Entre abriles

Nada es más difícil que una siembra nueva. Todo advenimiento transita por escollos que deben sortearse con la firmeza de conseguir la luz que ilumine venideros caminos. Las viejas cosechas tienen características de desgaste en las rutas seguidas.

Muchos prefieren éstas porque se adecuan a intereses acomodaticios y perniciosos. Pudiéramos decir que el proceso bolivariano ha estado marcado por los entuertos que signan el surgimiento de la vida. Esos retortijones no han cesado. La criatura no termina de nacer.

Las corruptelas, las taras del pasado, la complacencia, la decrepitud añeja no terminan de desaparecer. Una estructura erosionada en sus pivotes lleva su tiempo para rehacer. A estas ancladas distorsiones se agrega la permanente acechanza de los enemigos estructurales, tanto internos como foráneos. Estos personajes trabajan a dos manos: a ratos en la sombra y luego, sin ningún desparpajo, salen de su oscuridad y emergen para conspirar, sin rubor alguno.

El presidente Hugo Chávez recién fue reelecto en diciembre de 2006; la oposición, cada vez más disminuida, no lo asimila. Dijo aquella periodista, "o sea, nos lo tenemos que calar seis años más". Y dijo el otro, político, aunque a veces se desdice: "Pues sí, fue elegido democráticamente. Nos lo tenemos que calar". La ambivalencia en política conduce al despeñadero. Así están las cosas.

Desde enero, la enceguecida oposición venezolana recorre las trochas que la condujeron al golpe de Estado en el año 2002. Diseñaron la guarimba alimentaria; medran permanentemente en el drama carcelario que todavía persiste; pretenden crear falsos héroes que asilan en nunciaturas apostólicas. Resultado: el movimiento estudiantil no responde. La Iglesia, lentamente, se vuelve a quitar la careta, alineándose con las consignas opositoras.

Los medios privados son el estandarte cotidiano de la arremetida local y foránea contra el Gobierno. Cualquier argumento es válido para atacar por diferentes flancos. Con gestos y voces destempladas se califica de hampón al Presidente; se denigra de las instituciones. La injuria es el arma preferida. La perversa ofensiva mediática no tiene límites.

En este abril se pretende revivir los hechos de 2002. El fracaso les acompaña, lo llevan cincelado en el rostro.

Periodista / Prof. universitaria


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Asalia Venegas S.


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