Qué regalo más extraordinario me depararía aquel viaje hecho el pasado noviembre a Caracas. Mi noble amigo el poeta Ricardo Romero, leal, sencillo, muy humano, organizó todo para que se presentara dentro de los actos de la FILVEN, el libro “Los medios: más putas que nunca”. La presentación estaría a cargo, el domingo 22, por el mismo Ricardo y el viejo camarada de luchas William Izarra. Llegué a Caracas el jueves, 19 de noviembre –día de mi cumpleaños-, y de inmediato me dirigí al Parque Los Caobos. Me instalé algunas horas a conversar con viejos conocidos y a firmar libros frente al stand de los amigos Ivet y Víctor Febres. A pocos metros estaba el puesto de libros revolucionarios del incansable luchador William Izarra, y no estaba en el programa que él fuera el presentador de mi libro el día domingo, pero bastó que le dijera: “Mira, William, te espero el domingo para que digas allí unas palabras…”, para que él acudiera con todo gusto y el afecto de siempre, de modo que pasó la noche leyéndose el libro y tomando notas para hablar en el acto. Es William del temple de aquellos revolucionarios como Emilio Arévalo Cedeño que jamás dan paz a la espada y a las espuelas: junto sufrimos los embates de la derecha, entre 1999 y el 2000, por parte de los miquilinistas infiltrados en el chavismo, que aún causa estragos en el movimiento bolivariano. En aquella época muchos supuestos “chavistas” apoyaban a muerte a Luis Miquilena y nos declararon la guerra desde el MVR. Pues bien, William hizo una generosa, concisa y admirable presentación de este nuevo libro sobre las Putas de los medios.
Me encontraba la tarde del sábado 21, firmando libros, cuando veo llegar a una pareja con sus hijos, que venían de no sé dónde, de los alrededores de Caracas, para buscar mi libro y para saludarme. Lamento no haber anotado sus nombres y ojalá puedan ver esta nota por Aporrea para ver si me escriben. Era una pareja como de unos sesenta años. La señora compró dos libros míos, y comenzó a hablar sobre el trabajo que escribí junto con Giandomenico Puliti, “Obispos o demonios”. Repentinamente me dice: “Profesor, ¿usted no se ha leído el libro ‘Un pantalón más’?, de Ricardo Mandry Galindez”. No lo conocía ni nunca lo había nombrar, a pesar de que uno vive recorriendo librerías, puestos de libros viejos, tratando escritores y revisando bibliotecas de valiosos escritores. La señora comenzó a darme pistas y a decir que en esa obra hay un excelente trabajo sobre Montes de Oca, el obispo que fue fusilado en Roma y cuya vida he tratado en varios escritos. Le pedí que ojalá algún día ella me lo pudiera prestar, y quedé profundamente interesado en leerlo.
Como cosa de un milagro, salgo dar una vuelta por los stands de libros de antaño y hogaño, y allí, como esperándome, a la entrada del primero de ellos, está la obra de Mandry coronando un promontorio de revistas y centenares de libros viejos. Esa obra de Mandry había sido editada hace casi cincuenta años, seguramente la tuvo que pagar él mismo, y seguramente fue ordenada a recoger por la Iglesia y la derecha venezolana de entonces. Me duele que siendo tan grande escritor casi nadie hablara de ella. De inmediato me fui para hotel para comenzar a revisarla. Realmente el estilo es sencillo y directo, confesional, franco y muy humano. Un libro que sin un seminarista valiente lo lee, de inmediato cambia se formación. Un libro contra la hipocresía de la Iglesia, contra la inmensa falsedad que cada obispo esconde tras esos trapos negros, y esas caritas “dulces”, “piadosas” y “serenas”. Un libro para hacer temblar al mundo del catolicismo falso, estafador y criminal. Recordé al padre Santiago López Palacios, sabio, gran amigo mío, ya fallecido, quien me decía: “Cuando uno no nació para cura y le hacen cura, se avinagra por dentro y no sólo es mal cura sino que es mal hombre, peor de lo que nació. Por eso tienen los curas tan mala fama. -y concluía con una expresión de Salvador de Madariaga en su novela "Corazón de Piedra":- Guárdate de delantera de mujer, de trasera de caballo, de costado de mula y de todo alrededor de un cura.
Igualmente recordé el libro “La orden maldita”; las historias narradas por la periodista Sanjuana Martínez que siguió de cerca el caso del cura Nicolás Aguilar, quien se encuentra prófugo después de violar por lo menos a 90 niños tanto en Estados Unidos como en México, y por cuya supuesta protección se presentaron dos denuncias civiles contra el cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de la ciudad de México, en la Corte Superior de California. Sanjuana Martínez definió a jesuita Marcial Maciel como el sacerdote pederasta por antonomasia, que utilizaba la mentira para atraer a sus víctimas, haciéndoles creer que "padecía una enfermedad relacionada con la retención de semen, y decía tener dispensa del papa Pío XII para tener beneplácito con los chicos". El jesuita Manuel Ruiz Marcos cuestionó la moral con que se maneja la Iglesia católica al referir lo que en su historia le habría dicho Pío XII a Maciel, tras conseguir su permiso para manejar sus órganos genitales de forma tal que pudiera expulsar el semen: "tú has sido elegido por Dios para una gran obra sobre la tierra, si Dios te da eso, te tiene que dar los medios que tú necesitas para realizar esa obra". El Pontífice le sugiere, entonces, que pese a sus votos de castidad, se buscara mejor una mujer. "Lo he intentado, hay damas que han tratado de seducirme, pero no pasa nada", le habría dicho Maciel. Y el Papa le insiste: "¿Y si tú mismo te lo haces? Me lo he hecho responde el legionario de Cristo, y tengo más dolores todavía. La única forma que yo tengo de hacer eso es con niños, son niños que yo procuro que me amen". Pablo es la figura sostuvo Ruiz Marcos que reúne varios de los crímenes de Maciel. Lo condenable es que para los sacerdotes célibes el gran enemigo es la mujer, no el hombre, y si se meten con niños es como "si fuera un pecado menor".
En el próximo artículo sobre Mandry me referiré a su obra.
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