Con su cara de hijo de María, rectito, William Echeverría, de chupaditos carrillos (a lo Yeyo), de cara picadita de viruela, encogido, el típico ladino que procura inspirar serenidad, paciencia, dulzura, corrección religiosa y urbana. A la espera, claro, del zarpazo para hacer lo que sólo sabe hacer y ha hecho toda su vida: venderse, someterse a los dicterios de quien le compra. ¿Qué podían esperar esos incautos que se llevaron tal palo cochinero concediéndole el premio Metropolitano de Periodismo? ¿Que sí, que él respetuosa, decente y dignamente iba a recoger su trofeo y sencillamente cumpliendo con el protocolo normal que estipulaba el acto, retirarse y darles las gracias?
Lo peor fue que este vil malandrito les hizo sacar unos cuantos aplausos a los presentes, sobre todo cuando dijo que ya bastaba de insultos y de estar hablando de “hordas chavistas”. Yo sabía que el guión escrito no podía esconder sino una contundente puñalada trapera, y así fue. Siempre he sostenido que el más espantoso error que han cometido nuestros camaradas es haberle dado a Globovisión la categoría de canal informativo cuando todo el mundo sabe que su trabajo es editar cuanto se recoge para luego torcerlo y convertirlo en una horrible arma destructora. Haberle dado a Globovisión el papel de medio informativo, el que acudan allí nuestros camaradas para prestarse a que este canal tenga rango de noticiero medianamente imparcial, ha sido una catástrofe moral e inhumana para todo el pueblo venezolano (que yo creo que podría llegar a ser, sino no nos ponemos la pila, la tumba donde se cave nuestra revolución). Globovisión sale por las calle con sus cámaras a asesinar moralmente al pueblo, y no puede esperarse que allí nunca pueda trabajar un solo ser humano decente.
¿Cómo se puede pensar que de los laboratorios donde se arman los más especiosos montajes y crímenes contra el pueblo, y que las 24 horas de día sólo viven para eso, pueda llegar a existir alguien que no sea una vil cucaracha, una mortal víbora, una alimaña cargada de las más sutil y punzante ponzoña? ¿No está acaso allí Gladis Rodríguez, quien promocionó el video donde mostraba a Guoveia al lado de Freddy Bernal, a los pocos minutos de producirse la masacre de Altamira? La misma que formó parte de la infernal trama del golpe del 11-A. Donde labora el mayor pelotón de periodistas agentes encubierto de la CIA de América Latina: Pedro Luis Flores, Antoneti, Aimara, Kiko, Carla Angola y Ana Karina Villalba... ¿De dónde carajo le salió a ese jurado que William Echeverría sería diferente?
jrodri@ula.ve
Claro, el tipo llegó al acto encogidito, vestido deportivamente, con sus lentes de montura de buzo, blanco; con su porte marianito, con su jeta bien escondida, palpándose en el bolsillo el guión con el que le daría en la madre a los inocentes revolucionarios que creerían haber ganado un batalla mediática llevándolo hasta allí para premiarlo y darle la mano. Traía el tío un “quijosteco” chuzo para cagarse en el alma de todos los asistentes. Era nada más y nada menos que el embajador plenipotenciario de Federico Alberto Ravell (con su programa En La Mañana) ante los softs y ultra-lights revolucionarios que todavía viven creyendo en parajitos preñados.
Perdonen camardas, pero William no tiene nada de malcriado; esas son monsergas. William es lo que es: otro empleadito más de Ravell, y si se pone con cómicas como lo hizo en su momento Mingo, le dan por el culo en el acto. La derecha no se anda con cuentos y quienes les sirven, y sobre en todo en Globovisión, lo saben muy bien. Allí el entrenamiento es total, porque no se pueden dar el lujo de tener el menor desliz. ¿Será que alguien se hizo la ilusión de ganárselo para luego meterlo en TEves? Sin duda que quienes lo aplaudieron a rabiar se llevaron un chasco horrible, porque al tipo lo estaba esperando una moto para llevarlo de inmediato al programa del Matacuras. Luego de su proeza, al igual como lo hicieron Guaicaipuro Lameda y Carlos Molina Tamayo el 11-A, corrió a dar su parte victoriosa al jefe máximo, en este caso al Matacuras. Sin duda que ahora será recibido en audiencia especial por Federico, para además de aumentarle el sueldo buscarle un espacio en hora estelar para su programa, con el mismo estilo amariconado de doña Flor y su marido…, semi-neutro, amantillado, con la misma dosis de tersura verbal que a ciertos camaradas les encanta. Algo es algo.