La no renovación de la concesión de RCTV implica más que la reformulación de la televisión pública, se trata de cambiar el paradigma comunicacional venezolano el cual hizo tanto daño al Colegio Nacional de Periodistas y las escuelas de comunicación social. Como generadores de una cultura capitalista, los medios venezolanos funcionaron digamos que aceptable, pero con mayor mediocridad que en otros países. Tardará un poco en ver la televisión que muchos desean, pero el cambio no sólo es necesario, urgente sino también la primera acción concreta para cambiar una realidad que hace tanto o más daño que el narcotráfico. La televisión es un avance tecnológico, pero la forma en como se lleva el negocio de los medios en Venezuela es un asunto de estado, ¿por qué?, porque están desinformando a los ciudadanos en una especie de circo de la realidad. Al aprobarse la Ley de Responsabilidad Social, se generó un debate enriquecedor que permite asimilar sin traumas la no renovación de la concesión a un canal privado, precisamente uno de los que por su programación motivó la ley. Que no se pueda entender esto en el exterior o se pretenda deformar la realidad es una cuestión de tiempo. Sencillamente porque el argumento de un necio no dura dos semanas en las primeras páginas.
Pero ¿qué puede cambiar?, digamos que se fragmenta un monopolio que durante años abusó de artistas, técnicos, periodistas, además de una audiencia que soportó con paciencia el que le ofrecieran una programación mediocre. El espacio se abre, para oportunistas y profesionales, pero apertura al fin que inicia una nueva etapa. Y los dueños de los medios que quedan no son tontos, muchos saben adaptarse a esa realidad que les está prohibido mostrar en pantalla por razones económicas o es que ¿Venevisión descubrió por arte de magia que del Gobierno Nacional también se pueden ofrecer noticias positivas?, ¿el nuevo diseño de El Nacional está motivado a la baja de las ventas y la poca credibilidad de sus análisis sesgados y falsas informaciones?, obviamente el cambio es inducido por una presión social así como se han dado todos los cambios en la arena política y económica de América Latina.
Imagine el lector cuando encienda el televisor el 29 de mayo, paradójicamente el canal 2 será el de mayor audiencia durante la última semana de mayo. Muchos querrán ver como se despide RCTV, otros prefieren ver quién viene en su reemplazo, pero cuando se calmen las aguas, los más interesados van a comprender que la realidad mediática venezolana de los últimos 40 años cambió. Más que por decisión del gobierno, por un movimiento social que apoya una propuesta de gobierno en la que se debate abiertamente los temas prohibidos por los dueños de los medios. Estas decisiones se originaron durante el golpe fallido que apoyaron los medios, por lo tanto es obvio, argumentar razones políticas, lo que no niega el espacio a otras razones referidas a la ética.
Nuevamente la minoría opositora, que se resiste a los cambios, se estrellará con la realidad, como ha sucedido en los comicios electorales de los últimos 8 años. Y los dueños de RCTV, con todos los méritos que puedan argumentar acumulados en otros momentos, no pueden escudarse en un pasado que los acusa más que salvarlos. Menos ampararse en organizaciones internacionales que temen que la ola de cambios llegue a sus puertas. Y llegará.
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