En época electoral, todo es según el color de la tarjeta que se seleccione. Hay gente que dice que Obama es comunista y que el satélite Simón Bolívar tiene menos alcance que los "guolquitoki" de mi infancia. Miradas que dicen que la polarización no sólo provoca discusiones, sino estupideces colectivas. Una extendida es el arte de la adulancia. Arte especialmente nocivo pues al hacerlo con mucha vehemencia, sin tener el suficiente cuidado o disimulo se suele dañar al sujeto objeto de las jaladas.
Pensé en eso cuando me enteré de que un edil solicitó al concejo municipal de Valencia, estado Carabobo, declarar persona no grata a quien opine en los medios de comunicación en contra del gobierno. "Los hechos son sagrados, la opinión es libre", es la frase que ha justificado por décadas el dominio de la doctrina de la "objetividad" en el periodismo. Eso, por mencionar solo el derecho que tenemos los seres humanos de decir lo que nos venga en gana. Pero esta propuesta puede ser un marca mundial, que eclipsaría al nadador record de las siete medallas, como la adulancia más grande de la historia contemporánea de Venezuela. El concejal que la propuso obvió en su "razonamiento" la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Ley del Ejercicio de Periodismo, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y el más elemental sentido común. El límite es el cielo, parecen decir quienes buscan desesperadamente llamar la atención, quien sabe si por convicciones ideológicas o por puro interés crematístico.
También pensé en el poder y poco tino de la adulancia cuando leí que la editorial El Nacional no fue "aceptada" en la IV Feria Internacional del Libro de Venezuela, por "falta de espacio". ¿De verdad pensarán que le están haciendo un favor al gobierno de Chávez con tan desatinadas, insólitas, inadecuadas y fascistas decisiones? Y es que hay algo más peligroso que un adulante: un adulante con poder. No sé cuántos funcionarios realengos y melifluos hay en la administración pública con el poder de tomar decisiones, algunas fascistas. Pero urge un Manual del Adulante Efectivo, con una alarma que les dé un pitazo cuando ya sus pantalones estén sucios de tanto arrastrarse. La patria lo agradecería.
*Periodista
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