Los poderosos medios de comunicación chasquean la lengua y se regodean mencionando la palabrita “Oficialismo”. La “Marcha del Oficialismo”, la “Concentración Oficialista”, el “Proyecto Oficialista”, en cambio ellos a sí mismos se mientan con gran orgullo como parte de la Oposición, y entonces hablan de “Marcha de la sociedad civil”, “Concentración de la Oposición”, etc. Como si fuese mucho más digno, más respetable y humano pertenecer a la Oposición, y como harto despreciable ser oficialista. Ser oficialista es siempre detestable, porque oficialismo se entiende como quien está del lado de las injusticias, del todo poderoso que desdeña la verdad y lo razonable.
Pero para mí, el verdadero oficialismo reside en los que dirigen los poderosos medios de comunicación quienes siguen a pie puntillas lo que aquí se aplicaba cuando estaba en su apogeo el oficialismo de Rómulo Betancourt, el de Caldera, Lusinchi o Carlos Andrés Pérez. Ese es el absolutismo del oficialismo que pulula y puje deseando volver por sus fueros, para tener controlado absolutamente el Estado, junto con todos los negocios y contratos que tengan que ver con la Cultura, la Educación y la Salud.
De modo que la verdad es otra, que el actual gobierno es quien se ahoga desde una oposición sin salida, mientras el oficialismo de Baltazar Porras, de Carlos Ortega, Elías Santana, Liliana Ortega y FEDECÁMARAS, junto con el mar de adecos y copeyanos, empinados sobre sus caradurismos y sus babas rabiosas, apoyados por el Departamento de Estado norteamericano, son los que tienen todavía el control de las viejas instituciones (que son todas) y que en nombre de la bazofia que nos dejaron quieren reclamar sueldos altos, pagos de prestaciones nunca atendidas, maravillosos servicios públicos y eficiencia anglosajona o suiza en todas las dependencias de gobierno.
Cuánto le cuesta al gobierno el que sus pequeños logros se difundan, se conozcan y eso es estar en la Oposición. En cambio, el Oficialismo de las televisoras se yergue cual descomunal “bestia estalinista” ocultándole cualquier posibilidad de expresión, y echándole los perros de presa de entrevistadores y comentaristas. Y cuando el gobierno consigue hacer llegar algún mensaje, estas bestias apocalípticas de las pantallas lo deforman, lo manipulan, lo convierten en adefesio risible y miserable.
Pobrecitos esos personajes que van a las televisoras dizque a defender el gobierno y se autodenominan “oficialistas”. Les hacen una cayapa atroz, los arrinconan, los asustan, los fusilan con metralla de preguntas incongruentes y los aplastan cual cucarachas, y cuando les permiten hablar entonces les meten imágenes de sangre donde el gobierno “asesina” y la “vil chusma” aparece apoyando sus delirios revolucionarios, esos “del mar de la felicidad fidelista”, o de la solidaridad con los guerrilleros de Colombia.
Lo vengo diciendo desde hace ocho años, el crimen supremo es darle categoría de medios de comunicación a lacras como Globovisión o El Nacional; con esta licencia para matar tienen contra las cuerdas al Estado, tienen derecho a la información y por tanto para derrocar al gobierno cada día. No entiendo cómo es que existan camaradas que asistan a esas cámaras de tortura como lo hizo hace poco en “Buenas Noches”, un representante de Periodistas por la Verdad. Una verdadera vergüenza.