En la revista “Auténtico” No 507, Patricia Poleo le hace una entrevista a su madre política, Marianella Salazar. Entonces Marianella era amante de su padre, Rafael Poleo. El “Hearst venezolano” proclamaba a los cuatro vientos, que cada vez que salía una foto de Marianela aparecía en la portada de algunos de sus medios, sus negocios se disparaban. Corría el año 1987, y entonces Marianella había dejado de ser periodista y se conformaba con un programa de radio en el que se dedicaba, con su voz sensual y sus picantes comentarios porno-burlescos, a promocionar productos de tocador. “El erotismo de esa mujer, decía Rafael al escritor Argenis Rodríguez, le brota por los poros, me tiene loco, no puedo verla porque tiemblo, necesito ayuda, estoy mal”.
Aquella relación de Marianella con Rafael, le parecía a Patricia de maravillas, y cada seis meses la entrevistaba, siempre apuntando al morbo del sexo, y la gata escarlata aparecía en sendas fotografías, ya fuese por “El Nuevo País”, por Auténtico o por Zeta.
Y claro, Marianella prácticamente se desbordaba en sus pasiones, hablando de sus demoníacas fantasías. Cómo se rían ella y Patricia, con esos destapes verbales. Patricia confiesa que la conoció cuando tenía siete años, y era la época en que Marianella salía por televisión y la dejaba boquiabierta, y se decía: “Qué raro, además de ser bella es inteligente. Insólito.” Fue cuando Marianella le regaló el libro “CÓMO SER SIEMPRE BONITA Y COQUETA”. Y Marianella siempre la llevaba en su mente, y cuando terminó su libro “LA SEDUCCIÓN CULINARIA”, Patricia fue de las primeras en recibir esta obra, con la dedicatoria: “Esperando que estas recetas te sean útiles”.
Que bella amistad de aquella “madre” y qué encantadora la “hija”. En 1987, Marianella con sus 40 años, estaba en la plenitud de la vida, y no se arrepentía de nada de lo que había hecho (ni de lo que haría después). Ponía en práctica la canción de Piaf, “I Regret Nothing”.
Había conseguido meter en la cárcel al burgués Báez Duarte, se había hecho famosa con su mirada de gata viperina, cargaba loco también a CAP y a muchos de sus más cercanos colaboradores, y tenía la misma ambición de su querido Rafael: METERSE AL PARTIDO ACCIÓN DEMOCRÁTICA EN EL BOLSILLO.
Solo pudieron conseguirlo por mampuesto, es decir, a través de Blanca Ibáñez. A través de Blanca Ibáñez y sólo para defender su imagen ante la barahúnda de los ataques por la relación ilícita que llevaría con el Presidente, Rafael consiguió con Lusinchi los dólares para fundar “El Nuevo País”.
Marianella le contaba a Patricia[1] que a los 18 años “yo era virgen y además Hija de María, comulgaba dos veces al día. Yo era otra persona.” A esa edad se casó y el matrimonio duró cinco meses, y a partir de allí rompió con todo, y desde entonces, confesó, “perdí la cuenta de mis derrapes”.
Patricia le preguntó: “¿qué cosas te atraen de un hombre?”, a lo que contestó: “su inteligencia, pero el ideal tienen que se una persona que no me cuestione. Una persona que me admire.[2]”
Patricia le pregunta por qué abandonó el periodismo, y le responde Marianella que lo de ella de ahora en adelante sería billete sobre billete, y fue cuando expresó la verdadera razón por la cual estaba teniendo un profundo cambio en su comportamiento[3]:
“- Abandoné el periodismo gracias a Jaime Lusinchi. Hay que preguntarle a él por qué dejé de hacer periodismo. A mí no me dejaban hablar en la televisión, de política, no dejaban hablar de economía, entonces decidí hablar de sexo. La experiencia que tuve con Jaime fue nefasta. Yo era Presidenta del Consejo Municipal de Petare cuando Jaime le disputaba la candidatura a Piñerúa, y yo botaba a los piñeruistas y metía lusinchistas a trabajar. Yo fui una pieza fundamental en la estructuración del poder de Jaime Lusinchi. Trabajé para él desde un punto de vista incondicional, puse el ejercicio de mi profesión de periodista en función de Jaime Lusinchi. Trabajé para él desde un punto de vista incondicional. Por eso me botaron en una oportunidad, porque yo hice lo que no debe hacer un periodista, y lo que no volvería hacer por nadie, llegué al extremo de que en mi espacio no entrevistaba a quien no estuviera con Jaime…”.
Después Marianella se dedicó a lo que ya todo el mundo sabe: a entregarse en cuerpo y alma a la campaña electoral de CAP. Patricia le decía que tenía atributos como para actuar en política como la Cicciolina[4], la actriz aquella porno que mostraba los pechos haciendo campaña electoral en Italia. Entonces Marianella le pidió a Patricia que por favor aclarara que ella no era ninguna depravada, ninguna promiscua. Que ella se había enamorado muchas veces pero no indecentemente. “Soy –le dijo- muy púdica con d, no con t, aunque la gente piense lo contrario[5]”.
Qué tiempos aquellos, cuando los periodistas no necesitaban ser valientes para luchar porque no había una tiranía contra los medios. Entonces nadie marchaba contra la censura ni contra la amenaza a la libertad de expresión. No había necesidad de debatir nada porque nuestros presidentes eran dechados de la virtud. Esa sí era la propia gran Venezuela. La gente era ingeniosa, atrevida y audaz, y podía destaparse sin tapujos. Maraniella hacía lo suyo, Rafael lo mismo, CAP con su Matos y Lusinchi, el más grande, lo propio. Se llegaba a la política a fuerza de billete, con las artes de la seducción y del negocio más sutil. Lo que nunca imaginó la tortolita de Marianella era que algún día, en virtud de la carencia total de total de cerebros a la orden de Bobolongo, ella iba a convertirse en una de las colaboradores estrellas de El Nacional. Es decir, algo sacó de aquella aventura. Hoy todos son hermanos de la misma causa. O sea.