Vean cómo
describe algo que no sucedió una periodista que no estuvo ahí. En
su columna de Tal Cual del pasado jueves 21 de Agosto, bajo el
título “La Batalla de CEMEX” Elizabeth Araujo describe una zona
de combate: “Tensos, sigilosos, con el armamento y los chalecos antibalas
listos (sic). A una señal se desplazaron hacia posiciones estratégicas
(sic). La tenue luz de de los postes recortaba sus figuras y los mostraba
como soldados que atraviesan una callejuela de Bagdad o Kabul. La orden
por radio que, ruidosa, dio cuenta del ¡entren! impulsó a la docena
de guardias nacionales, corrieron y se adueñaron del portón de CEMEX.”
No perdamos
tiempo para preguntar cuándo está “listo” un chaleco antibalas
o cómo una periodista confunde táctica con estrategia, o por qué
se ha vuelto “tenue” la potente iluminación que tiene esa empresa
por normas de seguridad industrial. Ha comenzado la batalla imaginaria
y una docena de guardias nacionales se apodera de la planta CEMEX de
Pertigalete que cubre un territorio del tamaño del Municipio Chacao.
La valentía
de la Araujo es admirable. ¿Qué la motivó para arriesgar más que
su vida, su honor, en semejante invención? Lo descubrimos unas líneas
después, cuando describe la entrada de los trabajadores a la planta
nacionalizada: “Gritaban, tocaban pitos, matracas y tambores. Vestían
de rojo, y sus ojos se abrillantaban seguramente al saber que protagonizarían
una gesta que estará en los libros, pero también porque el
estímulo espirituoso del licor que suele obsequiarse antes de las marchas
los había alborotado”. Racismo y odio de clase, antichavismo
disociado y talento mercenario. He ahí las motivaciones que más que
corresponsal la hacen co- responsable de la sucia mentira con que la
oposición golpista (al final no hay otra) esconde la verdadera historia.
Corazón
de piedra
En el principio
fue VENCEMOS, la cementera de Eugenio Mendoza con su “filantropía”
de viviendas, equipos de softball, dominó y bolas criollas, que formó
una generación de obreros mansos y agradecidos. Pero el idilio patronal
murió con el patrón, y su hijo neoliberal aplicó la explotación
despiadada y el despojo de prestaciones de la Cuarta República. El
primer soviet (“Consejo de Delegados Revocables del Pueblo
de Macuro”) de la revolución venezolana, con alianza de pueblo y
militares contra el capitalismo predador, apareció el 15 de marzo 1988
en una revuelta popular contra la repugnante rapacidad de Vencemos en
Macuro, Estado Sucre. Como parte del negocio de compra de Vencemos,
los mexicanos exigieron deshacerse del problemático pueblito, de cuyas
minas de yeso los trabajadores de Paria extrajeron el 5% de casi todo
el cemento utilizado en Venezuela durante 50 años. CEMEX-Vencemos registró
una venta ficticia a los corruptos locales de sus instalaciones previamente
desmanteladas, estafando al mismo tiempo al Estado y a la comunidad,
y se fueron lisos sin dejar nada a cambio de vidas y montañas devoradas.
Ore cierto, en tres meses se estrena un largometraje de la Villa del
Cine sobre la revuelta de Macuro.
En esa última
canallada de Vencemos y primera de CEMEX tuvo un papel infame de relacionista
público el periodista Levi Benshimol, desafiando la maldición que
amenaza a quienes perjudican a Macuro. Benshimol fue advertido, me consta,
pero ignoro si realmente sufrió, como dicen, el castigo merecido además
de la espantosa maldición de seguir siendo lo que siempre fue.
Nacionalización
y difamación
A juzgar
por su artículo, Elizabeth Araujo heredó de Benshimol el sicariato
informativo a favor de Cemex y, de que vuelan vuelan, la maldición
de Macuro. ¿O cree ella que en Paris, en Miami o detrás de su pequeño
prestigio estará a salvo del juicio moral de las futuras generaciones
y de quienes no mienten como ella? Seguramente, porque en su artículo
ubica “La batalla de CEMEX” en un contexto político regional bien
definido cuando habla de “…los errores que ocasiona el populismo
mesiánico, y que por desgracia se está repitiendo en algunas naciones
latinoamericanas.” Viéndola mentir para difamar a los trabajadores
del cemento, podemos imaginar lo qué escribiría si le pagaran para
injuriar a los indios bolivianos.
Elizabeth Araujo al Museo del Transporte
La periodista termina su artículo con estas líneas “(…) cuando el dinero fácil llega a un país y lo convierte, recordando un verso de Antonio Machado, en “un pasajero de un tren que se baja en la estación equivocada”… A ella el dinero que se gana mintiendo la convierte en una pasajera que se subió al tren equivocado estacionado en la vía muerta de la deshonestidad intelectual. Cuando se vaya CEMEX, Elizabeth Araujo tiene todas las cualidades y la experiencia necesaria para postularse a la presidencia del Colegio Nacional de Periodistas.
rotheeduardo@hotmail.com