La señal abierta de Globovisión es paradigma de los medios oposicionistas. Molesta por su abierto reto a la institucionalidad y su descarada afiliación a los intereses imperiales.
No creo que el saldo de no renovar esa concesión sea positivo: la ven más por cable que por aire. Como RCTV, seguiría por cable, se declararía internacional y continuaría envenenando. Además, es un buen termómetro de los planes golpistas.
Pero por encima de todo, debemos captar los signos de los tiempos para identificar los medios realmente incidentes.
A fines del feudalismo, el señor parecía el principal enemigo. En la transición hacia el capitalismo, el villano libre, radicado en la ciudad para iniciar su pequeña fábrica, pasaba desapercibido. La rebeldía de los pobres iba contra los señores, nadie veía el germen de explotación del naciente capitalismo.
Atacamos al que creemos el principal enemigo, que corresponde a una época histórica que termina, y no vemos el que asoma en la historia.
No son los medios radioeléctricos. El capitalismo renovante ha ido utilizando nuevas tecnologías, que por nuevas quedan sin regulación: Internet, TV por suscripción (cable o satélite). Se ríen cuando nos ven tratando de arrebatarles los medios tradicionales, mientras disfrutan neoliberalmente de las nuevas tecnologías. Su paradigma: esos nuevos medios no deben ser regulados por naturaleza. Eso es lo que hay que atacar.
Necesitamos una política global sobre los medios, independientemente de la tecnología. El que una señal llegue por suscripción no le quita lo masivo. Las ‘cableras’ deben adoptar nuestras leyes y aceptar su responsabilidad social. Es cuestión de soberanía. Todo el que bañe nuestro suelo con una señal, por satélite, cable u otra tecnología, debe someterse a nuestra ley. Basta de pelear por quitarle una frecuencia a Globovisión, mientras con miles de tecnologías nos bombardean. Definamos políticas y legislemos acerca de la comunicación de masas en general.