Coño, hacia tiempo que no veíamos un peluchito de León, hasta que cambiando el dial de la televisión, vinimos a toparnos con uno, en el ángulo superior izquierdo de la pantalla de RCTV. Es un peluche simpático y gozón como si estuviese alimentándose con un pezón de murciélago. Notamos que el murrrumaco tenía problemas para pararse en su castigo simbólico; patuleco, en su precaria calidad de pacotilla, el desmirriado peluche parecía rezumar la nostalgia de tener que soportar hasta la media noche del día 27 de mayo de este soberbio año del 2007, una andanada de piojos y garrapatas disociadas con el cuento chimbo de la libertad de succión.
El aspecto del peluche símbolo no puede ser más lastimoso, en el logotipo sólo se aprecia su cabezón, untado a un cuerpecito de feto. Se nota que en la urgencia ficcionante, sus creadores echaron mano del peor diseñador del paraíso de Miami. Este peluche de León debe estar afrecho con la vaina que le han echao estos Piratas de Barcenas: él sabe que ni siquiera se parece a un León, que en el mejor de los casos se está pareciendo al filósofo zuliano don Manuel Rosales de los Grandes Latifundios.
Alguien nos avisó para que presenciáramos el drama del pobre Peluche: resulta que los ultra sesudos de RCTV estaban sacando al Patuleco del Logotipo, metido casi en su mudanza, y lo ponían a andar y a gruñir en medio de un sequito de bolsas que parecían babearse de admiración, no por el pobre peluche, sino por el mismísimo Granier, cuya mirada lambusia y bandidesca se asomaba por dónde habían estado los ojitos del pobre peluche.
El Peluche está afrecho con está suplantación, él ya sabe que Granier es tan aburrido, y tan pavoso, que es capaz de fastidiar a la muerte misma. El patuleco no quiere contagiarse con la inmortalidad de Caldera y de Granier. El Peluche, ya no quiere ser León, tampoco quiere ser el Tigre del vecino. El lastimoso Murrrumaco, está cansado de apoyar a “Radio Caracas Televisión”. El contrabando de felino sabe que hay un León de Caracas, y como Marcel no se lo ha podido robar, por no haberlo conseguido, le ha echado a él la lavativa de tenerlo castigado en la esquinita de la pantalla que se está despidiendo del espectro. El pobre patuleco solo quiere escaparse de la fastidiosa presencia de Granier, el súper duro para corromper y mentirle hasta la misma muerte si se le atraviesa, en su reino de vómito y aburrimiento.
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