He oído varias voces criticando la decisión del Gobierno venezolano por no renovarle la concesión a Radio Caracas Televisión. Otras tantas apoyándola. Ninguna me ha sorprendido. Rectifico, ninguna me había sorprendido. Que Antonio Ledezma y Granier la adversen es muy normal. Son comandita. Que haya quienes, como yo, prefieran que RCTV muera de mengua, forma parte del libre albedrío. Todo dentro de un guión normal, hasta que desde el sur, desde las alamedas que vivieron cundidas del terror gracias a una de las dictaduras más sangrientas que se haya conocido, un grupo de senadores, tuvo el tupé de alzar su voz para criticar lo que dicen es una “trasgresión a la libertad de pensamiento y expresión”. Tal descaro hizo que el Presidente Chávez los llamara fascistas.
“¿Puede alguien, más aún un Presidente, calificar así al senado de otro país? ¿Puede referirse en estos términos tan impactantes a un senado que ha encontrado entre sus miembros a honorables representantes de aquellas fuerzas armadas que hace unos años asolaron con muerte y terror a su propio pueblo?”
Estas preguntas se las hace un chileno, (Cristian Joel Sánchez, www.piensachile.com) que recuerda cómo miembros de ese senado, pertenecientes a la derecha y a la democracia cristiana “callaron de manera cómplice cuando al día siguiente de la sangrienta sublevación (contra Allende) se clausuraron todos los medios de comunicación democráticos”.
Y es que nada de lo que se haga en Venezuela con un medio de comunicación será fácil de entender y tal vez hasta no se comparta. Pero no es lo mismo que un venezolano manifieste su opinión sobre cualquier aspecto de la vida nacional y otra es que lo más representativo de la derecha fascista chilena venga a darnos lecciones de democracia y de defensa de la libertad de expresión.
Repito, tal vez sea difícil entender lo que pasa en Venezuela. Pero es muy fácil averiguar los antecedentes “democráticos” del Senado Chileno. Tres partidos de derecha, incluyendo a los socialcristianos que se la tiran de sensibles, fueron los que aprobaron, vía trafico de influencia política, la moción de protesta contra una decisión soberana del gobierno venezolano. Cuando una ve estas cosas provoca hasta desdecirse. Tal repulsión me causa cierta derecha de América. Pero no hace falta. ¿Verdad Granier? Con amigos así…
(*)Periodista
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