Esta mañana amanecí preocupada porque he ganado peso y eso, a mi edad, no conviene. Siempre he sido glotona, he pasado la mitad de mi vida descubriendo nuevas estratégicas para controlar mi apetito, hoy, sin quererlo, he encontrado una forma de convertir a una glotona insaciable en una especie de fakir al borde de la anorexia. No se lo aconsejo a nadie, solo debe ser usado bajo estricta vigilancia psiquiátrica, sobretodo si es usted inteligente, sensible y delicado de estómago.
Es muy simple, esta en cada casa al alcance de todos, por lo que lo considero una amenaza a la salud pública. Con solo apretar un botón, el botón equivocado, ¡zuas! Su apetito se puede ir al demonio y por varios días. Explico: Levántese temprano en la mañana, tome el control remoto mientras esté medio dormido, con los ojos aun cerrados encienda la tele y sintonice RCTV, como quien no quiere la cosa. Abra poco a poco un ojo, enfoque la vista y lentamente, cuando se sienta emocionalmente seguro, abra el otro y apriete ese culo, porque allí en su pantalla se va a encontrar con La Bicha, tan de mañanita, metiéndosele por los ojos y las orejas, invadiendo sin ningún respeto su cuerpo en ayunas que no tiene ninguna posibilidad de repeler un súbito ataque de nauseas, sudoración fría y uno que otro estremecimiento.
No me refiero al aspecto físico de La Bicha, porque en esas cuestiones no me meto. No soy Osmel, ni la reina del glamour, en todo caso, si me descuido tendré que preguntarle a ella en dónde compra sus coloridas batolas. Lo que me indigesta de este personaje son sus recovecos cochambrosos, entre los que destaca la desvergüenza de parase frente a las cámaras a despotricar con amargura amparándose en una figura tan dañina como el chisme para escupir su odio y su mediocridad.
Es imposible sentarse frente a una arepa humeante, chorreando mantequilla fresca y queso guayanés derretido, y sentir disposición de hincarle el diente mientras La Bicha nos abanica chismes con lubricante para hacerlos pasar como noticias. Mientras la razón nos pide huir del los rumores malintencionados, un canal de televisión le da protagonismo a semejante personaje que de lo único que parece saber hacer bien es despreciar a sus compatriotas, e irrespetar a los usuarios, incluso aquellos que la admiran en medio de su delirio persecutorio.
Pretende ser una gorda simpática pero lo único que logra es caernos gorda con su talante ponzoñoso, hipócrita y despectivo. Se burla de los pobres por ser pobres, se burla de ellos si dejan de serlo, se burla de todos por no tener un espejo que le diga en su cara que la mas triste de las burlas es ella misma.
Yo, como dije al principio, soy delicada de estómago, y gracias a esa Bicha no pude desayunar. Esta noche, después de pasar el día en blanco, entré desfalleciente en mi cocina, pero me arruinó el apetito otra bicha, menos bicha que La Bicha, pero casi tan repulsiva: una cucarachota, rojiza, gorda y asquerosa que se paseaba sobre mis platos limpios, amparada por la oscuridad, hasta que se vio sorprendida por la luz y un alarido y huyo despavorida
Berenice, porque tiene nombre La Bicha, dice defender el derecho a expresarse. Yo, que no tengo sobrenombre de artrópodo, defiendo el derecho colectivo de ser informados de manera veráz y oportuna, sobre todo si estamos sintonizando un programa informativo.
El fundamento esencial para ejercer las libertades es el respeto y de eso La Bicha no sabe ni papa. La cucaracha de mi cocina al menos tuvo el pudor de esconderse al ser pillada in fraganti haciendo sus fechorías nocturnas, pero la otra, la de la mañana, jura que se la está comiendo mientras, a la mayoría de los venezolanos, nos está robando el simple y necesario placer de poder desayunar en paz.
Yo, por mi parte, no sintonizaré el canal dos hasta después del veintisiete porque el desayuno, según dicen, es la comida mas importante del día. Para adelgazar me quedo con la cucaracha de la noche y me salto la cena. Eso, estoy absolutamente segura, es mucho mas sano para el cuerpo y para el alma.
¿Los bichos tienen alma?
carolachavez.blogspot.com