Era una guerra fría, helada, lenta, feroz y sin pausa, y lo mejor es lo que ha pasado, Globovisión se ha auto-suicidado. A Ravell lo desbarrancó su propia prepotencia, y desde que estuvo visitando a la Hillary Clintón -junto con el Matacuras-, con el decidido apoyo de la embajada gringa en Venezuela para conspirar, se creyó que el canal era todo suyo, y que el turquito Mezherane junto con el Zuloaga no podían ser otra cosa que meros espectadores de sus gracias. Y en cogiendo mucho poder se fue enredando. Pero el que le venía desquiciando poco a poco era Mario desde La Hojilla. Mario lo estudiaba con suma acuciosidad analítica, conocía sus partituras, sus devaneos merotrópicos, cuanto planificaba tras bastidores, sus proyectos desestabilizadores llegados de Miami, Panamá, Colombia…, y en más de cien ocasiones le desveló sus maquinaciones, echando por tierra sus perversos negocios.
Desde que Chávez llegó al poder Ravell perdió la risa, y lo suyo desde entonces fue una protuberante y mortal mueca; tras los dientes carcomidos, la torcedura de sus ojillos bizcos y las curvaturas de sus arrugas pobladas de incógnitas montó una dura máscara. Con su gruesa máscara, todo el tiempo hablaba del inminente cierre de su canal, de que el “gobiernito del teniente coronel” lo tenía en salsa, y con el mayor asco y desprecio violaba todas las leyes que le daba la gana. En privado cuando mentaba el nombre del jefe del gobiernito, escupía. Cuando el turquito trataba de decirle: “Pero Federico no te pases, toma en cuenta que nos pueden coger por los huevos con esa Ley de responsabilidad social en radio y televisión y está en juego mucha plata…”, el Tuerto en jefe lo paraba en seco: “si nos achicopalamos nos prensan, hay que ser cada vez más duro para que nos respeten…”
Lo que debía ocupar el cerebro de Ravell se fue llenando de bilis y no quería escuchar consejos ni advertencias de nadie. Al turquito la cosa se ponía fea: su banco Federal comenzaba a hacer aguas, Zuloaga perdió un platal con la importación de sus carros y el canal en manos de este salvaje no era negocio rentable en absoluto, y entonces para qué carajo eran empresarios. Había que hacer lo de Gustavo Cisneros, y no meterse en un horrible pleito político. Y para completar cada vez que el turco y don Guillermo entraban en Globovisión tenían que calarse aquel mar de locos de sus reporteros, moderadores, jalabolas como el asqueroso lameculo de Ismael García; todo aquel tropel de putas (palangristas): el Matacuras, Nitu Pérez Osuna, Beatriz Adrián, el Kiko y la angola Carla, Roberto Giusti, Delvalle Canelón, … que realmente hoy todos ya están listos para ser internados en el siquiátrico del San Juan de Dios, en Mérida.
¿Para dónde irán a coger todos estos badulaques sin su supremo desalmado?
Mario lo vio clarito el día de la marcha que Ravell y su combo hicieron para defender a RCTVI. El desprecio de Ravell por Venevisión, y luego el peo que se desató entre los palangristas de Venevisión, el cagón de Echeverría y la manada de locos de Globovisión. Aquello fue demasiado, y el gran montonero de La Colina se arrechó: “With my Money no te metas”. El turquito de veras que se meó, y Zuloaga pensó en que su malandro estaba destrozando sus bienes, y que a fin de cuentas, negocio es negocio.
Hoy Ravell piensa lo difícil que es montar un canal y hacer en él lo que le venga en gana. Piensa en irse a Miami, pero aquello está lleno de locos y todos querrán imponerle a los Poleos. Piensa en montarle los cachos al viejito de Marcel Granier. Piensa en Televen y en el canal i: no tiene en verdad un carajo y lo suyo es un canal. Locos tiene por carajo, pero eso es lo que menos le hace falta en este momento. Qué vaina.
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