En los editoriales de “El Nacional” hay mucha gente que mete la mano. Allí escriben Milagros Socorros, Manuel Felipe Sierra, Fausto Masó y otras burdas alimañas. Escriben a trancas y barrancas y cuantas barbaridades se les venga a la cabeza, allí las colocan. Lo que en el editorial del domingo llama la atención es que este diario está unido a medios ultra-derechistas de Colombia que deberían corregirles. Pues bien, el domingo pasado, el editorialista comienza su bazofia con el siguiente párrafo: “Del encuentro de los presidentes de Colombia y Venezuela, en HATO VIEJO, en las cercanías de Bogotá –lugar histórico donde ofició el general Francisco de Paula Santander– surgieron diversas noticias e iniciativas que llenaron los periódicos de un lado y del otro de la frontera.” Señores ignorantes de “El Nacional”, primero, no se llama HATO VIEJO, sino HATO GRANDE, y eso lo sabe cualquier persona medianamente educada Colombia. Además desde allí el general Francisco de Paula Santander no oficiaba, esa era prácticamente su casa de campo. La adquisición de este hato fue un arreglo, porque la camarilla de la Comisión de Embargos y Arriendos del Estado le confeccionó el expediente a favor de Santander, y su dueño el padre Bufanda, fue hecho prisionero en octubre de 1819 y desterrado a Guayana[1]. Se hizo una declaración de que la Hacienda Hato Grande fuese cedida al General Santander, exenta de la carga de diez mil pesos que reconocía a favor de don Francisco Rodríguez. Esta deuda correspondiente también al Estado, como derecho de un enemigo, claudicaba y quedaba a beneficio de la Hacienda.
Estos ignorantes, junto con Globovisión, están ahora pasando al terreno de torpedear el diálogo Uribe-Chávez por el canje humanitario, y así como empantanaron el caso sobre el asesinato de Danilo Anderson, están sacando el tema de la delimitación de las áreas marinas del Golfo de Venezuela.
Ahora exclaman; “En las negociaciones del Golfo a nuestro país le interesa sobremanera determinar la salida al Caribe de modo que la soberanía de la nación no sea afectada y se garantice la comunicación vital con el mundo exterior. No es, por consiguiente, cuestión del ejercicio de la aplicación de tesis consagradas, o de la habilidad de los negociadores de trazar líneas sobre los mapas. Esto va más allá de lo convencional. Colombia lo comprende, sus dirigentes saben que una negociación a estas alturas del siglo XXI debe responder más a lo que promete como vínculo que lo que antiguamente se concebía como línea divisoria.”
Debemos mantenernos alerta sobre lo que sobreviene con relación al tema de las FARC.
[1] Daniel Florencio O’Leary, Memorias.
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