Mario Silva, tiene un programa de televisión, del cual había olvidado su existencia, porque dejé de verle y escucharle hace muchos años; hasta mi compañera, que en vida fue muy, digamos, interesada en lo que allí transcurría, también se hastió. Y sé, por razones obvias que, pese haberle "perdonado", hasta nuevo aviso, aquel arranque como infantil, a raíz de la pérdida de las elecciones legislativas del 2014, en el cual habló hasta por los codos e indecentemente de medio mundo, nunca pasó por alto su inusitado cambio o mejor un haberse "desmentido" para volver a escalar el cielo. Ella, mi compañera y yo, pese nuestras limitaciones, siempre supimos, que quien de esa manera procede, no sólo no gana el cielo, sino que no es digno de confianza y menos para tenerle como una referencia. Seguro que en "el cielo", le tendrán siempre en el vestíbulo y en observación, lo que le obliga siempre a agradar. Y eso, a cualquiera, le indispone a la vista y oído de la gente sensata.
Y algo más, por lo menos esto se desprende de lo que uno ve, no lo que le cuentan. Pues es muy mal proceder dar por hecho lo que a uno le diga cualquiera; se necesitan fuentes confiables. Como por ejemplo, aquel arranque de improperios de Mario, bien se sabe se los grabó el G-2 cubano y alguien lo hizo público para destruirle. Y no sé si lo lograron, como decíamos en la Cumaná de los tiempos, "sabrá Dios y canta Lucho", por una canción del entonces exitoso chileno. Y decimos esto porque uno no sabe si está feliz como es ahora y no como antes. Es posible lo sea, pues el hombre cambia mucho y es muy dado a dejarse tentar por el oropel y, cuando uso esta palabra, no me circunscribo a riquezas materiales, sino al relativo a la "importancia" oficial, los reconocimientos del mismo tono y que a uno le den una espada pero no una cruz. Pese quienes eso a uno le otorgan se digan para sus adentros, "pero te espero en la bajadita".
Y esto último es muy malo, debe entristecer y hasta preocupar demasiado y pesar tanto que, en última instancia, uno descubre que en eso está la cruz.
Y uno dice esto último porque la conducta del personaje sigue siendo dudosa en cuanto a su coherencia, fidelidad a las ideas y hasta las personas. Sus distanciamientos con personajes que hacen crítica en sus programas, que él mismo al inicio comparte, pero luego las aparta porque siente que le pisan los callos o le jalan las orejas, como lo acontecido con María Alejandra Díaz y Pascualina Curcio, ahondan nuestras dudas acerca de su coherencia y nos aluden a la cruz que lleva encima.
Y eso es muy malo para él mismo, porque todo el mundo se da cuenta. Hasta quienes cree favorecer, pese los juzgue "tontos de capirote", como para engañarles con esa su pretendida imagen de coherente, sensato e irreductible, se dan cuenta y más que eso, todo se lo anotan en una cuenta y no en un bloque de hielo.
Todo esto me llegó de golpe, pese hace años había decidido evadir estos asuntos y personajes, al leer de Alfredo Schmilinsky Ochoa, su artículo, "Terrorismo made in USA y Mario Silva", donde dice "Mario, hay una frase que no te cansas de repetir. Y lo haces con una solemnidad tal, que pareciera que te estuvieras refiriendo, cuando utilizas, a una de esas frases que, por su profundo contenido, han logrado trascender y perpetuarse, como sentencia bíblica, a lo largo de los siglos. Esa frase, refiriéndote sin nombrarlo a Gustavo Petro, es: "se puede conquistar la presidencia, pero no controlar el poder". Seguir link:
https://www.aporrea.org/tiburon/a313890.html
Me llamó a reflexión la frase que el autor citado hace de Mario Silva, esa de, "se puede conquistar la presidencia, pero no controlar el poder", porque me hizo volver al Mario Silva de antes del 2014. Pues eso es una enorme, gran verdad, tanto que "hasta un ciego", como solemos decir los cumaneses, ve, un sordo oye y un aletargado entiende perfectamente. Me hizo recordar los programas de "La Hojilla", con las presencias casi permanentes de María Alejandra Díaz y Pascualina Curcio donde se hacían críticas pertinentes, saludables y con la buena intención de ayudar a "enderezar entuertos". Y digo "hacían" y no que ellas hacían, porque era evidente que Mario las compartía. Y es esto tan verdadero que hay, por lo menos un documento, donde Mario Silva firma junto con Pascualina, María Alejandra y hasta Julio Escalona, por una revisión de las políticas salarial y la financiera en general del gobierno.
Pero el autor que cito, dice además o de manera concreta, dirigiéndose a Mario Silva "Con lo cual ya estás profetizando, no sólo el fracaso del recién electo presidente de Colombia, sino, además, deseándolo fervientemente. Actitud esta que contrasta, radicalmente, con la asumida por todos los sectores y organizaciones de izquierda del continente que, jubilosos, celebraron el triunfo de un compañero de causa."
A quien esto escribe, no le cabe duda la certeza del juicio o siquiera pretensión del autor citado. Y lo creo, porque como él también lo dice, tengo motivos para dudar de "una izquierda" que no entienda que la contradicción fundamental del bolivarianismo, de los pueblos de América Latina, de la soberanía de ellos, es con el imperialismo y, por ahora, con el más agresivo y genuino, el de EEUU. Y la mejor manera de abordar la lucha ante esa contradicción es forjando la unidad de los pueblos y los combatientes de toda América Latina que coinciden de una manera, un limite u otro, con nosotros.
Pesan más que lo anterior, en personajes como el que menciona Alfredo Schmilinsky Ochoa, las palabras medidas y hasta esquivas, no difíciles de entender de Petro con respecto al gobierno de Venezuela, como aquello de "no creo prudente Maduro asista a la toma de posesión". Lo que no es más que un tomar el rábano por las hojas y darle valor a algo insustancial y nada difícil de entender.
Es más, pese todo lo que uno puede observar y hasta si es posible lamentar, pues todo eso está determinado por circunstancias específicas del modelo y las particularidades de cada espacio, Arce el de Bolivia, Boric, el de Chile y Castillo el de Perú, merecen nuestro respeto y apoyo. Sus particularidades, en buena medida, determinan la forma y fondo de sus discursos y acciones que bien pudieran cambiar, eso esperamos, en la medida que el cuadro latinoamericano se amplíe en favor del progresismo y el antiimperialismo, como habrá de suceder, sobre todo con el esperado triunfo de Lula.
Por supuesto, nada de esas poses y malos deseos ocultos, pese parezcan muy ideales, servirán para darle sustento a las posiciones simuladas, como esos discursos incendiarios y vacíos que dicen una cosa distinta a lo que se hace. Pues no se trata de ofender a nadie sino de lograr cambios sustanciales que abran espacio para la búsqueda del equilibrio.
Petro asume la presidencia, es cierto, más no el poder. Eso es elemental, tanto que en Venezuela misma, quienes manejan el gobierno y hasta gozan del respaldo de una fuerza militar comprometida con la independencia y la soberanía, particularidad que no se da en Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Perú y en casi ningún país de lo que Bolívar llamó "las colonias antes españolas", tampoco quienes gobiernan tienen el verdadero poder. Tanto es así, que el gobierno admite, lo que es verdad, que el bloqueo gringo sabotea la economía venezolana y contribuye a deteriorar la vida de los nacionales y se ve obligado a cosas como lo que demanda la ley sobre las ZEE.
Es decir, esa verdad que vive el pueblo colombiano y confrontará Petro como presidente, no es original y única. Es inherente a todos nuestros pueblos y gobernantes de este continente y hasta europeos y no verlo de esa manera, pareciera una crítica mal intencionada, muy propia de quienes van y vienen y, como dice el autor tantas veces citado, pareciera llena de malas intenciones y ajena al anhelo bolivariano y soberano de unir a nuestros pueblos y combatientes por un porvenir como el soñado por Bolívar.
Petro está haciendo el discurso y tomando las acciones que le dictan su realidad y no procediendo como los locos desbocados y menos aquellos que dicen y se desdicen para alcanzar lo que creen el cielo y, cuando se percatan, no sólo han nadado demasiado y siguen en la orilla, sino que, además, seguirán vía al infierno. Caronte, el "canoero" de Dante, allí les espera para llevarles hasta las puertas que vigila Cancerbero.