Mi Coronel (Retirado) Luis Enrique Sucre Párraga, cuando era Sub-Teniente, recuerdo clarito aquel 5 de julio de 1976, cuando todo el “Grupo Aerotransportado Aragua” (hoy día “Brigada de Paracaidistas Aragua”) se fue a desfilar a los Próceres, y este oficial estaba de guardia de Oficial de Inspección, me entregó la carpeta de recorrida (guardia que montaban solo los sargentos segundos), para que me encargara de chequear a mis compañeros, los otros reclutas del contingente Mayo-1976. En la tarde cuando estábamos en la formación para cenar, mi Teniente Sucre me prestó un libro cuyo título era: “Revolución de la Inteligencia” y me dijo, recluta tienes dos días para que lo analices y me expliques tus impresiones. Desde entonces, vengo poniendo en práctica lo que ese libro dejó sembrado en mi conciencia.
¿Qué tiene que ver las pestañas con las uñas de los pies? Sencillo amigo lector, en los seminarios enseñan a los futuros curas a jugar con la mente de los demás, a manipular a los débiles de espíritu, y sólo con la revolución de la inteligencia, podremos liberarnos de todos ellos, no se trata de imponernos con violencia, sino de abrir los ojos y decretar la autodeterminación: “Coloquemos a cada quien, en su sitio correcto”
Me permito extraer a colación, un fragmento de este libro, cuyo autor es el conocido escritor Luis Alberto Machado, que por cierto pueden obtener una copia de su ejemplar en la web mediante el buscador Google. Un libro indiscutiblemente revolucionario, elaborado durante años de meditación y estudio, sobre un asunto de trascendental importancia: el perfeccionamiento de la inteligencia —y la forma de lograrlo—, como factor imprescindible para mejorar el destino futuro de la humanidad. Luis Alberto Machado nació en Caracas en 1932; autor de varias obras sobre temas filosóficos y sociales, profesor universitario y hombre de actividad pública, ha ocupado en Venezuela, entre otras relevantes posiciones, la de Diputado al Congreso y la de Secretario General de la Presidencia. El extracto en cuestión, es del tenor siguiente: “Se dice una y otra vez: conoce lo que piensas y lo que quieres y lo que realizas. Y yo me pregunto: ¿por qué no se ha insistido hasta ahora en el conocimiento del mecanismo de la mente humana, en la forma como se producen las ideas, en los recursos de la inteligencia, en las razones por las cuales unos hombres tienen más facilidades que otros para la invención, en las características mentales de los creadores en el campo del arte o de la ciencia, en el funcionamiento del cerebro de aquellos que han sido calificados en el rango de los genios? Es importante que conozcamos cuáles son nuestros pensamientos, pero creo que es más importante todavía el que conozcamos la manera de poder llegar a ellos. "Si a la orilla del mar encuentras alguien con hambre, no le regales un pez; enséñale a pescar". La aplicación de esta frase, resumen de sabiduría, es universal y constante. Esa es la única forma como los individuos y los pueblos pueden alcanzar el progreso. Educar significa "sacar afuera" lo que la persona lleva por dentro. Al educar, por tanto, es imprescindible el más absoluto respeto por la personalidad de cada quien, para que sea ella misma quien logre su propio perfeccionamiento y desarrollo. En la misma forma, estoy convencido de que la función del Estado es la de contribuir con su intervención determinante de la vida política, económica y social de la colectividad a crear el "clima", la "atmósfera", las condiciones externas necesarias para que los ciudadanos, libremente, puedan buscar con facilidad, por sí mismos y de acuerdo con sus respectivas capacidades, la plena realización de su ser integral. La educación abarca la personalidad completa del hombre, corporal, intelectual y espiritual, en todas sus facetas. La enseñanza, como parte muy importante de la educación, se dirige principalmente a suministrar conocimientos. Hasta ahora la educación ha tenido por fin formar hombres moralmente mejores e intelectuales más ilustrados. Fin loable, pero, sin duda alguna, incompleto.
¿Incompleto? ¿Por qué? El proceso educacional de la humanidad ha
sido muy largo. Comenzó el primer día en que apareció el ser humano
tal como lo conocemos hoy sobre la faz de la tierra y ha continuado
a través de la Historia, con retrocesos transitorios, en una línea
ascendente, tanto en extensión como en calidad. Año tras año, es
mayor el número de personas que reciben una educación sistemática
y, en términos generales, esa educación se perfecciona cada vez más.
El resultado, la marcha del progreso de la humanidad a lo largo de los
siglos. Y sin embargo, hay un asunto fundamental que,
incomprensiblemente,
se ha pasado por alto. Hay algo de vital importancia que no ha sido
enseñado sistemáticamente hasta nuestro tiempo. Hasta ahora se han
enseñado conocimientos, pero no se ha enseñado a pensar. Se ha enseñado
incluso dónde y cómo encontrar todo tipo de conocimientos, pero no
se ha enseñado la manera de combinar conocimientos para obtener otras
ideas. Se han enseñado las reglas del pensamiento lógico, pero no
se ha enseñado las de la producción de pensamientos nuevos.
Se ha enseñado cultura, pero no se ha enseñado originalidad.
Se ha enseñado los frutos de la inteligencia, pero no se ha enseñado
a tener más inteligencia. En lo que se refiere al tesoro más importante
que poseemos en la tierra, el pensamiento humano, a lo largo de los
siglos a las gentes se les ha dado peces, pero no se les ha enseñado
a pescar. No es suficiente con enseñar conocimientos de diverso tipo,
bien sean generales o específicos, si no se enseña también cómo
adquirir una mayor capacidad mental para entender mejor, para pensar
mejor, para crear mejor. Búsquenlo, analícenlo y discútanlo en grupos
de patrulleros, consejos comunales, en comunas, entre vecinos o
individualmente.
Vale la pena que lo llevemos al debate de las ideas.