Desde muy joven fui lector del periódico venezolano El Nacional, muy especialmente en los años setenta hasta el final del pasado siglo, cuando la situación general de Venezuela, era como lo habían señalado los eruditos del apocalipsis: Una Ilusión de armonía. Tuve la suerte de leer varios libros de los cuales aprendí a leer la prensa, digo yo. Posiblemente el más influyente fue aquel de Isaac Asimov sobre ¿Cómo leer la Biblia? De allí en adelante, tomaba El Nacional y sentado en una mesa al aire libre, donde venteaba una brisa fresca de la media mañana, leía y me preguntaba cosas que anotaba al lado de las noticias, subrayaba párrafos y hacía comentarios al margen de los artículos de opinión. Creo que es posible, con esta técnica, escribir todos los días otro diario, enmendado o criticado. Así, me enteré de muchas cosas muy sensatas, de otras que tenían especulaciones, de aquellas que se posiblemente habían sido colocadas a fuerza por alguna instrucción gubernamental, y otras de tal realidad que impactaban la mente de forma tal que parecían irreales.
Como siempre, en esos años el Nacional dedicó muy poco esfuerzo a la agricultura, nunca entendí el por qué de esta conducta. Pero, por otro lado, creo que fue muy consecuente con las opiniones que emitía a favor de los estudiantes universitarios de izquierda victimizados por la represión de la IV Republica. La información gráfica de muchas protestas eran de buena a excelente calidad, las fotos hablaban por sí mismas, no hubo necesidad de utilizarlas para exacerbar los ánimos de toda la población. Los manguerazos de agua a los ancianos y pensionados que cobraban miseria fueron bien cubiertos y priorizados. El Nacional fue la "Biblia del Caracazo". Mis estudiantes de geopolítica alimentaria hicieron colecciones de artículos excelentes del El Nacional sobre este fenómeno. Y en positivo, creo que la salida de Carlos Andrés Pérez se cocinó en El Nacional… ¡Se les agradece! Olvidaba que en muchas ocasiones fue allanado, se sabía de esas visitas de cortesía que hacía la represión de la IV República para silenciar al diario.
El Nacional fue el periódico de los Patriotas de izquierda y de una parte de la derecha; fue el comento de muchas tertulias de intelectuales de la época en los cafetines de Sabana Grande; y progresivamente después de perder a su líder espiritual Miguel Otero Silva, se fue transformando en un espacio contrario a lo que siempre defendió. Sabemos de las diferencias iniciales con Chávez, quien le cantó a la prensa que no sería su esclavo, ni actuaría bajo su presión maquiavélica. De allí en adelante, este diario y otros tantos se cambiaron el ropaje y se fueron directo a la derecha, y progresivamente, con la honrosa palabra de columnistas que se sabe de qué lado andan, se ha convertido en un panfleto de malas nuevas. Hay gente que no deja de pensar que sus propietarios reciben algún subsidio del extranjero, llámese el famoso Imperio. Esas son especulaciones o verdades, pero no metería la mano en defender ese panfleto, que solo leo de cuando en cuando para saber cuánto de mierda le suelta al país cada día. Nada publica de los avances del gobierno y los gestos benéficos como los regalos de navidad 2017 para los niños los salpica de dudas diciendo que son juguetes de pésima calidad. Al Nacional se le retiró una gran cantidad de lectores, posiblemente por su falta de sentido y representar el otro bando de la política venezolana, y no la pluralidad ideológica que debería existir en la prensa llamada (en la subjetividad informativa) independiente.
Imagino que El Nacional está quebrado económicamente y juega a una victoria de la derecha. Debe tener ofrecimientos para renacer, o exigencias por hacer, ante esa hipótesis falsa de triunfo de la derecha en el 2018. Entre tanto, seguirá jugando a ser un panfleto que funciona como un ventilador de excretas.