Me relacioné con una joven, de unos dieciocho años, preciosa, y estuvimos avanzando con pie de vencedores hasta que acabamos siendo novios. Bueno, cosas que uno sabe si están escritas, pero de aquel encuentro me quedaron sólo unos días inspiradores en los llanos, la fuerza de una brisa perfumada, el recuerdo de una delicada y larga cabellera y unos ojos que en las noches aún me encandilan.
Un día en que hablábamos sobre nuestros gustos y de lo que queríamos emprender en la vida, la joven me confesó que una de sus mayores aspiraciones era poder participar en un Miss Venezuela o hacerse modelo, y que también tenía el sueño de llegar a ser actriz (claro, de telenovelas). Yo estuve un tanto silencioso, calibrando aquellos pareceres; luego con algunos moderados argumentos traté de disuadirla, sobre todo en consideración de la parte que me correspondería en caso de que nuestro noviazgo prosperase, pues lo estaba tomando muy en serio. Me quedaba claro que en eso no iba a quedar yo muy bien parado. También consideraba que debía apoyarle sus sueños, aunque de momento me avizorara (me atemorizara) que me adornaran con cierta “calamera”.
Esta joven, chavista, afectada por el virus de lo moderno viste (innecesariamente) provocativamente, lo que me daba alguna pena. Muy buena persona, muy dulce, muy agradable, pero peligrosamente frágil y fatua, y la fatuidad es la madre de todos los caprichos y de todos descalabros en el amor. Con el tiempo me iba dando cuenta de que mis argumentos no le hacían retroceder un ápice en sus ilusiones, y claro, no iba yo a poder contra su mundo que estaba en los programas faranduleros que difunden TV-Azteca, Univisión, RCTV, Venevisión, TV Caracol de Colombia y otras bazofias parecidas a éstas. He aquí el más espantoso peligro de la sociedad actual, y que tienen más fuerzas que cualquier revolución, programa, compromiso de amor o proyecto político. Ni que decir que aquel amor duró poco, dada mi incapacidad para hacerla cambiar, y porque veía ya con claridad el camino de hombre permisivo que me tocaría representar, para tratar de que lo nuestro no se fuera a pique.
He tenido a lo largo de este 2006, alrededor de unas cinco novias y todas me han salido un tanto malogradas por culpa del influjo maldito de los medios faranduleros. Espero tener mejor suerte en el 2007. Que así sea.