Lo acaba de decir el Presidente Chávez en el Uruguay: uno de los grandes problemas de la humanidad son los medios de comunicación. Y esto, claro, es muy viejo. Ahora se ha recrudecido en niveles de verdadero pánico, de catástrofe mundial y de demencial delirio. No ha habido un solo grande hombre ni alguna causa noble que a través de los siglos, los grandes medios no hayan tratado de convertir en algo monstruoso y digno de ser destruido. El método es siempre el mismo: primero convertir al objetivo que se ataca en algo oprobioso para la sociedad para luego proceder al tiro en la nuca (para que nadie diga ni pío).
Bolívar, podríamos decir, fue la primera víctima de este uso irresponsable y violento de los medios de comunicación. De Bolívar se difundió en su tiempo una imagen totalmente arbitraria y horrible: se le hizo aparecer como un personaje intransigente, duro y déspota, “ el loco de malditas correrías que nos llevó a enfrentar a medio mundo internándose en el Sur”, como lo definió Francisco de Paula Santander. Para Santander Bolívar también fue un “vil regalador” que se internó en el Sur contra las leyes colombianas y entregó nuestros recursos a “casas ajenas”. Se puede decir que unas de las razones principales que movió a Santander viajar a Europa en 1830, fue para que las enciclopedias que se estaban estructurando incluyeran la “verdadera imagen de Bolívar”, pero en visiones procuradas por el propio ex Vice de la Gran Colombia. Y así se hizo. Por eso he sostenido que Carlos Marx se documentó en estudios en los que se habían adulterado totalmente la personalidad, las ideas y los proyectos del Libertador.
Ciertamente el Libertador era imprevisible, incorruptible, sereno siempre en medio de las tormentas y formidable ante los peligros que afrontaba la República, pero no tuvo tiempo de contrarrestar los horribles ataques de los medios de entonces.
Nada define mejor a Bolívar que esta sentencia, dicha en 1829: “Si actuamos nos llaman tiranos, pues qué más remedio, seamos víctimas de cuanto se nos endilgue”.
Y Bolívar quedó para muchos como un déspota de corazón (sobre todo para los norteamericanos que lo han difundido incluso en textos de estudio para los cursos en los colegios), y lo llamaban sus enemigos, “El Tirano en Jefe”. Ese mismo título de dictador que los bellacos de cierta prensa le endilgan con furibunda histeria a Chávez. El “Hitler” que le permite a los medios que todos los días lo destrocen de todas las maneras posibles; el “Hitler” que se da el lujo de permitir esas bazofias de programas estructurados según reglas muy precisas para promover conmociones teledirigidas desde “El Nacional” o Globovisión.
Qué tal si Chávez realmente adopta aquella posición del Libertador cuando en carta a Páez, del 13 de septiembre de 1829, le dice: BUENO SERÁ QUE EN ESTAS CIRCUNSTANCIAS HAYA MUCHO CUIDADO CON LOS REVOLTOSOS, PUES A PRETEXTO DE “OPINIÓN PÚBLICA” PUEDEN INTENTAR ALGÚN CRIMEN QUE NO DEBAMOS TOLERAR.”
Si eso lo hubiese dicho en esta época, de inmediato habríamos tenido música de Drácula durante un mes por Globovisión y titulares perennes en El Nacional con el sonsonete sacado con pinzas de la expresión “¡NO DEBEMOS TOLERAR”!
La táctica de ciertos medios para confundir, para inocular la duda y el terror, para desvirtuar la verdad, para manipular la información es muy sencilla, pero bastante contundente: Si en algún evento político, cierto energúmeno, totalmente carente de méritos morales, por el sólo hecho de no haber salido colmado sus meros intereses particulares, sufre un revés, y le da por inventar cuanta barbaridad le venga en gana diciendo que lo trampearon, agredieron o le escamotearon un triunfo o sus derechos, inmediatamente los medios de la dan una pavorosa importancia convirtiéndolo en algo de deliro informático. Entonces el segundo paso de esta perversa manipulación consiste en buscar algún representante del gobierno para que se defienda del invento, pero ya haciendo aparecer el hecho como irreversiblemente cierto. Por lo general, eso ya está estudiado, toda defensa es una derrota. El inocente que comete la torpeza o la bajeza de defenderse queda injuriado, escupido, irremediablemente perdido. Porque nada certifica mejor una condena que el tratar de aclarar algo que realmente ha sido un invento y que jamás ha existido. En razón de esta salvajada actúa por ejemplo Patricia Poleo burlándose del mundo cuando inventa que Ingrid Betancourt está en Venezuela, así como difundió que Venezuela le estaba vendiendo uranio a Irán. ¿Cómo es posible que los periodistas del mundo se hagan eco de estas bazofias? LO que revela la pobreza moral e inhumana de quienes practican el periodismo dentro de los grandes medios de comunicación.
Todo el mundo sabe que casi todos los medios de comunicación sobreviven de un perverso chantajismo contra el Estado, porque en verdad existe en nuestro medio periodístico un palangrismo visceral, una manía de cobrar difusión porque así acostumbraron a muchos periodistas en el pasado; “El Nacional” no criticaba a la barragana de Lusinchi por adecentar al país sino porque aquel Presidente tuvo la “desfachatez” de querer despojarles del montón de Ateneos y centros culturales que los Otero aún monopolizan, y no hay que olvidar para esa época Miguel Henríque Otero era diputado de la bancada copeyana y miembro de la Comisión de Cultura del Congreso Nacional.
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