La sociedad virtualizada una vez dominante parece negar u obstaculizar las relaciones físicas, el contacto y comunicación directa con los demás seres humanos. Nos comunicamos mejor por las redes que en persona. Somos más sociables, simpáticos, abiertos.
Lo que arrastra a la gente a sus computadores es el miedo a estar solos, mientras que el peligro desconocido los empuja a la procastinación de los encuentros en la vida real. Los clientes habituales de las agencias de citas por Internet, engolosinados por las prácticas del mercado, no se sienten nada cómodos en compañía de seres humanos de carne y hueso. El tipo de productos con los que fueron entrenados para socializar son para el tacto, pero no tienen manos para tocar, yacen desnudos a la vista para el escrutinio, pero no devuelven la mirada ni piden que se les sea devuelta. (Bauman, Zygmunt. 2008)
Con personas que no conocemos físicamente, entablamos comunicación y le contamos los más mínimos detalles de nuestras vidas, lo que no hacemos con los familiares y amigos íntimos. Hacemos de las redes unos modernos “confesionarios públicos”:
Esta nueva afición por la confesión pública no puede ser explicada meramente y en ningún plano por factores “propios de la edad”. Los adolescentes equipados con confesionarios electrónicos portátiles no son otra cosa que aprendices entrenados en las artes de una sociedad confesional –una sociedad que se destaca por haber borrado los límites que en otro tiempo separaban lo privado de lo público, por haber convertido en virtudes y obligaciones públicas el hecho de exponer abiertamente lo privado, y por haber eliminado de la comunicación pública todo lo que se niegue a ser reducido a una confidencia privada, y a aquellos que se rehúsan a confesarse-. (Ob. Cit. P. 2008)
Para Gilles Lipovetsky (1985), eso es precisamente el narcisismo, la expresión gratuita, la primacía del acto de comunicación sobre la naturaleza de lo comunicado, la indiferencia por los contenidos, la reabsorción lúdica del sentido, la comunicación sin objetivo ni público, el emisor convertido en el principal receptor. De ahí esa plétora de espectáculos, exposiciones, entrevistas, propuestas totalmente insignificantes para cualquiera y que ni siquiera crean ambiente: hay otra cosa en juego, la posibilidad y el deseo de expresarse sea cual fuere la naturaleza del «mensaje», el derecho y el placer narcisista a expresarse para nada, para sí mismo, pero con un registrado amplificado por un «médium». Comunicar por comunicar, expresarse sin otro objetivo que el mero expresar y ser grabado por un micro público.
La única soledad que prima hoy es la de poder estar junto a mi computador. Con el hago todo, puedo chatear, conectarme con gente nueva, y lo más importante puedo desconectarme cuando se me venga en gana. Ya no hay pena o excusa, “me tengo que ir estoy ocupado”, aunque estés cansado o aburrido de la relación. Comienza y termina cuando yo digo.
El encuentro con una persona viva requiere de habilidades sociales de las que uno puede carecer o que pueden resultar inadecuadas, y entablar un diálogo siempre implica exponerse a lo desconocido. Es tan reconfortante saber que es la palma de mi mano y de nadie más la que sostiene el mouse, que mi dedo y sólo mi dedo es el que descansa sobre el botón, que nunca más una imprevista mueca de mi cara, o apenas el asomo de una expresión de deseo, dejará traslucir frente a nuestro interlocutor pensamientos o intenciones que no estábamos dispuestos a revelar. (Bauman, Zygmunt. 2008).
Hoy como nunca antes estamos frente la exaltación de lo comunicacional como eje central de las sociedad. Todo se desarrolla en la comunicación: economía, política, cultura, ocio, lo público y lo privado. Pero en todas estas relaciones comunicativas, que se nos presentan como asépticas y neutrales, están dominadas por relaciones de poder. Para Lipovetsky (2008) la sociedad contemporánea sustituye “el acto social por el acto comunicativo”, yo preferiría referirme al acto conectativo.
La mediación comunicativa, entendida como dinámica social, cognitiva y estructural, articula la producción de “marcas de referencia” y modelos de representación de la realidad, y la institucionalización de determinados modos estructurados (y estructurantes) de comunicabilidad social. La mediación comunicativa, por tanto, debe ser comprendida en el entorno más amplio de los procesos generales de mediación social. Es decir, desde una complementariedad y convergencia entre la mediación social y la producción social de comunicación, entendiendo a los media no solo como instituciones reproductoras, sino también productoras del orden social (Pineda, 2007. P. 32).
A decir de Jesús Martín-Barbero (2002), en “la empatía de los jóvenes con la cultura tecnológica… lo que está en juego es una nueva sensibilidad hecha de una doble complicidad cognitiva y expresiva: es en sus relatos e imágenes, en sus sonoridades, fragmentaciones y velocidades que ellos encuentran su idioma y su ritmo. Estamos ante la formación de comunidades hermenéuticas que responden a nuevos modos de percibir y narrar la identidad, y de la conformación de identidades capaces de amalgamar… ingredientes de universos culturales muy diversos” (Martín-Barbero. 2002).
¿Cómo llamar a esa mar de fondo característica de nuestro tiempo, que en todas partes substituye la coerción por la comunicación, la prohibición por el placer? A esta interrogante responde Rodríguez (2010):
Lejos de circunscribirse a las relaciones interpersonales, la seducción se ha convertido en el proceso general que tiende a regular el consumo, las organizaciones, la información, la educación, las costumbres. La vida de las sociedades contemporáneas está dirigida desde ahora por una nueva estrategia que desbanca la primacía de las relaciones de producción en beneficio de una apoteosis de las relaciones de seducción. Indiscutiblemente debemos partir del mundo del consumo. Con la profusión lujuriosa de sus productos, imágenes y servicios, con el hedonismo que induce, con su ambiente eufórico de tentación y proximidad, la sociedad de consumo explícita sin ambages la amplitud de la estrategia de la seducción. (http://paradygmassiglo21.wordpress.com)
Las relaciones sociales e interpersonales son y pueden entenderse como una compleja e interminable construcción de forma y contenido comunicacional, como un constructo social en red que se mueve en el tiempo y se modifica en el espacio, en los distintos planos y tiempos en los que suceden, generando una malla interdependiente de intersecciones, sentidos, lenguajes, significados, identidades y lógicas de acción que le dan contenido a la vida humana. (http://paradygmassiglo21.wordpress.com/2010/07/08).
Los medios de información tiene el poder de igualarlo todo. O establecer las jerarquías informativas dependiendo de sus intereses. Unas noticas se publican o no. Un desastre natural, un accidente, una revolución, puede ser iguala a cualquier banalidad, según el tiempo y espacio, el discurso, la tonalidad del operador del medio. Continuará,,,