Contra la alienación como derecho inalienable

Al no renovar la concesión a una televisora privada y convocar “Jornadas Internacionales” sobre el derecho a informar y estar informado, Chávez entabló una de las más trascendentales batallas de la Revolución Bolivariana, la batalla de los medios. Después de la limosna se mete con el santo que la produce, y toca el nervio más sensible de la opresión capitalista, su dominio sobre la mente y voluntad del oprimido, más importante, a la larga, que todo el petróleo de Venezuela. Una batalla donde se manifiesta y agudiza la dificultad común a todas las revoluciones: es más fácil liberar cien esclavos que un lacayo.

LA FALLA TECTÓNICA

La fortaleza principal de Chávez ha sido siempre estar, o tratar de estar, del lado de la vida y la verdad práctica, del lado de lo razonable donde “lo asiste derecho”. En la batalla de las ideas su arma principal es ser “el fenómeno comunicacional del milenio”. Hoy y en este tema, su debilidad sería justamente creer que es suficiente lo que no lo fue por siete años, durante los cuales el Norte y la oligarquía han tenido encorralada a tanta gente. Contradictorio y significativo que a la hora en que Venezuela es vanguardia de un nuevo orden comunicacional, tenga en su territorio semejante cabeza de puente del Imperio. Una vez más Simón Rodríguez: “O inventamos o erramos”.

Deficiente por ortodoxa y poco imaginativa, la propaganda del gobierno se limita a las consignas, a señalar la evidencia, a contrastar lo malo y lo bueno como si la ideología fuera un problema de información y cifras, dejándole a Chávez la exclusividad de la poesía, la grandeza, la locura y la sorpresa, para enfrentar al espectáculo, esa irrealidad que suplanta al mundo real en el subconsciente de millones de espectadores. Las televisoras privadas no sólo son agentes contrarrevolucionarios sino el corazón mismo de la contrarrevolución, la contrarrevolución de los corazones.

Porque la televisión no es un abuso del mundo de las imágenes sino una relación social mediatizada por imágenes, el preudosentido de un mundo insensato, el monólogo de la mercancía, la memoria de los amnésicos, el recuerdo alegre de un pasado triste, la historia de quienes nunca tuvieron historia y ni siquiera saben si pueden o quieren tenerla; la televisión es la miseria compensada por la ilusoria participación en la apariencia. Esos espectadores pasivos, despreciados y aprovechados por los gurús de la TV desde Renny Ottolina a Marcel Granier, cara y cruz de la misma moneda, son hoy los millones de votos de la oligarquía. No basta ofrecerles y oponerles las imágenes de una Patria profunda y popular, donde se está creando una situación mejor y sin regreso, ni reivindicar los 500 años de resistencia derrotada y hoy triunfante. A esos espectadores, y particularmente a los jóvenes, hay que reinventarles un imaginario colectivo, enfrentarlos a retos cósmicos y vocaciones poéticas, reconciliarlos con lo desconocido, intrigarlos con los acertijos del futuro y convocarlos a convertirse en la verdadera oposición, esa oposición permanente al pasado y al presente que constituye la juventud en una Revolución.

¿COMO TE VES?

El revanchismo opositor y la humorada chavista que piden la no renovación de la concesión de la televisora oficial VTV, expresan el mismo hecho: en materia de televisión el gobierno es cualitativamente débil, salvo en las brillantes excepciones de VIVE-TV y TELESUR, microscopio y telescopio de la Revolución, la una dedicada a lo más interno del Proceso, sus luchas y contradicciones, la otra a la presencia mundial y la unidad de América Latina. Falta por probar que otra televisión es posible, inventar la televisión general constituyente, vanguardia en la batalla de las ideas. No para reemplazar lo poco que se va, sino para enfrentar lo mucho que aún queda y lo que viene.

Además, en Venezuela, esta batalla tiene importancia vital por la interrogante histórica de si una revolución se puede hacer por las buenas. El 60% que apoya a Chávez desea la paz concientemente, mientras que el 40% opositor trabaja, inconcientemente y manipulado por la televisión, para los promotores de la matanza, último argumento de los amos.

Si en los tiempos del estratega Tzun-Tzu la guerra se ganaba primero en los templos y luego en los campos de batalla, hoy se gana primero en las pantallas de los televisores. Creo que a la directiva de TEVES, la nueva televisora de servicio público que reemplazará a la privada que sale del aire y de cuyo nombre no quiero acordarme, se le pide que evite el conformismo de lo “gobiernero”, que sea autónoma y sin tutela ministerial (como lo son VIVE y TELESUR), que rechace cuñas soporíferas y lugares comunes, que no sea densa sino intensa, que nos sorprenda y maraville con la mejor televisión jamás vista en Venezuela. A esta directiva se le pide lo imposible, para empezar, y no se espera menos de ella. Lo logrará con calidad y calidez, siguiendo las reglas del juego y jugando con las reglas, atreviéndose en el fondo y en la forma, porque la fortuna ayuda a los audaces y el que se atreve gana.

La Revolución Bolivariana ha resistido golpes de Estado mediáticos y ahora, con la reinvención exitosa de la televisión general, podrá dar un golpe de mundo.

rotheeduardo@hotmail.com


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Eduardo Rothe


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