vocería este elemento indeseable que funge como presidente del colegio de periodista y más impresionante todavía es que una diputada supuestamente bolivariana salga a defender ese esperpento jurídico anticonstitucional como lo es la fulana ley de ejercicio del periodismo.
Entendemos y respetamos los logros gremiales y las reivindicaciones laborales, pero esto no se debe confundir con la verdadera discusión de fondo que es el cambio radical y profundo de la estructura comunicacional del país. Y creemos que este cambio debe incluir a todos los protagonistas de este complejo tejido de la comunicación.
No se puede intentar legislas ni hacer interpretaciones sin tomar en cuenta la realidad de la calle, que es la que marca la pauta. No puede quedar en manos de funcionarios iluminados ni en individualidades el diseño de acciones y políticas que afectan a muchos.
Las luchas gremiales no deben ser esgrimidas para atajar cambios profundos que la sociedad demanda a gritos y que cada día se hacen más necesarios. Aun quedan muchos reductos donde anidan las viejas formas de organización social y si realmente queremos emprender el camino hacia el socialismo del siglo XXI debemos cuestionar y revisar TODO el tejido social sin excepciones, sin cuartitos reservados para los que temen perder “largos años de lucha”. O ponemos todo sobre la mesa o no ponemos nada, las revoluciones no se hacen a medias.
Sabemos que romper las formas no es tarea fácil, así como enfrentarse a lo desconocido engendra temores, pero es en este preciso lugar donde debemos demostrar nuestro compromiso revolucionario.
En el área comunicacional vemos como día a día se desdibujan los límites entre los comunicadores sociales profesionales y los comunicadores alternativos y comunitarios. Esto es un simple ejemplo de cómo la realidad se impone y exige de nosotros una reinterpretación de las estructuras que hemos creado. Hasta nombrar las cosas se hace complicado cuando intentamos decir, periodistas, comunicacdores, medios privados, medios de difusión, medios de información, etc. Esto es clara evidencia de que la realidad va más rápido que nuestra capacidad de asimilación.
Bueno… esto es normal en momentos revolucionarios, no podemos esperar menos. Debemos forzar los conceptos sin temor a la historia y no confundir las luchas.