Cuando una de mis hijas me preguntó si sería bueno para ella decidirse por la carrera de periodismo, se me encendieron todas las alarmas ¿Pero cómo, acaso no leíste mi libro “Las putas de los medios”? Pareciera que los hijos no lo entienden a uno o es que lo malinterpretan. Le insistí que lo pensara detenidamente; le agregaba: “Pero si tú no tienes vocación de frívola y tus padres son gente decente, hija; ¿de cuándo acá ahora a ti te van a estar interesando los certámenes de belleza o lo que ande diciendo por el mundo el bobo cantante de la camisa negra, de los últimos modelos de carros, Iphone, o los comentarios sobre la capacidad de las torceduras felinas de Shakira, hija, ¿de cuándo acá, coño? Ese mercado de trabajo lo tiene acaparados los folletineros, los vacuos, los golfos y los gorreros. Tú no te la pasas metida en una peluquería, hija, ni te preocupas por eso de “mejorarte” la nariz o las tetas. Si te haces periodista vas a tener que andar escribiendo mentiras todos los días y además creyéndotelas. Vas a vivir dependiendo de un tipo analfabeto, horriblemente inculto, que te dará órdenes y te dirá lo que tienes que escribir todos los días. Perderás toda capacidad de criterio propio, tendrás que marchar para defender a mafiosos, te tendrás que vestir de luto de vez en cuando. Tendrás que llorar en público artificialmente, y lo peor hija, te obligarán a ser p. Period.”
Listo.
Después de este sermón, decidió estudiar Historia, aunque le aclaré que tuviera mucho cuidado porque la verdadera historia de los pueblos hay que rastrearla dentro de nuestros propios genes. “Cónchale papá –me respondió- tú a todo le encuentras peros”. No son “peros” son todos los años de andar dando tumbos que uno tiene. “La vida hija –le completé- es una lucha sin cuartel y sin términos contra los imbecilidad, contra la idiotez. ¿Tú sabes lo que es un idiota? Entonces le leí la definición de Ambrose Bierce:
Miembro de una vasta y poderosa tribu cuya influencia en los asuntos humanos ha sido siempre dominante. La actividad del idiota no se limita a ningún campo especial del pensamiento o acción, sino lo que “lo llena y lo regula todo”. Siempre tiene la última palabra; su decisión es inapelable. Establece las modas de la opinión y el gusto, dicta los límites del lenguaje y fija las normas de conducta.
Ella me entendió. Dios la cuide.
Todas las calamidades, tragedias, guerras y traiciones en Venezuela, nacen de plumas bien pagadas. Detrás de todo traidor a la patria hay un intelectual siguiéndole los pasos para que se le compre. Ya lo decía el genial Francisco Umbral: El escritor es la puta más cara del político, pues siempre le sale caro en criticar o sobornar. El propio Umbral cuenta que como dominaba muy bien la escritura y podía hacer papillas al que quisiera, se fue a Madrid con la intención de que algún magnate de la prensa le tocase el culo. Iba decidido a prostituirse, pero tenía demasiado talento y nadie se atrevió a tocárselo. En Venezuela casi todos los periodistas lo primero que hacen al graduarse (y a veces mucho antes) es perder los esfínteres, ¡cómo los tienes bárbaramente atrofiados! Díganme ustedes casos como los del presidente del Colegio Nacional de Periodistas (CNP) William Echeverría, el caso del super-palangrista Roger Santodomingo, del vicepresidente del CNP Alonso Moleiro (¿será hijo de su padre?); los de Federico Alberto Ravell, Marcel Granier, Gustavo Cisneros, el Matacuras, Óscar Yanes, Rafael Poleo, Marianela Salazar, Patricia Poleo, Martha Colomina, Roberto Giusti, Bobolongo, la Nitu Pérez Osuna, Beatriz Adrián. Años tras años, se los peloteaban: unos hicieron sus primeros pininos en el burdel de la Cadena Capriles, luego pasaron con su papel a donde los Poleo o los De Armas, a Venevisión o RCTV. Toda una vida.
Y estas putas pueden derraparse todo lo que quieran porque tienen por arriba poderosos mecenas y protectores, como la Sociedad Interamericana de Prensa, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Human Rights Watch (HRW), Asociación Internacional de Radiodifusión (AIR), Periodistas Sin Fronteras, Instituto Internacional de Prensa (IPI), además de las agudos anos de protuberantes vacas sagradas como Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Enrique Krauze, por ejemplo.
¿Hacia dónde corre una lacra que ha sido echada de la revolución bolivariana por cobarde, por ambivalente y por vivir haciéndole carantoñas bajo cuerda a la derecha? Pues corren a Globovisión, a El Nacional o a RCTV. Esos son los burdeles que las acoge a todas: hacia este canal han buscado asilo desesperado el Ismael García, el Luis Miquilena, los hermanos Villegas, el Pablo Medina, el Teodoro Petkoff, el William Azuaje o la Pastora Medina. ¡Y cómo chillan estas burdas casandras, que un mal rayo los parta! Cómo se contorsionan, cómo echan espuma por la boca, cómo maldicen, cómo lamen botas y cómo sorben como gozosos lebreles los pozos de sangre que dejan sus sainetes. Son las mejores hienas para echárselas al gobierno porque han sido cebados (engordados) con los lúdicos guiones del supremo lupanar. ¡Coño, por favor Federico Alberto, dale de una buena a vez un programa a Vladimir, se lo merece, te lo ha probado de mil maneras de lo capacitado que está (a la altura de Ismael) para asumirlo! Ladraría hasta mejor.
En realidad hoy en Venezuela estas faranduleras meretrices se cuentan por millares: cobran buenos cheques, viajan, se hacen famosas, son invitadas a burdeles de alto pedigrí (como la Casa Blanca) y aprenden a contonearse como actrices. Un día cualquiera (les pasa a todas ellas cuando envejecen o ya no interesan), desaparecen como si nunca hubiesen existido. El dueño las cancela o sencillamente las echa al perder el glamur, lozanías o belleza.
En definitiva, nada más degradante, nada más miserable que esos periodistas al servicio de la SIP, verdaderamente, la gran Sociedad Interamericana de Putas. Pero esta es una historia muy vieja. Un periodista en nuestro país, para recalcar, es un ser que se reconoce sin destino. Que busca a alguien que le adopte, para hacer un poco lo que sabe: armar frases grandilocuentemente vacuas, cuadrar cintillos propagandísticos entre floridos y refulgentes colores, elogiar al que le paga y al que le ordena el dueño, al igual que censurar y atacar con furia a cualquiera que incomode al dueño. En fin, una pequeña perra de presa. Todos vemos cómo mueven la colita estas cuando hablan por la tele, cuando entrevistan a sus seres “supremos”, y cómo en cambio tratan de ladrar y de morder cuando tienen al frente a los que no comulgan con los intereses y proyectos del dueño. De eso se trata, esos son los profesionales de los medios de comunicación que salen de nuestras universidades, pero, como decimos, esta es una función que tiene antecedentes muy lejanos, un apéndice del poder de las mafias.
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