Bobolongo ha sido toda su vida un hombre muy inteligente y valiente aunque siempre ha tratado de disimularlo mucho. Fue igualmente un muchacho muy bonitico, arregladito, rellenito, cachetoncito, y su madre aseguró que en política llegaría lejos. Su casa vivía adornada con fotos de Fidel, Camilo Cienfuegos, Pablo Neruda, Sandino, Pancho Villa y el Che Guevara. Su papá le decía: “Mire carajito, yo quiero que cuando usted sea grande eche mucha vaina como esos grandes hombres; no vaya usted a ser un niñito pendejo y mimado y de calzones meados; no señor…”, y señalaba uno a uno aquellos revolucionarios para que a su niñito se le quedasen fijos en su mente. Pero Miguel Otero Silva, cuando Bobitolongo tenía diez años, estaba destrozado por la buena vida y no le quedaba sino aliento para reunirse y tomar whisky con la alta burguesía caraqueña: con los Velutini, con los Machado, los Zuloagas, Pocaterras, los Boultons, los Vollmers. Y Bobitolongo vivía llorando por andar en patinetas, en bicletas, jugando con carritos y hasta con muñecas. Un día Miguel Otero Silva lo encontró vestido con la ropa de las hermanitas y no le regañó. “Estos son otros tiempos. A lo mejor soy yo el equivocado. Las revoluciones se están apagando en todas partes, y lo que importa en estos tiempos es ser ingeniero, arquitecto, astronauta o empresario.” Entonces le dijo a Bobitolongo: “Ya la revolución no está en levantar a las masas, a los obreros, en irse a la guerrilla. La verdadera revolución está en tener un buen título universitario, y si es en ciencias mucho mejor…”
Cuando Bobitolongo se graduó de bachiller escogió la carrera de matemática pura, pero él sentía que lo máximo era ser como su padre: “revolucionario”. Se graduó de matemático y comenzó a reunirse con un montón de chamos ricos de su cuadra y le decía con frecuencia a su papá que vivía conspirando: “Nosotros, papá, vamos a cambiar este mundo. Nosotros vamos a tumbar este gobierno…” Entretanto se había hecho copeyano, y como copeyano llegó a ocupar una curul en el Congreso Nacional. Había negociado esa curul con COPEI ofreciéndole buena prensa a este partido desde “El Nacional”. Cuando Lusinchi le ganó a Caldera, Bobitolongo utilizó todo el poder de su diario para atacar a Blanca Ibáñez. Por culpa de Bobitolongo le dieron unas trompadas a Tarre Murzi, Sanin. Por culpa de Bobitolongo le hicieron una persecución horrorosa a la pobre Gladis de Lusinchi, y hasta metieron a unos disips en pleno Congreso. Pero todo el que quería hablar mal de Blanca Ibáñez aparecía en titulares en “El Nacional”. Bobitolongo le ganó la pelea a Lusinchi porque le dieron harta plata para su periódico para que se callara. Él se callaba un tiempo y después arreciaba y volvía a pedir. Cuando CAP entró de nuevo en la pelea, El Nacional necesitaba mucha plata y empezó de nuevo el chantaje contra el gobierno. En estos años fue cuando se hizo Bobolongo por todo el cañón y comenzó a prepararle el pesebre a su adorado Rafael Caldera para volviera al poder. Entonces se hizo prominente miembro de la SIP. Cada vez que los Sapos Interamericanos de Prensa se reunían, Bobolongo pelaba por su carpeta y comenzaba a enumerar la lista de países que tenían que bajarse más de la mula y complacer a los dueños de los periódicos de cada país. Al pobre CAP le sacaron en un solo año, para aquel entonces, 7 millones de dólares, y aún así no se sentían contentos. CAP estaba mucho más embarraganado que Lusinchi y eso costaba mucho dinero. A la final lo sacaron a empellones y quien mejor preparó la trama fue Ramón J. Velásquez, viejito muy sinvergüenza y quien servía a las mil maravillas a todas las tropelías y chantajes que se cocinaban en El Nacional.
Pero de aquella época al presente, es mucha el agua que ha corrido, y en Latinoamérica la cosa se ido poniendo fea. Antes los chantajes funcionaban y a los gobiernos, para sobrevivir, no les quedaba sino que pasarles grandes sumas de billete a los dueños, mafiosos, del poder mediático. Ahora las condenas de algunos países no pagan. Ya el de Ecuador no se baja de la mula. El de Bolivia y el Brasil tampoco. No lo hace Nicaragua ni Argentina ni mucho menos Venezuela.
En la última reunión de la SIP en Miami, Bobolongo dio grito horrible: “Para el 2013 tendremos que condenar a toda América Latina”
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