Precisamente los que hoy en día tanto pregonan y se santifican pretendiendo certificar hipócritamente la libertad de expresión e información en todos los gobiernos del planeta, son los que mayor y más desvergonzadamente se han enriquecido y consolidado el poder monopólico de sus intereses, a través de la desinformación y el engaño. Estos ensangrentados y simples oligopolio de la comunicación son los que están concientemente desvirtuando el carácter ético-humanista de la profesión, además de diariamente utilizarla para contaminar y enfermar las bases fundacionales y morales de la sociedad en el mundo.
Nada menos que estos oligopolios fueron los que verdaderamente estuvieron detrás de aquella cámara fotográfica que en Sudán, en 1993, muy segura de los aplausos que lograría, profesionalmente mostraba el desafiante esmero por cuidar el ángulo, la luz y sobre todo el impactante dramatismo que le brindaba la “suerte” de presenciar y registrar la escena donde un buitre asechaba y esperaba que su víctima, una niña de escasos años y visiblemente agonizante y desnutrida, dificultosamente se arrastraba para salir de la mirada voraz y electrizante de su depredador; mientras ambos, buitre y fotógrafo, impacientemente aguardaban que la muerte venciera e hiciera su parte de la tarea.
Esta agonía, según el propio testimonio del fotógrafo (Kevin Carter), duró más de veinte minutos. Veinte minutos donde la cámara sigilosamente aguardó que el ave de rapiña mostrara a sus anchas lo impactante y salvaje de su naturaleza animal. La experiencia del fotógrafo y del depredador les obligaba a buscar el momento más oportuno para dar por terminado la “grandiosidad” de aquel “espectáculo”; cuando los pocos metros de impaciente asecho culminaran bajo el vértigo de un aleteo sangriento y voraz, que eternamente sería recordado por los premios y ganancias originadas por aquella publicitada fotografía.
Como era de esperarse el resultado fotográfico en el THE NEW TIME le dio la vuelta al mundo y causó un poco menos revuelo que, posterior a haber sido galardonada con el afamado y codiciado premio Pulitzer, el fotógrafo se suicidó inhalando monóxido de carbono en su vehículo. Hasta sus últimos momentos no pudo contestar la pregunta que siempre se le hizo “que hiciste tú por la niña”.
No debería de quedar dudas que la primera razón para que hoy en día el periodismo se haya convertido en una de las profesiones de más alto riesgo deviene de la capitalista necesidad de estos Consorcios de la Comunicación para satisfacer el fetichismo salvaje e inhumano que han ido sembrando en cada una de las sociedades de nuestra contemporaneidad. Incalculables e insuficientes suelen ser los riesgos que han de someterse quienes pretendan la alucinante fama de su estrellato. Cualquier riesgo o precio suele ser soportable.
Muchos han de estar acuerdo que en estos tiempos la búsqueda de la verdad ya no suele ser comercial ni siquiera conveniente para los verdaderos intereses de estos medios. La ruda realidad es que a nadie en este mundo ya le importa, más bien suele incomodar. Es ampliamente reconocido que los grandes Centros de Procesamiento de la Información no tardan mucho tiempo en editarlas y acoplarlas a sus estrictos requerimientos ideológicos, políticos o económicos. Además, por eso de que una imagen relata más que mil palabras, el credo de este periodismo se cierne bajo el hecho cierto que es a través de la imagen donde más se puede digerir y alimentar el fetichismo de lo comercial. Las escenas o imágenes espectacularmente sangrientas regularmente connotan en la masa consumidora menos esfuerzo y cansancio a la hora pensar y digerirlas.
Asombrosos y escasos son los sucesos en el mundo donde estos medios de comunicación no hayan tenido estelar y protagónico papel en el destino político, económico y militar de los pueblos. En pañales suele quedar en nuestra actualidad la campaña de difamación y desinformación emprendida por este señor Pulitzer y su periódico, al manipular al pueblo de los EE.UU. para que consistiera la Guerra contra España, y la futura recolonización de Cuba. En Venezuela, a partir del 11 de abril del 2002, se pretende por medio de las pocas convincentes y noveles campañas de manipulación informativa, los mismos resultados obtenidos en tantas otras partes del mundo, con la diferencia que aquí, como lo dijera el recordado Alí Primera, una mentira dicha mil veces, continúa siendo una maldita mentira.
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