Sólo los que han sufrido profundamente en este infierno tienen derecho a hablar y a escribir (Antonin Artaud). En Venezuela tenían derecho a escribir: Simón Rodríguez, Cecilio Acosta, José Antonio Ramos Sucre, el Chino Valera Mora, José Francisco Torrealba, Andrés Mariño Palacio, Argenis Rodríguez,…
Un llorón, un quejoso, un debilucho del alma, un enclenque mental, no podría sino decir memeces y bazofias. Las memeces y bazofias degradan, envilecen, y por eso, el que lee siendo joven a malos poetas queda enclenque mental de por vida.
"Nos han dominado más por la ignorancia que por la fuerza" (B.). Es la fuerza interior la que impone la voluntad de resistir... Y en Venezuela, durante siglos, no ha sido el conocimiento lo que ha prevalecido a la hora de escribir sino el deseo de herir, de ofender, de figurar, de buscar el aplauso de la canalla o de los que mueven el vil dinero.
No hay que leer para perder el tiempo sino para entender cómo condujeron sus vidas los santos o los héroes en medio del horror de las adversidades.
Hay que leer a Bolívar, José Martí, San Agustín, a San Juan de la Cruz, Tolstoi, Baudelaire, Dostoievsqui, Rimbaud, Rubén Darío, Cervantes, Balzac, Sartre, Sade, Gustave Flaubert, Stendhal, …
Hay que leer buenas obras para poder bucear en el alma del hombre, para poder investigar, para poder PENSAR y procurar salir de las emboscadas que no tienden en la vida. Porque quiero decirles en esta ocasión, que esto que estamos viviendo hoy en Venezuela es una historia muy vieja, que viene de la enferma Europa; hace quinientos años, testas coronadas de Europa, fijaron sus ojos y sus ambiciones en las llamadas Indias Occidentales. Hicieron un plan para repartírsela, destrozarla, esquilmarla y destruir su raza originaria. A sus costas vinieron los piratas ingleses, los desquiciados españoles, los perros franceses y alemanes, y formaron la Dios es Cristo.
Por eso digo, que si usted escribe bazofias, todo eso no será sino pamplinas que a nadie interesará en analizar o estudiar para cultivarse o elevarse. Cualquier imbécil puede tratar de llamar la atención por sus estridencias o gritos, pero eso no hace sino reafirmar la estupidez del que las profiere o las dice.
Cuando un tonto ladra o balbucea sandeces, mientras mejor lo hace, peor para él. ¿Quién hoy revisaría para ilustrarse, por ejemplo, todas las pendejadas que escribió Sanín en "El Nacional" o todas las poderosas babiecadas que se embadurnaron en centenares de periódicos y revistas creadas sólo con el fin de chantajear o mentir? Tantos ripios, cuánta basura en cientos de miles de artículos que no dijeron nada ni dejaron nada. Sólo los genios como Francisco Umbral, por ejemplo, son capaces de escribir diariamente un artículo y dejar en él todo un profundo sentido de la decadencia de España, una obra sólida en cada pincelada, una idea estremecedora que cale en el alma, que nos descubra un mundo y nos eleve como seres pensantes y de esta hora.
Si alguien carece de conocimientos básicos, de buena lectura, y para completar se dedica a leer a cretinos, les aseguro que lo que producirá será dispepsia o bochorno.
Y concluyo con este fragmento de un poema de Hermann Hesse:
¡Súbete a la torre más alta y salta!
Pero sabe: en todas partes eres sólo huésped,
huésped en el placer, en el dolor, huésped también en la tumba,
que te vomitará nuevamente,
aun antes de que hayas descansado,
al torrente eterno de los nacimientos…