El último alarido de la moda entre la alta sociedad civil consiste en acudir al banco más cercano con una planilla de depósito para colaborar al pago de la multa impuesta por CONATEL a los conjurados de Globovisión. Éstos están siendo víctimas de la arremetida oficial contra las libertades de expresión, de usura empresarial y el derecho a coleccionar especies en peligro de extinción.
En diversas partes del país los admiradores del señor con la cabeza de bola de billar, el mismo que en las madrugadas comienza a transmitir noticias terroríficas, vacían sus cuentas de ahorros para auxiliar a los globovisionarios.
Los miles de fans de Buenas Noches, de la calavérica Nitu y del hurgador de miseria y animador de “Plomovisión”, se apresuran aportando sus óbolos fuertes a favor de los defensores de la sociedad justiciera.
Las damas mejor vestidas desenfundan las chequeras para impedir que la impecable Gladys Rodríguez, la farandulera Rebeca Moreno y la nueva pizpireta que reporta los intríngulis del jet set se queden sin proveedores de perifollos.
Pero, entre todos los partidarios del canal politizado, son los paisanos del ciudadano que exclama con acento argentino-maracucho “¡Ooootra llamada más!”, los que demuestran que el orgullo regional priva sobre todas las demás consideraciones.
En el Zulia la futura candidata Evelin Trejo se engalana con una gorra del canal capitalino para encabezar las colectas a favor de los sufridos magnates que defienden la libertad del mercado y el derecho a guarimbear.
El entusiasmo reinante en la tierra del sol amada es tan grande que hay quienes consideran que, además de pagar la multa de CONATEL, los simpatizantes del partido canalizado deben extender la colecta pública a otros ámbitos. Incluso, si fuese necesario, los portadores de los famosos Cartier podían empeñar los relojes de lujo para contribuir a la causa y dar el ejemplo de dignidad y desprendimiento.
Lo justo sería que las contribuciones incluyan el pago de las pérdidas de Toyosan por los vehículos secuestrados, además de una compensación, aunque sea simbólica, por los bichos embalsamados de don Guillermo Zuloaga.
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