Me preocupa el futuro de los ancianos en mi país, Venezuela. Muchos de ellos, todavía desprotegidos del Estado Bolivariano y, que fueron engañados y manipulados mediante una guerra mediática y progresiva, provenuiente entre ambos bandos, tanto del oficialismo como del oposicionismo. Recuerdo, en el Mercado Municipal de mi ciudad natal, Puerto Cabello, donde ayudaba en oportunidades a mi abuelo Celesstino, junto a mi primo hermano Néstor en limpiar y desgranar granos y recibir como recompensa un vaso de cebada bien helado y la oportunidad de visitar el malecón en horas nocturnas para ver los barcos en la rada o entrar al muelle. Todo, en busqueda de una mejor vida y estílo de comportamiento.
Por lo anterior, me siento triste, nuestros ancianos en pleno año de 2018 tienen que mendigar en una larga cola para adquirir un cartón de huevos, pero con seis posturas y antes, otra larga cola en una entidad bancaria desde las tres de la mañana o posesionarse la noche anterior de otra cola para ingresar muy temprano al centro comercial, donde se encuentran ubicados las entidades financieras.
Así, es el drama de las personas de tercera edad en mi país de origen. Est+an abandonados de toda asistencia pública y, por último, algunos logran migrar con sus familiares, para ser mantenidos por sus familiares en el exterior. Ya que la mayoría, no tienen para comer y menos para arreglar sus casas, porque las tuberias de agua y pintura, tienen un costo muy alto.
Luis Francisco Cabezas, director general de la Asociación Civil Convite –que se encarga de resguardar los derechos sociales y visibilizar las violaciones de garantías fundamentales de personas o grupos vulnerados, como la tercera edad– explicó que hay tres problemas fundamentales que afectan a los adultos mayores: desabastecimiento de alimentos, dificultad para adquirir medicinas y soledad.
“Un pensionado con 300.000 bolívares y pico y con un bono de guerra económica de 99.000 bolívares no tiene para comer, mucho menos podría comprar un cartón de huevos”, manifestó.
En mi caso, siendo profesional y jubilado, he perdido cuarenta y cinco,(45), kilos aproximadamente en dos años. Un estudio presentado por Convite en diciembre de 2017 indica que los adultos mayores estaban perdiendo 1,3 kilos mensualmente. Cabezas destacó que después de 40 años de edad las personas pierden masa muscular, condición que se incrementa luego de los 60 años.
“Sucede que ahora los abuelos no se alimentan; están consumiendo carbohidratos, azúcares, y eso aumenta su riesgo. Cualquier caída es una fractura segura que los puede enviar a la cama de por vida”, añadió.
Las patologías médicas son peores y la depresión y soledad nos arropa, mi hija, administrador de empresas y el hijo, abogado, se fueron a una población cerca de Arequipa, Perú, a vender tortas y café. Estoy solo y la única ventaja es que, tengo la oportunidad de escribir un poco más.
Últimamente, recurro a la medicina natural, porque el IPAS. ME se ha convertido en una casa hospitalaria de benifencia pública, donde se ha perjudicado al docente que tiene que cancelar una cuota de sueldo para tener derecho a la asistencia pública y sanitaria, que, otros no cancelan porque, son parásitos del gobierno.
A todo esto, debemos agregarle la victimización de personas de la tercera edad, debido a la inseguridad social. La mayoría de los incidentes ocurrieron en la casa de la víctima. En varias oportunidades adultos de la clase media empobrecida que se está quedando sola.
“Llenarse la cabellera de canas es algo que se llevaba con orgullo. Les decía a mis nietos: ‘mira, estas canas son por algo’. Ahora me da mucha tristeza que ese orgullo me lo pisoteen cada vez que voy a cobrar la pensión”, dice Martínez en medio de una descompensación diabética.
La vejez es un inevitable proceso individual que se vive en contextos y en sociabilidades determinadas. No es lo mismo ser anciano que anciana, no es lo mismo tener recursos económicos o no tenerlos, tener o no tener acceso a la cultura. Estas y otras variables conceptuales dibujan una vejez distinta que depende de muchos factores diferentes, tal como Simone de Beauvoir lo plantea en su libro La Vejez (1970), donde parte de una visión concreta de la vejez: el problema de la marginación que padecen los ancianos como un elemento de discriminación que hay que superar, porque es injusto que las personas mayores resulten arrinconadas, silenciadas, al imponerse el criterio que rige la vida moderna: el de la productividad, que atrapa y hace infelices tanto a jóvenes como a ancianos.
Simone de Beauvoir, al escribir sobre la vejez que tiene un fin político, lo hace para romper “la conspiración del silencio” y criticar a la sociedad de consumo que trata a los ancianos como parias, quienes, al no tener fuerza económica, acaban por no tener derechos, y ni siquiera se les reconoce la capacidad de tener sentimientos. En ellos, el amor, los celos, parecen odiosos o ridículos, la sexualidad repugnante, la violencia irrisoria. Deben dar ejemplo de todas las virtudes. Ante todo, se les exige serenidad; se afirma que la poseen, y ello pareciera autorizar a desinteresarse de su desventura. Esta percepción es un fracaso de toda la cultura. Que durante los 15 o 20 últimos años de su vida un hombre no sea más que un desecho, es prueba del fracaso de nuestra civilización”.
Nicolás Maduro Moros, como presidente electo de esta república bolivariana, debe reflexionar, la población venezolana tiene sus exigencias y particularidades, abramos el compás por una mejor patria.
La doctora Ramona Rubio, psico gerontóloga y gran especialista en "envejecimiento activo”, en una conferencia en Las Islas Canarias, argumentó contra la idea de la soledad y manifestó que el gran problema es la presión que sufre los ancianos por parte de sus familiares
La constante monserga social tratando de inventar labores para dar quehacer a las personas mayores no consigue, en numerosos casos, sino atosigarlas y, al cabo, hacerlas desear una tranquilidad mortal.
. En ciertos casos, los suicidios reales o simbólicos pueden atribuirse a la ausencia de ilusiones u objetivos, pero en otros la opción de morir viene a ser la elección de una salida airada. Hacia el aire libre.
El hecho de que gran proporción de personas mayores, especialmente mujeres, se aficionen a la pintura de paisajes cuando enviudan o envejecen guarda relación con el anhelo anterior. El cuadro que pintan con todo esmero, en parte copiando, en parte inventando, en parte corrigiendo, da cuenta de sus deseos por componer un escenario propio donde, de una u otra manera, las dejen en paz. Se esfuerzan en ser obedientes a la "terapia ocupacional" que se les recomienda, pero secretamente juegan con los trozos de salud y enfermedad, de venganza o imaginación que les quedan.
Los hijos creen que los nietos son una obligación de los ancianos Con todos ellos construyen ese rompecabezas de formas y colores que trasciende su descolorida soledad y la llevan hasta un paraje o una imagen fuera de sí, para estar en ella y dentro de ella.
La firma Shiseido empleaba recientemente un eslogan para promocionar sus productos de cosmética que decía: "Recupera el rostro de tu memoria". En la memoria debe explorarse la recuperación en cualquier supuesto, pero ¿precisamente el rostro? ¿Y qué rostro de los muchos poseídos?
En la soledad sonora de cada mayor -y no tan mayor- luce una imagen reina. La imagen de un ser amable y optimista, confiado y bondadoso, y cuyo resplandor en la cara lo dice todo: la alegría de vivir y de vivirse y de vivir a otros. Rostro matriz que después, en la evocación del personaje famoso, la prensa repetirá una y otra vez, y el personaje común ocupará las repisas de la casa. Si toda biografía puede entenderse como una secuencia, ese instante de emanciparse es como un único fotograma. Y ese único fotograma es la plenitud.
Prácticamente no hay más fotos importantes. Fotos similares, complementarias, coetáneas puede haber, pero todas ellas convergen hacia ese relente de la vida que se comporta como un imán tanto para uno mismo como lo fuera acaso para las demás personas que, efectivamente, al no aparecer necesariamente en la foto, son como invisibles emisiones y recepciones de uno mismo, soleadamente a solas.
El dolor de la soledad es el máximo dolor estando vivos, pero, en efecto, mata tanto o tan pronto, que puede llevarse bien. O ¿puede creerse que, si el padecimiento fuera tan grande podrían atajarlo unas pinceladas al óleo, una asistenta rumana o unos de los consejos de la doctora Ramona Rubio a la que vale la pena recomendar como ejemplo de inteligencia, verdad y humanidad?
Nicolás, debe estar más vigilante con las políticas sociales del anciano, destruyó las Casas de Los Abuelos, tan promocionadas cuando el presidente, Hugo Chávez Frías ejercía la presidencia de la república-