No quisiera ser crítica de una individualidad en particular. Quisiera, más bien, referirme a una forma de hacer periodismo que, en mi opinión, está completamente reñida con lo que ese oficio tiene de dedicación, abnegación, credibilidad y equilibrio.
La clase de periodismo que desde hace rato se hace en Venezuela, sobre todo el de la televisión comercial privada, cada vez se me parece más a los shows mayameros: caras bonitas y sesos vacíos, con un discurso pobre que irremediablemente los conduce al panfleto.
Es un periodismo que ni siquiera te hace cosquillas, mucho menos ha de inquietar a nadie intelectualmente. Aderezado con sonrisas de a juro, botox y silicona, intenta tapar lo más vacuo del ser humano, para ganarse unos reales y seguir en el “top” de los “talk shows”, deleitando a un público muy similar que no exige nada más.
Es un periodismo que, definitivamente, ya no tiene cabida en un país como el nuestro, y que irremediablemente irá al fracaso.
Es un periodismo que se desgasta al segundo o tercer programa. Donde no hay ideas, no hay reflexión. Donde no hay reflexión, no hay debate. Es un periodismo aburrido, que termina por avergonzar a sus exponentes ante tanta mediocridad.
El embajador de Ecuador (ya todos saben de qué hablo) dio una lección de dignidad en un show televisivo que debió sacar de sus casillas a muchos. Yo sólo vi el pedacito que ha estado transmitiendo VTV en su sección “Contacto con la realidad”, y pude inferir que aquello ha debido ser patético, interminable para todos los involucrados, vitrina de un “pobre periodismo pobre” que ha comenzado a morir poco a poco, hastiado de su propia piratería.
Es un periodismo en pareja. Es un periodismo de imagen. Es un periodismo con los pies de barro, díscolo y fatuo. ¡Pura pérdida, colegas! Yo que ustedes me retiro para no idiotizar más a la seguramente ínfima y desprevenida audiencia que sigue cautiva.
Es un periodismo “a la Carla”, suerte de burundanga televisiva, inventado por los mercantilistas de los medios de comunicación, y servido por quienes ya no merecen llamarse periodistas. ¡Mosca con ese menú! Y que nadie se indigeste, por favor…