Contra La Corriente

Globovisión: ¿una tormenta en un vaso de agua?

  Hace unos días estuvo por aquí Nildo Ouriques, economista brasileño, invitado a un evento organizado por el Banco del Alba, que preside Bernardo Álvarez.

     Nildo es un hombre de izquierda, bien informado sobre América Latina. Vivió años en México, de modo que no habla portuñol, como muchos de sus compatriotas, sino perfecto castellano.

     Con acento más azteca que carioca, me preguntó extrañado:

     —Hermano, y a ese canal, cómo es que se llama, RCTV, ¿no lo habían cerrado?

     En el hotel se había paseado un rato por la TV local y le llamó la atención el tono furibundo de la programación matutina de la estación que él creía cerrada.

     Debí explicarle que no. Que la medida aplicada en el 2007 no fue un cierre. Que lo que hizo el Gobierno fue no renovar la concesión para transmitir en señal abierta. Que eso no impide a la empresa continuar transmitiendo por los servicios de cable y satélite, como el del hotel. Que buena parte de sus televidentes de clase media y sectores populares, donde abundan antenas de DirecTV y coaxiales de varias cableras, siguen levantándose y acostándose con sus programas.

      —¡Es increíble que esa gente hable así! ¿No se dan cuenta de que con eso lo que hacen es favorecer al Gobierno?

      —Bueno, así son las cosas aquí.

      Tras esta conversación, me quedé pensando. Nildo usó la palabra “cierre”. Esto demostraba al menos dos cosas:

     1) La incapacidad del Gobierno para explicar la naturaleza y alcance de la medida aplicada a RCTV. Hasta gente que lo respalda, y sigue desde el exterior lo que aquí ocurre, cree que Chávez puso un candado al canal y tapó la boca a los dueños, directivos y periodistas de ese canal de TV.

     2) Que el “cierre” de un medio de comunicación en la Venezuela de hoy puede significar cosas muy distintas a las 34 acepciones que le da al término el Diccionario de la Real Academia Española.

     Con base en la experiencia venezolana, habrá que promover la número 35.

Un sismo de locura

     Ocupado en mi libro Abril, golpe adentro, que está a punto de caramelo, me enteré tarde de que el Presidente volvió a hablar de Globovisión.

     En la prensa le atribuyen haber hablado de “cierre”, pero busco sus declaraciones en Internet y leo que Chávez no mencionó esa palabra cuando se refirió a una intervención de Alberto Federico Ravell, director de ese canal, inmediatamente después del sismo del pasado 4 de mayo.

     Por lo visto, tampoco se quejó por la cobertura periodística del hecho en sí —como también leí por ahí—, sino por el aprovechamiento de la zozobra típica de un momento como ese por parte de Ravell para hacer lo único a lo que dedica las 24 horas del día: contagiar odio hacia Chávez y todo lo que se le parezca.

     Veamos:

     “Chávez indicó que, apenas ocurrió el sismo, ese día llamó a todos los funcionarios de su gobierno y todos estaban despiertos y trabajando. ‘Entonces viene un loco de éstos, porque es un loco. ¡Un loco con un cañón!’, dijo el Presidente refiriéndose a Ravell y al uso dado a Globovisión, aunque sin mencionarlos directamente. ‘Lo digo: eso se va a acabar. Ese loco con ese cañón, se van a acabar o me dejo de llamar Hugo Rafael Chávez Frías. ¡Ya basta! Si van a dar un golpe, prepárense, vengan. Si van a hacer guarimba, vayan, los esperamos. ¡Pero no vamos a tolerar más a un loco con un cañón disparándole a todo el mundo! ¡Ya basta! Llamo al pueblo a que se prepare’”1.

     “El Presidente indicó que se usarán todos los recursos dentro de la legalidad democrática para acabar con los excesos que han cometido este y otros medios. ‘Al pueblo se lo digo: esto no va a continuar así. Primero, confío en que los órganos del Estado, a quienes corresponde iniciar los procedimientos y la investigación, cumplan con todos los trámites. Confío en que los demás poderes a los que corresponde, cumplan con todos los trámites que tengan que hacer’”.

Lo que dijo Ravell

     Tampoco tenía conocimiento de qué había dicho Ravell el día del temblor. Hace tiempo me receté una cura de medios: poco veo la TV y mucho menos Globovisión. Así que lo busqué:

     “En Globovisión, su presidente, Alberto Federico Ravell, hizo una declaración un tanto irresponsable a las 5:20 am, afirmando que nadie en el gobierno estaba saliendo a dar información; incluso tuvo que ser interrumpido por uno de sus empleados, quien le indicó que sí habían contactado al presidente de Funvisis y que éste les indicó que estaba manejando rumbo a su despacho, y les pidió algunos minutos para darles mejor información”.

     “Al respecto, Francisco Garcés, presidente de Funvisis, indicó durante su intervención que las acusaciones emitidas por Globovisión son actitudes típicas de ese tipo de medios, que no merecen mayor respuesta”2.

Y ahora qué

      Dudo que el escándalo actual conduzca al “cierre” de Globovisión en su acepción clásica o del tipo RCTV, variante venezolana de la palabra “cierre”.. Puede que por el episodio aquí referido, o cualquier otro, le apliquen por primera vez alguna sanción directamente relacionada con sus mensajes, de las muchas que establece la normativa legal vigente.

     Ni siquiera durante el golpe Globovisión fue tocada por Chávez.

     En la investigación para mi libro, me topé con que ese canal no estuvo entre los que el Presidente ordenó sacar del aire en medio de la crisis del 11 de abril.

     En la cadena de aquel día, Chávez anunció la medida de suspensión contra Venevisión, Televen y RCTV por incitación a la violencia, incluso en medio de transmisiones en cadena nacional, que eran acompañadas con imágenes de disturbios.

     Tal vez fue un olvido. Tal vez no. Y la omisión se haya debido a que el 33 es un canal de mínima cobertura en señal abierta.

     La abrumadora mayoría de los globovidentes se mete su dosis de zozobra por cable y satélite. Quitársela posiblemente les cause síndrome de abstinencia.

      Siete años después del golpe, la máxima sanción, es decir, la revocatoria de la concesión para explotar el espacio radioeléctrico, tendría un mínimo efecto práctico. Casi imperceptible, a no ser por el escándalo internacional y nacional que ya comenzó a armarse, en cuota inicial, con el solo asomo de Chávez en su Aló.

      En un foro en el Ateneo, en mayo de 2002, Ravell contó que cuando las televisoras dividieron sus pantallas durante la cadena del 11 de abril y Chávez anunció la suspensión de las señales, las autoridades desconocían “que los canales de TV tenían sitios alternos de transmisión, que el interior es una cosa totalmente distinta a Caracas y que hay una cosa que se llama DirecTV y canales por cable, que permiten a los canales transmitir por allí aunque estemos fuera del aire”3.

      Por eso mucha gente se enteró de la medida, pero no tuvo necesidad de cambiar de canal para seguir mirando los canales “cerrados”.

      Horas después, Enrique Mendoza sí cerró, cerrado-cerradito, con Policía de Miranda incluida, al canal 8, VTV, reabierto por el pueblo tras dos días de “cero chavismo en pantalla”.

      Buena parte de quienes lloraron el fin de RCTV en 2007 siguen llorando con sus culebrones, suspirando por sus galanes y buceando a sus hembras en hilo dental.

     En los cerros, las antenas de DirecTV son como bolitas grises de Navidad en un arbolito de ladrillos y zinc. A nuestras calles las rasgan, como várices en el concreto, los coaxiales de las cableras. Sobran quienes comparten y hasta revenden a sus vecinos el derecho a pegarse de su cable.

     Si el Gobierno “cerrara” el canal de Mezerhane, Nildo Ouriques seguramente volverá a sorprenderse en su próxima visita con la programación de RCTV y con la de Globovisión.

     Como en aquella cuña de toallas sanitarias:

     —Así, como si nada.


[3] Crisis política y medios de comunicación. Fondo Editorial de Humanidades y educación. UCV, caracas, 2002.


columnacontralacorriente@yahoo.es



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Ernesto Villegas Poljak

Periodista. Ministro del Poder Popular para la Comunicación e Información.

 @VillegasPoljakE

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