Diez artículos de “El País” (incluido el Editorial) contra Chávez en una misma edición

Lee esto Nitu Pérez Osuna, y aprende un poco de tu propia historia

La lucha del hombre contra el poder es

la lucha de la memoria contra el olvido.

Milan Kundera.

Qué grande fuiste Bolívar, profético en todo. Profético con tu Decreto de Guerra a muerte contra los españoles. Los españoles desde que llegaron con Colón, nos habían declarado una guerra a muerte: la de la esterilidad, la del terror y el bostezo, la indolencia atroz ante la victoria pertinaz y voraz de la muerte, y tenía más que razón Bolívar en proclamar que era preferible replicarles con las infinitas fuerzas de nuestra dignidad antes que sufrir sus perdiciones. El Libertador con el Decreto de Guerra a Muerte quiso hacer en parte un experimento de amputación que requería de una mano y de un pulso únicos. Cortar de una buena vez con esa parte nefasta, abandonada de sí, mercantilista, esclavista, criminal, pordiosera, aventurera y mercenaria que era la sucia España que había llegado hasta nosotros. Nadie en el mundo, realmente, hubiese deseado tal migración, pero llegaron aquí con sus arcabuces, mosquetes, adargas, espadas y tuvimos que soportarlos y aún van en nuestra sangre, en nuestras angustias y no dejan de envenenarnos y de envilecernos con sus costumbres, con sus sanguinolentas y horteras tradiciones, fútbol y toros de mierda.

Glorioso Bolívar cuando dijiste: “Si hemos visto grande a los españoles es porque los hemos visto de rodillas”. Tú, que deseaste romper de manera tajante y total con todo lo que tuviese que ver con esa España piojosa, con sus reyes y reinas hediondos a ajo y cebolla, eternamente picarescos, eternamente podridos en la envidia, el rencor, el odio y la maldad. Tú, sentiste un profundo asco hacia esa raza que lo envilecía todo aquí en esta tierra. Y todo eso lo presenta admirable Indalecio Liévano Aguirre cuando dice: “El deseo de establecer una situación privilegiada para los americanos, aunque fueran enemigos, y una guerra sin cuartel contra los españoles, así fueran indiferentes, revela muy a las claras el propósito de Bolívar de crear una frontera definitiva entre España y América, de la cual se engendrara la conciencia americana frente a la Metrópoli. A la lucha de razas y de castas desatada por los caudillos españoles, que había hecho de la guerra de emancipación una guerra civil entre americanos, Bolívar contestaba con la guerra a muerte, destinada a transformar la lucha en una mortal contienda entre españoles y americanos, a unificar al Nuevo Mundo frente a la Metrópoli conquistadora.”
Al rey han tratado de entrevistarlo por lo menos quince poderosas agencias internacionales de prensa, entre ellas la BBC, la ABC, CBS, PBS, pero la casa real no quiere otra borbonada más. El problema de la cumbre, “El País” se lo ha tomado como algo personal. En realidad así lo han asumido los poderosos medios iberoamericanos. Es que el rey es el mensaje. Chávez sabía que el rey papanatas iba a reventar callando o diciendo lo que dijese, y lo llevó al límite. Lo mejor fue hacerlo hablar, porque fue el rey el que se mostró tal cual es y como ha sido siempre: un patán, un soberbio, un triste y deprimente buey de ferias con la argolla en la nariz. No pudo evitarlo, y Chávez al enterarse que lo sacó de sus casillas, ha respirado hondo: “Realmente lo mandé al carajo. Lo conseguí, y ahora que continúe en su rodada.” ¿Cuándo y en dónde se ha visto que un rey pueda mandar hacer gárgaras a un “súbdito”, a un hijo de vecino cualquiera? Rey es rey y está jodido por serlo. Un rey no puede opinar, mucho menos mandar a callar a nadie porque al hacerlo queda como un soberano pendejo. Pero el rey, indudablemente chocho, se rebajó más al incorporarse y salir sin que nadie le acompañara, ni si quiera su propia gente; totalmente desorientado no sabía a dónde iba. ¿Para dónde iba ese rey? ¿Al baño, a mearse?
Lo más seguro es que Chávez no tenga nada que ver con la estremecedora incontinencia del Borbón, cuya casa se ha convertido en la verdadera representación del palacio de Satanás, con el príncipe de Asturias casado con una “plebeya”, la Infanta Noña Helena separada de don Jaime de Marichalar, y la Infanta María Cristina enmaridada con un jugador de fútbol-sala. Toda una obra que se ha desarrollado en el cursi cotilleo de las crónicas rosa y sifrinas, a la altura de la moda consumista y macdonalizada de la actual generación hispana. Olé.
Toros, fútbol, cotilleos y vírgenes de siete puñales.
El monarca, pues, está muy mal, y a España toda le han dado por su descomunal ano. Si ese es el rey que se gastan, pues que cojan de lo bueno y de cuanto aún está por venir que será mucho peor.
Por eso, cada vez que los gachupines tratan de defenderle, el rey parece cada vez más hortera. Ahora, el rey que no debió hablar, tiene que callar que es su papel, aunque en el fondo muchos estamos deseando que lo vuelva a hacer para conocerle mejor, porque hasta ahora nunca realmente lo había hecho.

jrodri@ula.ve


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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